domingo, 11 de septiembre de 2011

Motivos para el 14S

Si te importa -de verdad- la educación.

Si crees que todo el mundo merece recibir la mejor formación posible.

Si opinas que es necesario atender a la diversidad y a la singularidad de los alumnos.

Si piensas que las clases de Secundaria no deben albergar a más de 30 estudiantes.

Si te parece que dejar la tutoría a libre albedrío de los centros es una aberración educativa que perjudica a los alumnos y a sus familias.

Si te preocupa que 3000 madrileños más engrosen las listas del paro.

Si te inquieta que se supriman refuerzos, desdobles, orientadores, compensatoria y todos los apoyos que los alumnos con más dificultades necesitan para sacar lo mejor de sí mismos.

Si te enfada que desaparezcan los laboratorios, las prácticas, las actividades extraescolares o el horario de biblioteca por falta de personal para atenderla.

Si no entiendes que se apoye la educación privada desgravando 90 millones de euros a quienes llevan allí a sus hijos y, a cambio, se recorten 80 millones de euros en la pública.

Si te enfada que se destinen más de 100 millones de euros a campañas de autopromoción de la Comunidad de Madrid en lugar de apostar por la calidad educativa.

Si no comprendes por qué Madrid es una de las Comunidades que menos dinero invierte por alumno.

Si piensas que todos tenemos derecho a recibir la mejor de las educaciones.

Si tu idea de excelencia no consiste en segregar, escindir y favorecer solo a unos pocos.

Si no crees en una sociedad que perpetúa en el fracaso escolar a quien no puede pagarse una formación mejor.

Si defiendes la educación pública como uno de los pilares esenciales de cualquier sociedad democrática.

Si sabes que la educación no es gasto, sino inversión.

Si no estás de acuerdo con que recorten el porvenir de tus hijos. De tus alumnos. O el tuyo propio.

Si piensas que el futuro de un país sin una educación pública fuerte es desolador, oscuro y negro.

Entonces -solo entonces-, súmate a nosotros, ven a la manifestación del 14S y tíñelo de verde.

viernes, 9 de septiembre de 2011

Primeras consecuencias

Ayer, tras enterarme gracias a las irresponsables -y gravísimas- declaraciones de la inefable Lucía Figar (nuestra Consejera de Educación) de que los manifestantes por la educación pública éramos todos "liberados sindicales y agresores de peregrinos" (¿...?), también conocí -de primera mano- algunas de las primeras consecuencias de los recortes en mi instituto.

De momento, somos -definitivamente- diez profesores menos que hace dos cursos y ocho menos que el año anterior. Esto ha supuesto que los docentes tuviéramos que elegir entre mantener las tutorías o suprimirlas e intentar conseguir algún desdoble. Hasta la fecha, ambas situaciones eran posible, de modo que, además de atender a los chicos en una hora de tutoría semanal, podíamos dividir en dos subgrupos las clases que lo necesitaban para impartir asignaturas como Lengua, Matemáticas o Inglés. Este curso, sin embargo, tras votar -por abrumadora mayoría- a favor de mantener las -imprescindibles tutorías: pueden leer en este artículo que publiqué en El País por qué son algo irrenunciable en la ESO- hemos de asumir la supresión de la mayoría de los desdobles con los que hemos podido ayudar a los chicos en los cursos anteriores. En mi departamento (Lengua), por ejemplo, solo un grupo podrá ser desdoblado. Todos los demás -ni en 1º, ni en 3º, ni en 4º de la ESO- permiten esa posibilidad y, por supuesto, aumentará notablemente la ratio por aula.

Tampoco habrá profesor o profesora de Compensatoria, de manera que los alumnos con más problemas no dispondrán de esa ayuda extra tan necesaria. Para colmo, la presencia de un único orientador -en este caso, orientadora- en los centros de Secundaria hace que su labor sea poco menos que titánica (¿un solo profesional para atender a TODOS los alumnos?) y me recuerda claramente a la situación que traté de denunciar con el personaje de Mayte en La edad de la ira. Lamentablemente, esa situación supuestamente de ficción se ha convertido este curso en cruel y tristísima realidad.

