«—¿No os gusta leer? —me alarmé.
—Leer sí, claro —me respondió Julia,
una de las repetidoras del grupo—. Pero la literatura, para nada.
Algo falla cuando Julia está convencida
de que los libros y la literatura son dos cosas distintas.»
La edad de la ira
En La edad de la ira se reflexiona, entre otros temas, sobre la desmotivación de nuestros adolescentes, sobre esa abulia de la que les acusamos y que, sin embargo, tiene muchos responsables entre los adultos que nos relacionamos con ellos. Personalmente, creo que es preciso que profesores y padres hagamos una severa autocrítica de nuestra labor, además de exigir -por parte de las instituciones- una profunda revisión de los contenidos que se imparten, más anclados en el siglo XIX que próximos a la realidad del siglo XXI.
Esta semana, mientras me preguntan por todos estos temas en entrevistas de medios de comunicación de lo más diverso, he recibido vía e-mail el texto de Juanra Álvarez Sebastiá, un ex alumno al que tuve la suerte de darle clase hace dos años, cuando él cursaba 1º de Bachillerato. Es uno de esos chicos brillantes a los que el sistema educativo adormece, al no plantearle reto intelectual alguno, condenándolo a la consabida repetición memorística de datos que de poco le servirán en el futuro. Su carta -desoladora en su sinceridad- resume cómo ven tanto él como muchos de sus compañeros su paso por las aulas de un instituto. Aquí os lo dejo:
Lengua y literatura. Tiza y catarsis. Segundo y primero. Cómo cambia todo en un año, la verdad es que me sorprendió que mi asignatura favorita se convirtiera en una clase para dibujar en tan solo doce meses. Y es que hasta que algunos (muchos) no reconozcan sus errores (demasiados), éstos serán incorregibles…pero el ego que proporciona una tarima de madera carcomida es demasiado grande.
Allí no había lugar a debate sobre nada, pero en un clima tan poco propenso a que un cerebro despierte, me dio un poco igual, porque la mediocridad narcotiza los cerebros. Cuando acabé segundo, la selectividad, las reclamaciones, las matrículas y todas esas basuras, me di cuenta de que afortunadamente, el daño llegaba tarde. Me sentí afortunado porque ya amaba los libros desde antes, y cuando amas la literatura, da igual quien venga a derruir tus creencias… da igual cuantas Desheredadas o Moratines te persigan: te irás a la tumba con un libro bajo el brazo.
Pero, ¿qué será de todos aquellos que no aman los libros por no haber encontrado todavía esa obra que hace que, de repente, encuentres vida entre letras mecanografiadas? No lo sé, porque es la educación quién debe motivar a los alumnos para acercarse a los libros, y desde luego, a mi la mayoría de los profesores a lo único que me han motivado es a meterwww.rincondelvago.com en favoritos.
Yo sí creo que otra educación es posible, y no es algo tan complicado de conseguir como hacen ver algunos. Y no, no sirve de nada comprar pizarras táctiles ni dar portátiles a los alumnos si no se soluciona la base: si la raíz del árbol está seca, de poco sirve pintar las hojas de verde.
Desgraciadamente, la raíz de la educación actual son esos profesores que se sientan encima de la mesa del profesor para sentirse contemporáneos y luego te hacen meter en cajas sintagmas preposicionales durante 55 minutos. Esos que no hacen absolutamente nada en sus clases y luego culpan a sus alumnos de no llegar a tiempo con el temario para selectividad. Los que creen que recomendar un libro de 1960 es estar a la última y que el único mensaje que la poesía puede transmitir debe traducirse del código binario de la literatura: AABBABA BABBABBA (y así sucesivamente). Definitivamente les odio. Odio a todos esos profesores que le dan demasiado a la lengua y en sus palabras nunca hay un ápice de literatura, aunque ellos crean que un eructo suyo es una oda a la belleza. Baja, modestia, que sube medio claustro.
Supongo que siempre hay esperanza, ya que si aún sigo recordando algunas asignaturas del instituto, incluso del colegio, es porque hay gente que lo hace bien. Gente con deseos de cambio. Pero hasta que esa gente deje de ser minoría, no habrá revolución posible. Qué vida más triste.
JUANRA ÁLVAREZ SEBASTIÁ
6 comentarios:
Qué hermosa carta, Juanra. Algo -aunque fueran pocos- debieron hacer bien contigo porque es una delicia leerte. Cuánta sensibilidad y qué bien expresada.
Maravilloso!!
Coincido con inquilino y Arual: ¡¡maravilloso texto!!
"[..] el ego que proporciona una tarima de madera carcomida es demasiado grande" esa frase habla tan bien de los que viven alejados de los alumnos y solo se preocupan de sí mismos... la verdad es que esa frase se puede aplicar a muchos otros gremios cambiando la tarima por la mesa de director, etc etc.
Bravo Juanra!
Genial Juanra! A mí me ha encantado lo de que nos iremos a la tumba con un libro bajo el brazo :-)
Supongo que el sistema sí que aporta esta visión amarga a las personas más analíticas. Creo que las iniciativas como la introducción de la PDI, que bien utilizada cambia el método de enseñanza, o el declarar autoridad al profesor no son negativas en sí.
El problema a mi juicio es que no se conoce a qué preguntas se está dando respuesta ni qué educación se quiere en el futuro: ¿Una que aporte mano de obra más o menos cualificada?, ¿una que fomente la creatividad?, ¿La que haga futuros innovadores?, ¿todas a la vez?...
Un cuestionario sería lo primero que convendría debatir y en su elaboración los alumnos, los padres y los profesores tenemos mucho que decir.
Espero que lo sepamos expresar tan bien como Cinephilus y Juanra. Seguro que ayuda
Sinclair
Joe muchas gracias por vuestros comentarios :)
Os dejo mi blog por si os apetece pasaros a cotillear ;) http://detextomistextos.blogspot.com
Estoy de acuerdo en lo que pones, Juanra, y tu crítica a los profesores está más que justificada. Pero hay algo en lo que no estoy de acuerdo. El amor a la lectura puede surgir en el colegio o en el instituto, pero ante todo se mama en casa y es ahí donde debería nacer. Quiero decir con esto que la responsabilidad de los profesores es grande pero no la llevan sólo ellos. Cuántos padres no leen nunca? Y eso sin ser de la generación del ordenador. Y por qué iban a leer los hijos entonces? Porque les toque un profesor motivante?
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