martes, 30 de agosto de 2011

Carta (comentada) de nuestra Presidenta

Por si los salvajes recortes de este curso no fueran suficientes, nuestra Presidenta -Esperanza Aguirre- ha decidido incluir en nuestra nóminas una carta -sí, una fotocopia para cada uno de los 18000 profesores de Secundaria de la Comunidad- en la que, de forma demagógica, se nos explica por qué debemos hacer "un mayor esfuerzo" y actuar "con generosidad y sentido del deber".

El texto, escrito en un tono paternalista que ataca nuestra inteligencia, obvia el verdadero sentido de nuestras demandas, aporta datos completamente erróneos (afirmando que, hasta la fecha, solo trabajábamos 18 horas semanales) y contribuye, además, a deteriorar nuestra imagen ante la opinión pública, desinformando sobre la naturaleza de estos recortes y convirtiéndonos en un colectivo egoísta e insensible. Tras el despilfarro de 1'8 millones de € que la Comunidad llevó a cabo el curso anterior con su campaña "Apoyemos a nuestros profesores", resulta aún más escandaloso este nuevo acto de desprestigio.

Como creo que la carta -que reproduce hoy El Mundo en su sección M2, a quienes personalmente agradezco que ayer fomentaran el tag #OpinoEducación, donde muchos expresamos y compartimos nuestra visión sobre este complejo asunto- no tiene desperdicio, les dejo aquí su contenido incluyendo con (entre corchetes y en cursiva) mi (subjetiva) exégesis. Seguro que ustedes, padres, profesores y alumnos, también tienen la suya... Y les invito a compartir su punto de vista -sea el que sea, que en eso consiste debatir- vía Twitter con el ya mencionado tag #OpinoEducación, así como en la sección de comentarios de este blog. Hagamos que se nos oiga y expliquémonos: es preciso y urgente.


"Queridos Profesores de Educación Secundaria de la Comunidad de Madrid:
[Queridos, aquí, debe de ser un eufemismo, supongo. Pero dejemos a un lado los matices semánticos...]

Dentro de pocos días comenzamos el curso académico 2011-2012 y creo que todos sabemos que vamos a hacerlo en medio de una de las situaciones económicas más difíciles por las que ha pasado España en las últimas décadas. [Se agradece que nos aclare el contexto socieconómico, porque -como profesionales de la enseñanza- seguro que ninguno estábamos al tanto de ello.] Todos, tanto los analistas de la economía como los responsables políticos [es decir, el sabio e inteligente papá Estado, ese al que los malísimos docentes no queremos oír] estamos de acuerdo en que para superar esta situación es indispensable que las Administraciones Públicas ahorren y reduzcan su nivel de gasto y endeudamiento [aquí se omite el divertido dato de los 90 millones de € que "regala" la Comunidad de Madrid en concepto de desgravaciones fiscales a quienes matriculen a sus hijos en la privada: ¿en ese apartado no sirve el concepto de "reducir nivel de endeudamiento"?]

Soy plenamente consciente de que, con las instrucciones para el nuevo Curso Académico, en las que se indica que todos los Profesores de Educación Secundaria tienen que completar su horario hast las veinte horas semanales, en lugar de las dieciocho actuales, [un pequeño gazapo: el horario actual no es de 18 horas semanales, sino de 37'5: y eso sin contar con todo el tiempo extra que dedicamos a preparar clases, corregir exámenes, elaborar materiales..., por no sumar las horas -no remuneradas y voluntaristas- que empleamos para desarrollar actividades extraescolares, como preparación de los alumnos para olimpíadas matemáticas, ortográficas o de biología; elaboración de revistas escolares; creación de grupos de teatro; organización de semanas culturales, visitas o salidas, etc.] se les está pidiendo un mayor esfuerzo [está visto que el haber asumido -y sufrido- la bajada de sueldo impuesta a todos los funcionarios -con la consiguiente pérdida de poder adquisitivo que ha supuesto- no se considera esfuerzo alguno] Pero pueden estar seguros de que ese esfuerzo no se les pediría si no fuera totalmente necesario, dada la situación crítica por la que atraviesa nuestro país. Basta con mirar alrededor o leer la prensa diaria [aquí, nuestra Presidenta vuelve a tratarnos como si fuéramos unos críos y asume que, básicamente, no lo hacemos] para comprobar cómo los comercios cierran, las empresas despiden, los jóvenes van a engrosar las listas del paro [listas que engrosarán aún más con los jóvenes no preparados que, por culpa de estos salvajes recortes, saldrán de nuestras aulas, de cuya elevadísima ratio no hace mención alguna] y cada día hay más familias con todos los miembros desempleados [de ahí que no se entienda que se apoye la educación privada y concertada en vez de la pública, única esperanza para esas familias de las que se habla y que se describen con un tono que, de puro melodramático, capacita a nuestra Presidenta para la futura creación de amenos y lacrimógenos folletines].