Asimismo, y aunque el nuestro sea un centro bilingüe, la directora nos anunció que no podrán mantener los desdobles en inglés, ni siquiera a costa de que ella misma -que pertenece a ese departamento- imparta un número de horas lectivas muy superior a la exigida a alguien que ocupe su cargo. También desaparece la semana de exámenes de Bachillerato o, al menos, habrá que replantearse cómo va a llevarse a cabo en adelante. En esa semana, los chicos tenían todos los exámenes finales en cuatro días en los que no recibían clases, para que pudieran concentrarse en sus pruebas. Ahora, sin embargo, no tenemos profesores suficientes para cubrir ese sistema -que supone modificar el horario de diversos docentes durante una semana por evaluación- así que lo más probable es que esa fórmula desaparezca, de modo que los perjudicados -una vez más- sean nuestros alumnos.

Y es que, diga lo que diga la Consejería, las víctimas del conflicto no son solo los 748 funcionarios que a día de hoy siguen sin destino, ni los 3000 interinos -grandísimos compañeros ninguneados por la Comunidad de Madrid- que están injustamente en la calle, ni los docentes que sí tenemos centro y vemos cómo nuestras condiciones laborales se deterioran a pasos agigantados. No, las grandes víctimas de todo esto son -y eso nos entristece y apena profundamente a quienes nos importa la educación- nuestros alumnos, a quienes se les intenta negar una educación digna y, con ello, un futuro mejor.

Por supuesto, tampoco está nada claro cómo se podrán hacer los horarios, ni cómo se cubrirán las guardias, ni quién atenderá la biblioteca, ni... En mi caso, impartiré 21 horas lectivas, así que tendré que hacer malabares (¿cómo?) para mantener a flote la revista del centro y el grupo de teatro, dos actividades que hacía por las tardes de forma no remunerada y que no querría suspender por la implicación que muchos alumnos tienen en ellas. Sin embargo, la realidad me hace dudar sobre su continuidad, pues habré de asumir no solo esa ingente carga lectiva, sino también todas las tareas que los compañeros que faltan ya no harán y que deberemos repartir entre quienes estemos allí.

Esto, en cualquier caso, no es más que el principio. Las consecuencias de este ataque contra la educación pública se irán viendo -y agudizando- en cuanto empiece el curso. De ahí que el lunes por la mañana, alumnos y profesores de mi centro vayamos a trabajar en la elaboración de pancartas y carteles en defensa de la escuela pública. Que los padres y profesores nos reunamos ese mismo lunes por la tarde en asamblea para analizar los recortes. Y que yo siga con mi "tour mediático" intentando explicar -ya he perdido la cuenta...- por qué los #profesoresinEsperanza nos hemos sumado con padres y alumnos en esta #mareaverde por la educación pública. Por si alguien aún tiene dudas de ese porqué, dejo aquí el podcast de mi entrevista en RNE, con Toni Garrido y Elvira Lindo, así como el enlace de la que compartí con Ángel Gabilondo en el especial sobre educación de Hora 25 (a partir del minuto 33).

Si son padres, si son alumnos, si son profesores o si, simplemente, son ciudadanos a quienes les parece que la educación pública es un pilar esencial en cualquier sociedad democrática, ayúdennos a seguir difundiendo estos datos. Reales, concretos, singulares... Y, lamentablemente, atroces.








Entrevista en RNE (Asuntos Propios) con Toni Garrido y Elvira Lindo (Desde el minuto 25)

miércoles, 7 de septiembre de 2011

Alcalá 32

Ha sido, sobre todo, emocionante: la concentración más masiva del profesorado y la comunidad educativa desde hace años. Y eso que, como no podía ser menos, también se palpaba la tristeza en el ánimo de muchos, pero -a cambio de ese comprensible desgarro- hemos comprobado que el ataque contra la educación pública nos ha unido a profesores, padres y alumnos como pocas veces se había logrado. Un revulsivo que, a buen seguro, vendrá bien para limar asperezas, hacer autocrítica, tender puentes y tratar de sacar a flote un sistema educativo que otros quieren perpetuar en el fracaso. Y peor aún, desmantelarlo hasta que la educación sea privilegio -elitista y privatizado- de unos pocos.


