Entre esos comentarios, me ha parecido necesario copiar aquí el testimonio de Patri, una buena amiga -y excelente profesora- que trabaja en Infantil. Ha sabido plasmar, en tan solo unas líneas, uno de los males endémicos de nuestra profesión: la manía (constante) de echar balones fuera. Los problemas nunca son nuestros, sino de quienes han estado antes que nosotros. De este modo, si un alumno tiene mal nivel en Bachillerato, el profesor de ese curso dirá que es culpa de lo mal que lo preparon en la ESO, el de la ESO culpará al de Primaria, el de Primaria al de Infantil... y así hasta el infinito (y más allá, que diría Buzz Lightyear), en una cadena movida por el elitismo (ese terrible "yo soy más que tú") y por la nula capacidad para valorar el trabajo ajeno.
¿Cómo se puede ser profesor (de cualquier nivel) y no tener la más mínima sensibilidad hacia la labor que se ejerce en las diferentes etapas educativas? ¿Cómo se puede trivializar el esfuerzo y el trabajo de tantos y tantos profesionales? ¿Cómo se pueden obviar las dificultades que supone cada edad y cada momento vital? No debería suceder, pero -es obvio- sí sucede, porque es más cómodo pensar que se equivocan los demás antes que aceptar que tal vez nos equivocamos nosotros.
El éxito y el fracaso suelen tener causas colectivas. Asumir eso, lamentablemente, podría aproximarnos conceptos tan peligrosos como el trabajo en equipo (¿trabajar de acuerdo con los otros? ¿primar la coordinación sobre el individualismo?) o la responsabilidad compartida (¿que es culpa mía el qué?). No, mucho mejor seguir ejerciendo de Poncio Pilatos con los lavados de manos pertienentes y culpando a todos los otros de todo lo demás. Seguro que la culpa es suya, por supuesto.
Aquí os dejo el testimonio de Patri. Y, por supuesto, en este blog se admiten -y se agradecen- tantos otros como queráis dar. Nada mejor que la pluralidad de voces. Y de experiencias.
"Estoy en un Colegio de Educación Infantil (nivel al que pertenezco)y Educación Primaria. Vamos, que los alumnos/as no superan los 11 años de edad. Qué duro me resulta estar en un Colegio donde los de Primaria van por un lado y los de Infantil por otro. Donde tenga que escuchar comentarios como "Si hubiera querido limpiar cacas, mocos y aguantar llantos hubiera hecho Infantil" o "No soporto dar clase de Inglés en Infantil y estar todo el tiempo dando saltitos". Que poco valorada se siente una a veces de cara al exterior.
Y más duro es aún, venir de un sitio donde todo eran risas, palabras amables, consejos, agradecimientos, propuestas, ganas de hacer, entusiasmo e implicación y pasar a un lugar donde cuesta esbozar una sonrisa, donde todo son normas, normas y más normas siempre en boca de una misma persona, con falta extrema de coordinación y comprensión; y lo que peor se lleva es la falta de entusiasmo, las ganas, el querer superarse y hacer mucho más, el conseguir cosas, el innovar, el experimentar, las buenas palabras y los reconocimientos por tu buen trabajo.
Pero, como se dice en mi Colegio, es lo que hay y aquí hay que sobrevivir. Unas palabras que sólo me producen pena y tristeza.Lo que no tenemos que perder nunca es nuestra esencia y ser como somos, aunque eso suponga encerrarnos en nuestra clase y cambiar la cara cuando salgamos de ella.
Patri (Profesora de Infantil)"
6 comentarios:
Lo de echar balones fuera es una constante. Yo trabajé durante un tiempo en un colegio. Coincidió con el primer año en el que se realizaron las famosas pruebas de nivel a los alumnos de sexto de la Comunidad de Madrid (cuánto me acordé de aquello al ver la cuarta temporada de The Wire).