La medida que la Consejería de Educación ha adoptado va a suponer un ahorro de cerca de 80 millones de euros [¿se puede llamar ahorro a no invertir en educación o solo es un ejemplo de puro y duro cortoplacismo o, peor aún, de intento de desmantelamiento de la pública?], y va a permitirnos no aplicar recortes en otras partidas esenciales para mejorar la calidad de la enseñanza [¿cómo se va a mantener la calidad de la enseñanza si los actuales recortes suponen eliminar desdobles, eliminar laboratorios, eliminar refuerzos, eliminar grupos flexibles, eliminar plazas de FP y EOI, eliminar desdobles, eliminar orientadores, eliminar profesores de apoyo y Compensantoria...? ¿Qué partidas son, por tanto, las que se mantienen garantizando lo que están -literalmente- destrozando?] y mantener gastos en otros servicios importantes para los ciudadanos [supongo que -visto lo que está sucediendo con educación, sanidad, cuerpo de bomberos...-, aquí se refiere a servicios tan importantes como el sueldo de los asesores, o el uso de coches oficiales, o futuras campañas de apoyo al profesorado, o hasta a nuevas sesiones JMJ para regocijo y júbilo general, quién sabe] . Parte de ese ahorro también irá destinado a [de nuevo se juega al divide y vencerás con los miembros del claustro, táctica tan del gusto de nuestra Consejería] incrementar la retribución de los jefes de departamento, de los coordinadores TIC y de los profesores tutores [labor tutorial, por cierto, que han suprimido y, después -en una maniobra surrealista de puro incomprensible-, vuelto a reponer de modo errático e imposible: será una hora no lectiva que queda al libre arbitrio de los centros, favoreciendo el deterioro de la convivencia y el futuro fracaso escolar, sobre todo en las zonas más desfavorecidas] en todos los institutos madrileños

Por último, quiero expresarles mi absoluta convicción de que la manera más eficaz de combatir esta crisis económica y de prevenir las futuras es mejorar el nivel de de nuestra educación [de ahí que se cree un único centro "excelente" en todo Madrid y se abandone a su suerte a los demás, porque supongo que su fe es, digamos, limitada y no alcanza más que a cinco grupos de alumnos de toda la Comunidad que preside. El resto de nuestros chicos, o bien puede ir a la privada, o bien puede hacinarse en las aulas sobrecargadas -gracias a los actuales recortes- de la pública]. Y aquí, ustedes, los Profesores de Educación Secundaria, tienen un papel esencial. Sé que es difícil pedir que se entreguen aún más a su vocación de profesores en la misma carta en la que se les explica que van a tener que trabajar más [de nuevo, la Presidenta da en el clavo: el problema no es que hayan recortado entre 10 y 20 profesores por centro, ni que por culpa de ese recorte haya 5000 interinos que engrosarán este curso las listas de ese paro que tanto le preocupa, ni que los funcionarios que sí demos clase tengamos que impartir materias que no son las nuestras por falta de un número de docentes suficientes en los claustros, ni que la ratio de las aulas impida cualquier tipo de calidad educativa..., no el verdadero problema -y así se lo hace saber a la opinión pública- es que los profesores no queremos trabajar, así de fácil], pero las circunstancias del momento son especialmente graves y confío en que ustedes sepan entenderlas y responder con generosidad y sentido del deber [nada dice aquí de las familias, claro, pero espero que los padres de los alumnos abocados a recibir una formación deficiente y precaria a partir de este curso -por muchos malabares que hagamos los docentes, a quienes nos importa la educación mucho más de lo que su carta da a entender- tengan la misma generosidad para ver cómo la Comunidad destroza -con una alarmante falta de previsión de futuro- la formación de sus hijos, por cierto]