Familias completas, docentes de toda suerte de generaciones, alumnos -qué extraordinario resulta verles protagonizar, con su vehemencia y su espíritu crítico, estas protestas- y, por supuesto, también otros ciudadanos que -simplemente- querían sumarse a la reivindicación a favor de uno de los pilares básicos de toda sociedad democrática. Hay quien insiste -con ignorancia y/o afán de sabotaje- en que esto es una movilización política, quien se empeña en ver siglas donde solo había un verde intenso y heterogéno, un verde bajo el que nos hemos reunido gentes de todo tipo de tendencias y orientaciones políticas, un verde bajo el que se han borrado siglas y donde quienes más estamos dando la cara en todo tipo de medios no pertenecemos a partido ni sindicato alguno. Por eso, porque nuestro movimiento es una lucha sin siglas, una guerra por algo que nos pertenece a todos, hay quien se empeña en desvirtuar su sentido. Sin ningún éxito, por supuesto.


Esta tarde no había ni rastro de esa negatividad en la concentración, en esa #mareaverde de #Alcalá32 (las dos etiquetas con las que hemos llenado de imágenes y consignas las pantallas de Twitter). Por eso, aunque todo cuanto estamos viviendo sea doloroso y cruel, no podemos caer en el desánimo, no podemos permitir que la tristeza y la desilusión que intentan imponernos puedan con nuestras ganas de plantar cara, de decir que no al desmantelamiento progresivo de la educación pública. Por ello, habrá que ir anotando ya la siguiente fecha y el próximo evento confirmado: la manifestación del 14 de septiembre.


Y espero -de veras que lo espero- que esta revolución también sirva para sacarnos a los profesores del letargo en el que hemos vivido los últimos años, un letargo que requiere una reacción profunda a medio y largo plazo, buscando soluciones entre todos para frenar las elevadas tasas de fracaso y abandono escolar. Porque es obvio que el sistema, tal y como está planteado, no funciona. Y sin embargo, también es obvio que hace años -no muchos, por cierto- sí lo hizo. Habrá que reflexionar, sacar conclusiones y, por supuesto, mantener la conexión padres-alumnos-profesores que se está fortaleciendo en estos días. Pero, para poder hacer todo eso, necesitamos una Administración que nos apoye, que nos defienda (sin carteles: preferimos los hechos), una Administración que invierta en la enseñanza y que sepa escuchar -por una vez- a quienes vivimos su realidad a pie de aula.


De momento, y sin caer en triunfalismos -éramos muchos, sí, pero debemos ser aún MUCHOS más-, tenemos que estar satisfechos del éxito de la concentración. De la implicación de todos en ella. De la sensación de energía y fuerza que se transmitía esta tarde en la calle Alcalá. Una energía y una fuerza que debemos mantener por nuestros compañeros interinos, por nuestros alumnos de Secundaria y Bachillerato, por nuestros colegas funcionarios sin destino, por todos los que asumiremos una carga laboral imposible de cubrir sin los compañeros ausentes y, en definitiva, por el bien de la pública.

Gracias, a quienes habéis estado ahí, por hacer posible este comienzo. Y ahora, sigamos.

Con nombre propio


En mi instituto faltan nueve profesores. Nueve profesionales de los que parte se suman a los más de tres mil interinos que ya no tienen trabajo y, otra parte, a los más de mil funcionarios con plaza a los que nadie les ha asignado aún un destino. A cambio, la Consejería nos promete a quienes sí nos quedaremos alguna que otra (humillante) limosna -supongo que con intenciones de acallar una voz que es cada día más fuerte- como los 75 euros mensuales con los que, dicen, remunerarán las tutorías.

No deja de ser irónico que, tras acusarnos de irresponsables, insolidarios y egoístas, ahora pretendan solucionar el conflicto a base de dinero, ignorando que no estamos peleando por ello, sino por la dignidad y la calidad de la enseñanza pública. Una dignidad que, por supuesto, necesita tanto de esos insustituibles profesionales como de las tutorías, dejadas al libre albedrío de los centros en un ejercicio de absoluta irresponsabilidad educativa (¿cómo se puede desproteger a los alumnos y a sus familias de esa manera?), tutorías cuya supresión resulta incomprensible -no supone ahorro alguno- y que exigen una implicación muy difícil de recompensar económicamente, por mucho que ciertas voces -véase a la ínclita pensadora de las peras y las manzanas- se sumen al discurso de lo vagos que somos los docentes.

