No creí que pudiera volver a ser necesario. O, al menos, no tan urgente. Pero hechos como la retirada de la homofobia de los contenidos de Educación para la Ciudadanía o el vergonzoso recurso del PP contra el matrimonio gay y lésbico ante el Tribunal Constitucional -¿de veras tenemos que aguantar semejante agresión?- me convencen de lo contrario. Sí, es obvio que sigue siendo imprescindible luchar por la normalidad -por la naturalidad- del modo más eficaz y sencillo que conozco: siendo visible.
Nada les molesta tanto a quienes odian al diferente que su presencia evidente, sin escondrijos, sin máscaras con las que hacerse menos incómodo a los partícipes de una moral obsoleta y castrante, a aquellos que se creen en el derecho de juzgar el amor y la pasión ajenos, aquellos que prefieren la exclusión y el odio a la integración y la suma. Pero, que tampoco nos engañen: esos individuos son una minoría, solo un puñado de intransigentes -e infelices- recalcitrantes que intentan contagiar su bilis a los demás. Cuando esos tipejos cuentan con algún púlpito -del tipo que sea- desde el que lanzar sus dardos, el peligro resulta más obvio -por lo contagioso de su veneno-, así que es preciso contraatacar haciéndonos visibles. Poco conseguirán en nuestra contra cuando quienes somos objeto de sus insultos nos mostramos sin miedo ante los demás. Cuando, en nuestro día a día, demostramos que todos sus prejuicios no son más que eso, fantasmas ancestrales que no merecen crédito ni respeto alguno.
Y es que, en realidad, es más fácil el progreso que la regresión. Es más fácil la tolerancia que el odio. Aunque haya quien se empeñe en lo contrario. Porque, a menudo, la homofobia no es más que ignorancia. Desconocimiento -por eso es tan importante nuestra labor como educadores- de una realidad que solo es necesario hacer presente -cotidiana- para que resulte tan normal -y tan simple- como en el fondo lo es. Por eso, aunque jamás defenderé a quienes practican el outing ajeno -cada cual es dueño de su intimidad-, tampoco entenderé a los que siguen metidos en sus armarios -personales, culturales, mediáticos-, pues su silencio es mucho más cómodo, sí, pero también es más cobarde y, sobre todo, cómplice de aquellos que disfrutarían enterrando nuestra realidad para que jamás saliera a la luz.
Por eso, como autor, presento a menudo historias y personajes homosexuales en mis novelas y en mis obras de teatro. Por eso, ante el recrudecimiento episcopal de la intolerancia contra el colectivo LGTB -sustentado por un gobierno que les apoya en tan aberrante cruzada-, me alegro especialmente de estar a punto de publicar una obra -Cuando fuimos dos- en la que se presenta, con toda naturalidad, una historia de amor entre dos hombres. Una historia donde, en realidad, lo de menos es que sean dos chicos los protagonistas, porque sus problemas, sus emociones y, sobre todo, su intimidad puede ser reconocida por cualquier tipo de pareja. Eso es lo que emocionó a mi editora cuando se decidió a publicar el libro en la misma colección donde figuran textos como el Hamelin de mi admirado Juan Mayorga, y eso ha sido, también, lo que nos lleva a reestrenar -también este mes de junio- este montaje -del que pueden ver aquí el tráiler- en la Sala Triángulo.
Y, cómo no, también por eso, en este momento de renacido oscurantismo medieval, me alegra presentar un nuevo montaje con protagonista LGTB en Visible. Una comedia -El año que cumplí treinta y algo-, donde, a través de la relación entre dos desconocidas -una lesbiana militante y una homófoba recalcitrante-, intentamos demostrar que son muchas más las cosas que nos unen que aquellas que, en teoría, nos separan.
Ahora más que nunca, mientras algunos se empeñan que retrocedamos en derechos sociales que ha costado mucho tiempo y esfuerzo conseguir, la visibilidad es necesaria. La normalidad es urgente. Y la única heroicidad que se precisa es tan sencilla como afrontar la transparencia y la cotidianidad como instrumentos para deshacer, de una vez por todas, las tinieblas ajenas. Que de esos clubes de terrores nocturnos, ciertos obispos y ministros opusinos varios saben un rato.
TÍTULOS MUY VISIBLES
El libro Cuando fuimos dos (Ed. Ñaque) se presenta el próximo 23 de junio a las 19:30 h en Sala Triángulo. Libre hasta completar aforo.
La obra Cuando fuimos dos se reestrena en Sala Triángulo los días 21, 22 y 23 de junio a las 20:30 h. Más info aquí.
La comedia El año que cumplí treinta y algo se representará en Nudo Teatro todos los viernes de junio a las 20 h. Más info aquí.
4 comentarios:
A ver cuándo os hacéis una gira por Bilbao, que me apetece mucho ver los montajes de tus textos :)
A ver si hay suerte, Guillermo... Porque me apetece muchísimo ;-) Un abrazo
Ojalá llegarais a Barcelona también. ;D
Eso espero, Ai! ;-)
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