Ustedes, en las aulas, y nosotros, desde el Gobierno de la Comunidad de Madrid, compartimos una responsabilidad inmensa en la formación de nuestros jóvenes [sí, con la pequeña diferencia de que los primeros peleamos la batalla desde la pizarra -tiza y corazón en mano- y los segundos desde despachos oficiales en los que, como esta carta demuestra, ni siquiera se dignan a escucharnos ni a favorecer que la educación goce de un mínimo de -necesaria- dignidad]. Con el sentimiento de esa responsabilidad compartida, les envío a todos un fuerte abrazo. [Le devolvemos el abrazo, claro, pero con un sentimiento de profunda tristeza ante la sordera de quienes deberían saber oír. Ante el ataque contra uno de los pilares toda sociedad: la educación. Y su defensa, señora Presidenta, sí exige toda nuestra responsabilidad. Sin duda alguna.]"

lunes, 29 de agosto de 2011

Padres + profesores

Si algo tengo claro, es que la gravísima crisis de la educación pública madrileña -causada por los salvajes recortes del PP- ha servido para poner de relieve la importancia de la colaboración entre padres y profesores. De algún modo, esta situación extrema e inadmisible (que será el centro de la asamblea de este 31 de agosto) nos ha ayudado a recordar que ambos sectores somos aliados en un fin común: la educación. Ni siquiera han conseguido desunirnos con medidas tan torpes y mezquinas como la propuesta de una indeterminada subida salarial (¿quién ha hablado aquí de un aumento y, menos aún, a costa de los 125 millones recortados y los 5000 puestos de trabajo suprimidos en la escuela pública?).

En algún post anterior (como en el titulado La pluralidad necesaria), he dejado caer aquí mi inquietud sobre el recelo que percibía tanto en algunos de los padres que se reunían conmigo como tutor de sus hijos, como en algunos de mis colegas ante las demandas o preguntas de las familias. Alguna situación plasmé también, a ese respecto, en La edad de la ira con idéntico fin: provocar una reflexión sobre cómo es posible que nos hayamos distanciado tanto cuando, en realidad, compartimos barco y destino.

Por eso, me alegra que surjan iniciativas como la Alianza Educativa, encabezada por Óscar González (un incansable trabajador de la educación y la pedagogía, podéis seguirlo en Twitter bajo el nick OscarG_1978), proyecto plural y abierto que se acaba de poner en marcha en estos días. Su apuesta no es otra que favorecer la cooperación entre las familias y la escuela, entre las familias y los docentes, entre la educación y la sociedad, devolviendo a la enseñanza un papel presencialmente importante en una cultura mediática que parece haber olvidado uno de los pilares más importantes de toda sociedad democrática.

En Madrid, nuestra lucha contra el desmantelamiento de la educación pública demuestra que esa alianza no solo es deseable, sino posible y utilísima. Valgan como ejemplo las cartas de muchas AMPAS apoyando las protestas del profesorado o la intervención de padres en foros y asambleas animando y aportando ideas y argumentos para que esta batalla pueda ganarse en favor de quienes realmente nos importan: nuestros alumnos.

Por todo ello, porque creo firmemente en el trabajo en equipo, porque en mis años de experiencia ha sido esencial la colaboración de muchos padres y madres en mi trabajo docente (sin ellos, por ejemplo, no habría podido crear jamás la revista de mi centro), porque la desunión solo consigue debilitarnos, os aconsejo que os acerquéis a leer y conocer algunas de las propuestas de esta Alianza Educativa. Un proyecto que acaba de nacer y que, ojalá, tenga una vida tan larga como exitosa. ¡Mucha suerte, Óscar!

domingo, 21 de agosto de 2011

Todos a una

Catedráticos, funcionarios en expectativa, "de pata negra", directiva, desplazados, habilitados bilingües, interinos, con plaza propia... Las Consejerías -no solo la madrileña- han llevado a cabo una implacable -y efectiva- división del claustro durante más tiempo del que sería deseable. Gracias a la continua creación de etiquetas, jerarquías y escalafones -más o menos justificados- han conseguido que el profesorado se convierta en un ente desarticulado donde resulta fácil imponer cuanta medida o recorte se desea, puesto que -hasta la fecha- no ha habido una sola reacción firme y unánime en contra. Ahora, la gravedad de los ataques de la Consejería madrileña parece que nos ha hecho despertar de ese estado de pasividad y apatía, el mismo que permitió que fracasaran concentraciones como la descrita hace ya casi un año en un post de este mismo blog (el 30 de noviembre de 2010) y a la que apenas asistimos veinticinco personas. En ese caso, además, a la desunión del profesorado, se sumó la desunión de los sindicatos, que convocaron dos actos a la misma hora y el mismo día, para mayor regocijo de nuestra consejera.