Quizá porque los recortes de este año, además de salvajes, tienen nombre propio en todos los centros; quizá porque los padres y los alumnos se han sumado a nosotros e incluso han tomado, en algunos casos, la iniciativa; o, quizá porque lo que nos estamos jugando va más allá de una simple reivindicación gremial, ayer -en la asamblea que se celebró en mi instituto- no fue difícil ponernos de acuerdo. Todos sentíamos de la misma manera. Todos respirábamos la misma rabia y, al mismo tiempo, idéntica ilusión. Porque lo hermoso de este movimiento -por algo lo hemos teñido de verde- es que no luchamos desde el derrotismo, sino desde la fe en la enseñanza, en la educación, en la escuela pública. Y si hay algo que tenemos claro es que la educación pública no solo es el recurso -imprescindible y necesario- para que toda familia pueda dar a sus hijos una buena educación, sino que la educación pública ha de ser -de nuevo: porque hubo un momento en que lo fue- la mejor de las educaciones posibles.

En ese sentido, le agradezco muchísimo a la Consejera de Educación, a nuestra Presidenta y hasta a la autora del símil LGTB-frutal, que hayan levantado en armas a padres, alumnos y docentes, porque con ello han conseguido despertar la (necesaria y, a veces, olvidada) autocrítica, así como las ganas de renovación de mi colectivo, hoy dispuesto a que la educación vuelva a ocupar un lugar importante en la sociedad, recuperando para ello la cohesión entre familias y profesores. La campaña de desprestigio de la Comunidad de Madrid ha sido tan torpe y falaz que cada nueva palabra ha contribuido, aún más, a que creciera esa marea verde que esta tarde llenará la concentración en Alcalá 32.

Una marea verde donde todos llevaremos con nosotros un sinfín de nombres propios que le dan sentido a esta lucha: nombres de profesores interinos que no tienen trabajo este año, nombres de profesores funcionarios que siguen esperando un lugar de destino y, cómo no, nombres de todos los alumnos que sabemos que se verán perjudicados por esta sinrazón, por este recorte salvaje, por este ataque contra el que ha de ser pilar de toda sociedad democrática. Por ellos, por esos alumnos -que, como ya escribí en La edad de la ira, son la única fe inamovible que tengo dentro de este sistema- iremos hoy a esa concentración. Y por ellos, también, perderemos días de sueldo en las huelgas, y llenaremos Madrid de acciones de protesta, y -si hace falta- volveremos a levantar adoquines para comprobar si quedan rastros de aquel -hoy tan lejano- mar.

Y, en el proceso, no crean que nos conformaremos con un canto victimista, ni con un autohomenaje compasivo, sino que haremos autocrítica de aquello que podamos mejorar, de todo lo que nos haga más fuertes, más creíbles, más presentes y, sobre todo, más visibles. En esta crisis -en este ataque contra lo público- el trabajo codo con codo entre docentes, padres y alumnos permitirá ese autoanálisis y, más aún, hará que todos recuperemos el lugar que merecemos en la escuela pública, uniendo -con fuerza- a la comunidad educativa. De modo que los centros renueven sus energías y que el verde de esta marea sirva no solo para oponerse a quienes pretenden desmantelarnos, sino también para fortalecer los principios que nos sostienen.

Ayer, al mirar la unanimidad del claustro de mi centro (compuesto -como en cualquier otro instituto público- por profesores de todo tipo de partidos e ideologías), me sentí orgulloso de formar parte de ellos. De los más veteranos, que hicieron un análisis duro y claro de cómo ha sido el deterioro educativo en las últimas décadas. De los más jóvenes, cargados de razones e ideas para cambiarlo todo (o, al menos, para intentarlo). De todos los compañeros que, ayer, se convirtieron en una sola voz, en un sinfín de propuestas, en una mirada triste cuando los nombres -de colegas y alumnos- vienen a nuestra mente, pero también ilusionada cuando la acción -verde y rotunda- se alza como instrumento y como defensa.

