Este miércoles la marea verde se pone en fila india. Bueno, los que puedan, porque yo ese día andaré fuera de Madrid, en un libro-fórum con alumnos de Bachillerato. De estar aquí, me sumaría, con la camiseta verde debajo del abrigo y el peto verde encima -será por verde...-, aunque cada vez tenga más dudas de la eficacia de este tipo de medidas.
¿Ponerse en fila india? Bien, hagámoslo, pero estas formas de visibilidad, digamos "pintoresca", no creo que tengan gran efecto en aquellos a quienes debemos hacer reflexionar sobre el gravísimo daño que están infligiendo a la educación pública. En parte, porque ese daño lo conocen de sobra -y por eso lo aplican: su afán no es otro que favorecer la privatización y el elitismo- y, en parte también, porque de puro inofensivo, dudo que estas acciones les provoquen el más mínimo atisbo de duda.
Frente a otros colectivos profesionales -y se me ocurren muchos-, las huelgas educativas han sido dispersas, tibias -sobre todo en la última etapa- y, de puro corteses -pensadas siempre para molestar lo menos posible...-, ineficaces. Hemos intentando conciliar tantas posiciones que, al final, la que ha resultado más débil de todas es la que de verdad necesitábamos defender: la del futuro de la escuela pública. Un futuro que, de momento, sigue siendo tan negro como lo era hace unos meses, justo cuando empezó esta marea verde que ahora, de repente, parece tan callada. Una marea verde que va a ponerse en fila india esta semana. Que sigue dándole vueltas a cómo reaccionar. Que no acaba de coger las armas de una vez -sí, la metáfora bélica es intencionada- y de plantar cara con la vehemencia y la dureza que exigen estos tiempos donde han decidido aplastar los derechos laborales de todos los trabajadores -ahora los llaman privilegios- con la excusa de la crisis global. Derechos que, no se engañen, una vez perdidos jamás habrán de sernos devueltos, como no se compartieron con la mayoría de nosotros esos supuestos años de bonanza anterior.
Personalmente, no sé qué saldrá de la mesa sectorial educativa, pero si el resultado es -como se prevé- el no deseado, no pienso secundar una sola huelga más de un día, o de un día una semana sí y dos semanas no, o ninguna de esas acciones a medias con las que no se consigue más que perder días de sueldo y, sobre todo, un desgaste paulatino de las energías y de la fe en poder cambiar y mejorar algo.
Entretanto, podemos seguir aportando ideas más o menos originales de visibilidad en la calle -filas indias, cantos en corro, flashmobs, karaokes del Resistiré y coreos a lo Fama...-, pero mientras esa visibilidad no se convierta en lucha rotunda seguiremos haciendo una fila fácilmente aplastable por los enemigos neoliberales y privatizadores de estos nuevos sioux en que nos hemos convertido los padres, profesores y alumnos empecinados en defender, como si de un western de Jonh Ford se tratara, los últimos vestigios dignos de la escuela pública.
6 comentarios:
¡ CUÁNTA VERDAD EN TUS LÍNEAS!
Y la oportunidad de ser belicoso se nos ha pasado. Hasta el próximo golpe no reaccionaremos (quizá), éste lo tenemos asumido.
Esto es lo que yo vengo defendiendo hace meses, tantos como los que llevamos haciendo "los coros de los chicos del Papa" en las manifetaciones. Ya me lo preguntaba yo hace varias manifestaciones: somos la mareaverde o los últimos coletazos de la visita del Papa. Era penoso ver más polícias despueés de las manifestaciones para solucionar el tráfico, que durante las mismas. Todavía hay solución. No debió empezar el curso, pero mientras hay curso hay posibilidades.
Acaban de sancionar con 10 días de suspensión de empleo y sueldo al director del IES "Matías Bravo" de Valdemoro... La verdad que lo único que me apetece hacer no es fila india; lo que me apetecería -y mucho- es hacer un gigantesco WC de cartón piedra con un letrero enorme que rece "Deposite aquí su copia de las Instrucciones de Inicio de curso" y acompañar la escultura con un rollo de papel higiénico de enorme tamaño en el que figure escrito "Expediente disciplinario al Director del "IES Matías Bravo". Una vez terminadas las esculturas serían depositadas con obsequiosa ceremoniosidad ante la puerta de la Consejería de Educación. ¿¿¿No te gustó el báter??? ¡Toma báter!
Cuantos más profes faltan por asistir a huelgas, más se frotan las manos desde la Consejería por el enorme ahorro que supone para sus arcas, pues a la vista está que la enseñanza pública les importa un pito. Yo haría una huelga a la japonesa, es decir, trabajar todavía más para sacar esto del pozo. Lo que no haría es dejarlo aún en más ruina, porque en las dificultades se crecen los verdaderos profesionales.
Tienes toda la razón. Lo simbólico solo hace cosquillas, y en algún caso incluso el ridículo. Ante la perspectiva de que los sindicatos cedan,hay que volver al principio, a la huelga indefinida. Porque el resto no vale para nada , aparte de para salir en los periódicos
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