En la localidad donde estaba mi colegio, había cinco centros en total. El mío quedó el penúltimo. El último puesto estaba adjudicado de antemano a un centro con un 80% de inmigrantes, la mayoría de ellos recién llegados a España. En cuanto a los otros tres centros, dos de ellos, por cuestiones que no vienen al caso, tenían una ratio de 10-15 alumnos por aula. Y el cuarto, el que quedó el primero, hizo trampas: les pidió amablemente a cierto número de alumnos que se ausentaran ese día.
Nuestro centro se limitó a hacer la prueba sin más. El director había considerado que se trataba de evaluar el estado de la educación que se estaba dando a los chicos, no de una competición. Pero cuando llegaron los resultados lo cierto es que, lógicamente, le escocieron y decidió que algo había que hacer cuando los chicos -sus chicos- eran incapaces de situar Marruecos o Ecuador en su continente.
Convocó un claustro para tratar el tema y buscar una estrategia que reforzara las destrezas básicas. Pretendía que se hiciera al menos un dictado y un ejercicio de comprensión lectora semana en todos los cursos, así como reforzar el cálculo matemático y las operaciones básicas. Tamaña revolución pedagógica fue recibida como un ataque directo contra su labor docente por todo el claustro y comenzó la guerra: el tercer ciclo se quejaba de los pocos conocimientos que traían los chicos de cuarto; el segundo ciclo argumentó que poco podían hacer con lo que les llegaba de segundo; el primer ciclo culpó a Infantil y sus métodos conductista. Y los de Infantil, sin nadie por debajo a quien culpar, acabaron enfrentados al resto del claustro.
La jefatura de estudios, por cierto, se mantuvo al margen en todo este proceso. Bastante tenía con organizar el Belén de Navidad y los murales de Carnaval para que resultaran dignos de admiración, aunque ello supusiera que no participaran en su realización los alumnos.
Lo de echar balones fuera es una constante. Yo trabajé durante un tiempo en un colegio. Coincidió con el primer año en el que se realizaron las famosas pruebas de nivel a los alumnos de sexto de la Comunidad de Madrid (cuánto me acordé de aquello al ver la cuarta temporada de The Wire).
En la localidad donde estaba mi colegio, había cinco centros en total. El mío quedó el penúltimo. El último puesto estaba adjudicado de antemano a un centro con un 80% de inmigrantes, la mayoría de ellos recién llegados a España. En cuanto a los otros tres centros, dos de ellos, por cuestiones que no vienen al caso, tenían una ratio de 10-15 alumnos por aula. Y el cuarto, el que quedó el primero, hizo trampas: les pidió amablemente a cierto número de alumnos que se ausentaran ese día.
Nuestro centro se limitó a hacer la prueba sin más. El director había considerado que se trataba de evaluar el estado de la educación que se estaba dando a los chicos, no de una competición. Pero cuando llegaron los resultados lo cierto es que, lógicamente, le escocieron y decidió que algo había que hacer cuando los chicos -sus chicos- eran incapaces de situar Marruecos o Ecuador en su continente.
Convocó un claustro para tratar el tema y buscar una estrategia que reforzara las destrezas básicas. Pretendía que se hiciera al menos un dictado y un ejercicio de comprensión lectora semana en todos los cursos, así como reforzar el cálculo matemático y las operaciones básicas. Tamaña revolución pedagógica fue recibida como un ataque directo contra su labor docente por todo el claustro y comenzó la guerra: el tercer ciclo se quejaba de los pocos conocimientos que traían los chicos de cuarto; el segundo ciclo argumentó que poco podían hacer con lo que les llegaba de segundo; el primer ciclo culpó a Infantil y sus métodos conductista. Y los de Infantil, sin nadie por debajo a quien culpar, acabaron enfrentados al resto del claustro.