Esta tarde, en la concentración, pensaré en esos nombres. En J., un estudiante de 3ºESO que este año ya no tendrá profesor alguno de compensatoria que le sirva de apoyo. En T., una interina excelente que ayudó a ciertos alumnos en un grave problema tutorial. En M., un alumno que me marcó y con quien aprendí lo importante -y lo compleja- que es la labor tutorial. O en R., que tras años de interinidad sacó su oposición y, sin embargo, este año no tiene centro en el que trabajar. Y así, en cada lema, pensaré en un rostro. En una identidad. Porque los 80 millones que se han recortado en la pública -frente a los 600 millones que la Comunidad madrileña ha invertido estos dos años en autopublicidad- se traducen en profesionales en el paro, docentes sin medios y alumnos sin futuro. Un futuro por el que lucharemos, con todas nuestras fuerzas en esta marea verde por la educación pública. Porque les pertenece.

domingo, 4 de septiembre de 2011

Marea verde


La de hoy está siendo, sin duda, una jornada intensa. Un domingo en el que muchos nos hemos lanzado a la calle para teñirla de verde, ese verde que se ha convertido -desde hace ya meses- en el símbolo de una lucha de todos: la defensa por una educación pública digna y de calidad. Una educación pública que ciertos políticos intentan socavar en un acto de -si somos ingenuos- puro cortoplacismo o de -si somos realistas- afán por privatizar lo que es público y convertir en accesible solo para unos pocos lo que ha de ser de todos.

Así que, esta mañana, a las 11 h. nos hemos reunido muchos profesores en Vitruvio, 11, apoyar con nuestra presencia a los compañeros que permanecen encerrados allí desde este viernes (¡ánimo y gracias a toda la gente de @encierroJPD!). Y lo mejor es que no solo éramos docentes, sino también padres, madres, familias completas y más de un presidente y de una presidenta de diversas AMPAS.

Acudieron los medios, algunos con intenciones de tergiversar lo que se decía, otros por puro afán informativo. Y, de repente, el color verde ha vuelto a colarse en los telediarios de las tres -La 1, Cuatro, la Sexta...- y se han oído las voces que -más allá de cualquier otro color político que no sea este verde de la escuela pública- clamamos contra el destrozo de la educación. Contra la agonía que -si nos cruzamos de brazos- seguirá viviendo -y sufriendo- todo lo público.

Entre otros pequeños -o grandes- logros, los tuiteros hemos conseguido que el lema #encierroVitruvio se convirtiera en "trend topic" (perdonen el anglicismo, que luego mis detractores -que van siendo cada vez más, me temo- ya se encargarán de criticar). Y esto, aunque parezca una simple anécdota, no lo es en absoluto. La visibilidad -ya sea en la red, ya en la calle- no es jamás algo nimio, sino un arma eficaz y necesaria. Y en eso tendrán que disculpar que aluda a otro de mis luchas cotidianas, pero llevo muchos años trabajando en temas de igualdad del colectivo LGTB como para no insistir en la importancia de la visibilidad a la hora de concienciar, movilizar y conseguir unos objetivos claros y no siempre sencillos.

Por eso, supongo, me ha desanimado un poco que faltaran en la concentración muchos de mis compañeros. Ya fueran funcionarios con plaza, ya algunos de los más de 1000 funcionarios en expectativa y -a fecha de hoy- aún sin destino, ya cientos de los 3000 interinos que no podrán trabajar con nosotros este año. Éramos muchos, sí, pero no tantos como debemos ser. No tantos como es preciso que seamos si queremos que se nos escuche.

Hay quien insiste en que es preciso hacer huelgas salvajes, o tomar medidas radicales, o emprender acciones más dañinas. Yo, honestamente, creo que no hay daño mayor para nuestra -cerrada- Consejería que seguir siendo visibles para que la sociedad sepa, en realidad, en qué consiste el modelo educativo -privatizador y elitista- que defienden. No hay mayor daño -y más aún, en unos meses de tensión preelectoral- que seguir sumando fuerzas para demostrar que esta no es una lucha solo de los profesores sino, como ha quedado patente hoy en Vitruvio, de toda la comunidad educativa.

