Cómo me alegra ser funcionario. Me alegra porque, de no existir nosotros, no habrían sabido tomar ni una sola medida contra la crisis.
Pero no, por suerte ahí estábamos nosotros, los vagos que nos hemos dedicado a estudiar para sacarnos unas oposiciones -malgastando años en un esfuerzo intelectual inútil: con lo mal visto que, ya lo escribió Valle, está visto lo intelectual en este país- y que, para colmo, no producimos nada. Porque es evidente que los médicos no producen. Y que los profesores no producimos. Y que los bomberos o los policías tampoco producen. Claro que no. Por eso es normal que se nos baje el sueldo no solo una, sino dos veces. Y que se nos asfixie sin contemplaciones, porque como somos servicio público hemos de prestarnos como chivo expiatorio para pagar los errores y despilfarros ajenos.
Menos mal que la Comunidad de Madrid, tal y como se informa en esta noticia, puede robarnos más dinero para pagar su déficit oculto y contrarrestar así todo ese impulso faraónico que hemos visto estos años. Y menos mal que sus votantes les han dado, religiosamente -y nunca mejor dicho-, la mayoría absoluta para que tomen este tipo de medias tan útiles y originales, medidas que seguro que crean más puestos de trabajo y nos ayudan a salir del agujero en el que nos han metido.
Y no, lo siento, pero no me voy a sumar a eso de que "he vivido por encima de mis posibilidades", porque -yo no sé ustedes-, pero en mi caso, ni me he hipotecado, ni me he metido en pago alguno que no pueda afrontar, ni he especulado una sola vez en mi vida, ni he cambiado de coche con frecuencia, ni he gastado más de lo que podía gastar en todo este tiempo. Así que, lo siento, que no me vengan con monsergas, porque lo único que recuerdo haber hecho es, básicamente, estudiar una carrera, aprender tres idiomas, trabajar en dos editoriales, escribir unas cuantas novelas y otras tantas obras dramáticas, estudiar y aprobar unas oposiciones, formarme como profesor, seguir escribiendo, comenzar a trabajar en un instituto público y, por último, implicarme e involucrarme cada día más en mi labor como docente, porque -aunque sea mucho más fácil insultar al funcionario- claro que los funcionarios sí producimos. Y, en el caso de los profesores, producimos algo tan esencial -y tan intangible- como la educación de los niños y adolescentes. Inculcando valores como el respeto o la tolerancia, instruyendo en contenidos y disciplinas necesarias para su desarrollo personal y tratando de fomentar en ellos el espíritu crítico y el pensamiento libre. Obviamente, lo que producimos no se ve y por eso, supongo, hay quien prefiere obstinarse en no entenderlo.
Me tranquiliza, eso sí, saber que todavía me queda sueldo del que la Comunidad de Madrid, o el Gobierno, o quien sea podrán seguir quitando dinero. Porque está claro que habrá más Bankias y más desmanes ante los que buscar un recurso rápido y, sobre todo, fácil. Y ese recurso, supongo, seremos otra vez los funcionarios. Total, como nuestra condición laboral es una palabra tan impopular, saben que contarán con el apoyo de muchos -el populismo lo manejan muy bien- y con ese manido argumento del "no se quejen, que su trabajo es fijo". A estos, a los del "manido argumento", les invito a que, si tan ideal lo encuentran, opositen también. Así verán lo ameno y divertido que puede ser ese proceso. Y luego, cuando lo pasen, hablamos.
Supongo que esta segunda bajada de sueldo -este segundo robo a decreto armado- no será la última. Por qué habría de serlo, ahora que han descubierto que si nos pinchan, vale, sí sangramos, pero sin hacer mucho ruido (valga la cita shakespeariana), seguramente sigan aplicando su sutil técnica hasta que seamos nosotros quienes debamos pagar por tener el lujo de trabajar. A fin de cuentas, los profesores no producimos nada, así que no sé por qué deberíamos cobrar un sueldo a cambio. Evidentemente.
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