La jefatura de estudios, por cierto, se mantuvo al margen en todo este proceso. Bastante tenía con organizar el Belén de Navidad y los murales de Carnaval para que resultaran dignos de admiración, aunque ello supusiera que no participaran en su realización los alumnos.
Lo publico en dos partes porque todo de una vez me está dando error:
Lo de echar balones fuera es una constante. Yo trabajé durante un tiempo en un colegio. Coincidió con el primer año en el que se realizaron las famosas pruebas de nivel a los alumnos de sexto de la Comunidad de Madrid (cuánto me acordé de aquello al ver la cuarta temporada de The Wire).
En la localidad donde estaba mi colegio, había cinco centros en total. El mío quedó el penúltimo. El último puesto estaba adjudicado de antemano a un centro con un 80% de inmigrantes, la mayoría de ellos recién llegados a España. En cuanto a los otros tres centros, dos de ellos, por cuestiones que no vienen al caso, tenían una ratio de 10-15 alumnos por aula. Y el cuarto, el que quedó el primero, hizo trampas: les pidió amablemente a cierto número de alumnos que se ausentaran ese día.
Nuestro centro se limitó a hacer la prueba sin más. El director había considerado que se trataba de evaluar el estado de la educación que se estaba dando a los chicos, no de una competición. Pero cuando llegaron los resultados lo cierto es que, lógicamente, le escocieron y decidió que algo había que hacer cuando los chicos -sus chicos- eran incapaces de situar Marruecos o Ecuador en su continente.
Continúa el comentario anterior:
Convocó (el director) un claustro para tratar el tema y buscar una estrategia que reforzara las destrezas básicas. Pretendía que se hiciera al menos un dictado y un ejercicio de comprensión lectora semana en todos los cursos, así como reforzar el cálculo matemático y las operaciones básicas. Tamaña revolución pedagógica fue recibida como un ataque directo contra su labor docente por todo el claustro y comenzó la guerra: el tercer ciclo se quejaba de los pocos conocimientos que traían los chicos de cuarto; el segundo ciclo argumentó que poco podían hacer con lo que les llegaba de segundo; el primer ciclo culpó a Infantil y sus métodos conductista. Y los de Infantil, sin nadie por debajo a quien culpar, acabaron enfrentados al resto del claustro.
La jefatura de estudios, por cierto, se mantuvo al margen en todo este proceso. Bastante tenía con organizar el Belén de Navidad y los murales de Carnaval para que resultaran dignos de admiración, aunque ello supusiera que no participaran en su realización los alumnos.
Reconozco que yo he caído en la trampa de "cómo es posible que este crío no haya repetido" pero la verdad es que el sistema de promoción que tenemos posibilita que se cuelen estudiantes que no tienen ni idea: el sangrante caso de los que titulan la ESO con diversificación y luego se matriculan en Bachillerato, o los que titulan con áreas sin superar (en mi caso, inglés) y se te plantan en primero de Bachillerato sin haber aprobado ni un mísero control de tu asignatura.
Y en primaria pasa tres cuartos de lo mismo: los que repiten cuarto o sexto de primaria son los que sus maestros probablemente no sabrán qué hacer por ellos, o no habrán tenido medios para poderlos atender o no habrán sabido porque, y con esto lanzo un tema importante: por qué no nos preparan o nos dotan con medios para atender a los ACNEEs en lugar de acumular fichas y fichas para pintar, dibujar y hacer circulitos para finalmente no llegar a nada porque tienes 20 críos más a los que enseñar.
Inquilino: interesantísima -y muy ilustrativa- la historia que nos cuentas. Lamentablemente, es la tónica general...
Coxis: qué razón tienes..., no puedo estar más de acuerdo contigo. Gracias por explicar en qué consiste esa enorme trampa del sistema de promoción pues, para quienes no trabajan en esto como nosotros, es algo difícil de comprender. Y sobre el tema de los ACNEEs, en fin, es que solo puedo suscribir todas tus palabras. Abrazos
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