Pero para que todo eso surta efecto, para que los medios sigan haciéndose eco de nuestras demandas, para que nuestra voz se siga escuchando con fuerza en defensa de la dignidad de nuestras aulas y del futuro de nuestros alumnos, hemos de ser muchos no solo en la red -ya sea en Twitter, ya en Facebook, ya en un blog...- sino, sobre todo, en las calles. Llenándolas de verde. De consignas que, como las de hoy, recuerden que no se puede seguir recortando en la escuela pública mientras se apuesta, de forma obscena de puro obvio, por la privada y por la concertada religiosa.

Durante un momento sentí, lo confieso, una cierta inquietud ante las ausencias. Pero, por otro lado, un compañero -¡cuánta gente estupenda estoy conociendo en esta larga lucha!- me ha convencido de que todo esto es un largo proceso, de que la impaciencia no conduce a nada, de que estamos siendo muchos más de los que hemos sido en todos estos últimos años. Y gracias a esas palabras he pensado que sí, que lo de hoy es un importante paso más, otra batalla en una guerra muy complicada donde, sin embargo, cada vez sumamos más apoyos y alianzas.

Por eso hoy escribo este post, para dar las gracias a quienes habéis estado -a las 11, a las 18, a cualquier hora- allí. Y, sobre todo, para pedir que nadie falte a la concentración del miércoles 7 a las 18 h. frente a la Consejería de Educación (c/ Alcalá 32). Porque esa tarde la asistencia ha de ser masiva. Descomunal. Abrumadora. Esa tarde ha de ser de todos los que creemos en la educación pública. Da igual quiénes seamos. Profesores, padres, alumnos... En definitiva, ciudadanos.



sábado, 3 de septiembre de 2011

Desprestigio e irresponsabilidad

La desunión y el desprestigio. Dos armas fáciles -tan peligrosas como irresponsables- y muy eficaces en tiempos de crisis. Esos son los instrumentos que la Consejería de Educación está empleando contra sus profesores en un acto de cinismo que nos hace recordar aquella -vana y derrochadora- campaña del "Apoya a tus profesores" como un carísimo (1'8 millones de euros, nada menos) ejercicio de humor negro.

Es irresponsable que nuestra Presidenta afirme ante las cámaras televisivas que trabajamos solo 18 horas y que aumentar esa cifra a 20 es lo menos que podemos hacer para no agraviar comparativamente al resto de los madrileños. Es irresponsable que solo corrija esa falaz cifra a través de su cuenta de Twitter, jamás en un medio masivo como los empleados para el desprestigio de nuestro colectivo. Es irresponsable que los medios -no todos, pero sí la mayoría- sigan presentando esas famosas dos horas como el núcleo del conflicto. Y es irresponsable, en definitiva, que se convierta en chivo expiatorio a un colectivo -el del profesorado de la pública- que resulta un blanco fácil para la ira de quien, lamentablemente, no goza de una posición laboral estable.

En ese continuo libelo contra los docentes -que tan rápidas adhesiones consigue desde una posición acrítica-, se obvian datos insignificantes, nimios, apenas perceptibles, como los siguientes:

- se silencia que la mayoría de los profesores madrileños ya teníamos horarios con 19, 20 y hasta 21 horas lectivas durante los dos cursos pasados (en mi caso, por ejemplo, en 2010-11 tuve 19 horas lectivas dentro de las 37,50 h de mi horario oficial: repito, solo del oficial), pues éramos conscientes de los recortes y fue preciso hacer esas ampliaciones poder mantener los desdobles y grupos flexibles, imprescindibles en Secundaria;

- se omite el hecho de que la mayoría de asociaciones de padres -así como la FAPA (Federación de la Comunidad de Madrid de Asociaciones de Padres de Alumnos)- se han sumado en numerosos comunicados a nuestras reivindicaciones y las apoyan sin fisuras, pues son conscientes de que esta no es una pelea de gremio, sino una lucha por el sistema educativo público, por su necesaria pervivencia y su (ahora arrebatada) dignidad;

- se pasa por alto que no solo se está contribuyendo a un aumento del paro en nuestra Comunidad, gracias a los 3000 interinos que ya no trabajarán este año, sino que, además, se deja sin centro a otros 1000 funcionarios -con plaza- que no saben si impartirán clase o no durante este curso (tal y como informaba hoy, al fin, El País), a pesar de que los institutos siguen bajo mínimos y en los claustros resulta imposible comenzar las clases sin abarrotar las aulas;

- se silencia que la crisis y la protesta de padres y profesores se agravó e intensificó cuando se suprimieron las tutorías -curiosamente, solo en la pública-, algo que supone más trabajo para el docente y que, sin embargo, exigimos quienes creemos de veras en la educación, quienes sabemos de su importancia para la convivencia y el éxito escolar, quienes somos conscientes de la cantidad de problemas (son adolescentes, ¿lo recuerdan?) que se pueden llegar a afrontar en un aula de Secundaria;

- se calla la realidad de que, para ser un colectivo tan egoísta e insolidario, esta es una movilización en la que no hemos incluido una sola reivindicación salarial: no estamos pidiendo que se mejoren nuestras condiciones (es más, hemos rechazado las migajas que nos propone la Consejería). No estamos peleando por mantener privilegio alguno, estamos diciendo que podemos asumir esas horas de más si nuestros compañeros -esos 3000 interinos, esos 1000 funcionarios en expectativa- ocupan sus lugares en las aulas y nos ayudan en nuestra tarea educativa por el bien de nuestros alumnos;

- se oculta que la protesta no nace de un sentimiento corporativista -pueden ojear muchos posts de este blog para hacerse una idea de hasta qué punto detesto, en cualquier ámbito, el gremialismo- sino de la necesidad de reivindicar la calidad y la dignidad de la educación pública, a la que se le han recortado 80 millones de euros mientras se entregaban -vía regalo fiscal- 90 millones de euros a la privada;

- se disfraza la crisis educativa con proyectos autobombásticos, como el bilingüismo (¿cómo se trabajará ese bilingüismo, por cierto, en centros sin posibilidad de crear grupos de conversación?) o la excelencia (reservada a un único centro en toda la Comunidad y negada, de plano, a todos los demás alumnos de nuestra región) y se tapa así la supresión de refuerzos, desdobles, grupos flexibles y figuras tan necesarias como las de los orientadores y los profesores de Compensatoria (en mi centro, por ejemplo, no habrá ninguno en este curso), cuya labor con los alumnos con más problemas es, simplemente, insustituible;

- se aleja del debate el recorte de plazas para alumnos en FP y en Escuelas de Idiomas, algo que convierte a ambas enseñanzas en un futuro reducto exclusivo solo para aquellos que puedan pagárselas en la educación privada;

- se obvia que el profesorado sufrió y aceptó un recorte salarial -como todos los funcionarios- el curso anterior y que, si bien hemos contribuido a pagar la crisis (ajena) con una parte importante de nuestras nóminas, no recordamos -por contra- haber recibido beneficio alguno en tiempos de bonanza;

- se oculta que Madrid es una de las Comunidades que menos invierte por alumno y se insiste en que se busca la excelencia aunque se fomente, de facto, la mediocridad.

En síntesis, desde la Comunidad y su Consejería, se nos presenta a los docentes como el enemigo y se busca una catarsis rápida de las iras ajenas, haciendo alusión a nuestro -impopular- estatus de funcionarios -sin explicar jamás el proceso de años de estudio y las renuncias que eso conlleva, por cierto- y convirtiéndonos en privilegiados que se quejan de puro vicio. Y de puro vagos.

Es irónico que, para ser tan vagos y tan egoístas, nuestras demandas -en caso de ser atendidas- no vayan a servir para mejorar nuestras condiciones laborales. Por ejemplo, en mi caso, que soy funcionario con una plaza fija y destino laboral asegurado, veré cómo disminuye mi sueldo por cada día de huelga para, en caso de ser escuchados, acabar trabajando las mismas horas y por el mismo sueldo. Pero estoy dispuesto a perder cada euro que sea necesario para que mis compañeros recuperen sus puestos de trabajo y mis alumnos tengan la educación que se merecen, en aulas con ratios adecuadas, en centros con profesores suficientes, en un sistema educativo público que ha costado mucho crear y que ahora, ante los ataques salvajes de la Consejería, es momento de defender.

jueves, 1 de septiembre de 2011

No son dos horas

Es admirable lo bien que funcionara la maquinaria propagandística de quienes ostentan el poder. Una maquinaria que ha convencido, en apenas unas horas, a gran parte de la opinión pública de dos hechos que son completamente falsos:

1. Se afirma que el horario actual de un profesor de Secundaria son 18 horas semanales, cuando es -en realidad- de 37,50 h. Contamos aquí -por supuesto- solo las horas legales, pero no las horas extra no remuneradas que muchos de nosotros dedicamos voluntariamente a otras tareas educativas, tales como actividades extraescolares, salidas, viajes, grupos de teatro, jornadas culturales, revistas escolares..., iniciativas que la Consejería no reconoce en modo alguno.

2. Se insiste en que nuestra protesta y la futura (posible) huelga se debe al aumento de 2 horas lectivas y se omite su verdadero móvil: el desmantelamiento de la educación pública.

Sobre esta segunda falacia, y dejando a un lado que una hora lectiva se multiplica por otras tantas horas de trabajo fuera del aula, solo haré algunas puntualizaciones (a las que seguro que mis compañeros pueden aportar muchas más...):

1. No nos quejamos por 2 horas más, pues muchos de nosotros ya dábamos 19, 20 o incluso 21 horas lectivas en cursos anteriores. Somos conscientes de la crisis (es triste tener que volver a recordar que asumimos un notable recorte salarial hace solo unos meses) y por ello mismo, muchos -por no decir todos- estamos dispuestos a asumir ese aumento de horas siempre que se respeten las plantillas y los cupos de profesores actuales. Así, por ejemplo, si en mi centro todos aumentamos 2 horas lectivas pero no se recortan los 10 profesores que han sido suprimidos, podremos hacer desdobles, grupos flexibles, clases con menos alumnos y atender, en definitiva, a nuestros chicos con la dignidad y la dedicación que merecen.

2. El motor de la protesta no es, por tanto, el aumento de horas, sino el recorte de profesores. Recorte que supone dejar en la calle a más de 3000 docentes y hacinar a los alumnos en aulas que superarán, con creces, los 30 alumnos por grupo.

3. Nuestro objetivo no son esas dos horas, nuestro objetivo es defender la enseñanza pública, que se está viendo atacada de modo salvaje y tenaz, con medidas como las siguientes (solo son un tímido extracto de lo que está ocurriendo):

- recorte de casi 100 millones de euros en la pública (la Consejería admite, al menos, 80 mill €);

- "regalo" fiscal de 90 millones de euros a la privada (a través de desgravaciones a quienes puedan pagarse allí la matrícula de sus hijos);

- supresión de las tutorías que dejan de ser hora computable para profesores y alumnos y quedan al libre albedrío del centro, con el consiguiente perjuicio de las familias más desfavorecidas;

- supresión de plazas para nuevos alumnos en FP, EOI, Artes musicales y escénicas..., convirtiendo la enseñanza profesional, de idiomas y artística en un reducto que acabará siendo exclusivo de aquellos que puedan pagarse esa formación;

- supresión de refuerzos, desdobles, orientadores y profesores de Compensatoria (en mi instituto no habrá ni uno solo este año, por ejemplo), lo que más allá de exigir que cada profesor atienda a más 30 alumnos por clase, perjudicará tanto a quienes destaquen por sus altas capacidades como a quienes tengan problemas por lo contrario: todos deberán estar en el mismo grupo al no haber profesores suficientes en el centro para dividirlos por niveles; etc.

Por supuesto, se puede estar o no de acuerdo con estos motivos. Se puede estar o no de acuerdo con nuestra huelga. Se puede estar o no de acuerdo con nuestra lucha por la educación pública. Pero, más allá de la necesaria -y sana- diversidad de opiniones en que se basa toda democracia, no se puede mentir y afirmar que nuestra protesta se hace por un motivo que no es -ni mucho menos- el que nos ha hecho unirnos a padres, alumnos y profesores -de todo tipo de ideologías- por un fin común. Un fin que, desde luego, no son esas 2 horas (¿alguien cree, de veras, que toda la comunidad educativa se levantaría en armas solo por algo así?), sino el desmantelamiento progresivo -y alarmante- de un pilar de toda sociedad: la educación pública.