No contentos con haber perdido nuestra propia cohesión interna -convirtiéndonos en grupúsculos donde se ignora con excesiva frecuencia la existencia del otro-, también se ha fomentado la conversión en bandos -poco menos que antagónicos- de dos de los sectores -padres y docentes- que formamos parte esencial de la comunidad educativa. De este modo, nuestra relación con los padres se ha visto impregnada de un recelo -cada vez mayor y en ambas direcciones- que nos ha hecho perder una alianza tan importante como imprescindible. En este sentido, de nuevo tenemos que agradecer a la Consejería que nos haya permitido volvernos a encontrar, porque gracias a su intento de desmantelar la educación pública nos hemos olvidado de tantas etiquetas, de tanta trinchera absurda, y nos hemos dado cuenta de que aquí solo hay una víctima -la educación pública-, una víctima cuya derrota -que no ha de ser, que no puede ser- nos perjudica a todos: padres, alumnos y profesores.

Quizá por eso, conforme se va acercando el 1 de septiembre, me inquieta cada vez más la aparición de voces un tanto disonantes y dogmáticas en los foros virtuales. Disonantes porque se empeñan en la etiqueta o en el problema desde el yo y así, honestamente, no lograremos nada. Si nuestra postura es que solo secundaremos las medidas de protesta si son las que nosotros propongamos, estaremos -una vez más- abocados a un seguimiento ridículo y, sobre todo, daremos alas a la Consejería para que, el curso que viene, se empeoren aún más las condiciones de este año. El tema más polémico -la huelga- da lugar a demasiados mensajes entre eufóricos e irreflexivos. Es preciso un debate, un acuerdo y, sobre todo, una unidad al respecto. Y yo, personalmente, insisto en que no podemos perder -otra vez- la colaboración de los padres. No podemos hacer de esto una lucha corporativista -acabemos con el gremialismo de una vez- sino algo mucho más amplio, mucho más urgente, algo que nos haga sumar apoyos en vez de corroborar esa imagen de desprestigio que, sobre nuestra profesión, con tanto ahínco se cultiva.

Personalmente, solo añadiría algunas consideraciones antes de la siguiente asamblea de finales de agosto:

- Es necesario que las medidas que se tomen sean claras, mayoritarias y visibles. No sé si la solución es la huelga, o los encierros, o las manifestaciones, o todo ello a la vez. No tengo la respuesta ni pretendo tenerla, pero tampoco estoy de acuerdo con quienes se obcecan en la huelga indefinida como única posibilidad, sin tener en cuenta las dificultades pragmáticas que ello implica y la desafección que, por parte de los padres, cosecharíamos. Este tema ha de debatirse con cabeza, con sensatez y con las ideas muy claras sobre qué queremos conseguir y cómo hemos de hacerlo.

- No podemos contar con una lucha corta, al revés, es una batalla compleja y, a buen seguro, duradera y cansada. Hay que pensar en el desgaste que ello nos puede suponer y asumir que, si queremos conseguir el más mínimo triunfo, no podemos volver a caer ni en la desunión (ya está bien de generalizar: hay "pata negra" -término que siempre me pareció curioso- comprometidos igual que hay "interinos" pasotas, y viceversa) ni en la pasividad. Espero que este movimiento no se detenga aquí y que volvamos a callarnos en vez de asumir que los docentes hemos de ser un cuerpo mucho más activo, beligerante y, desde luego, presente en la sociedad.

- Sabemos que hemos entrado en batalla muy tarde, así que hemos de asumir que lo que tenemos sobre la mesa es poco menos que un ente moribundo al que habrá que reanimar entre todos. Hemos esperado demasiados años para dar un necesario puñetazo en la mesa, de modo que no podemos pretender que todo se resuelva en una semana, en un mes o en un curso. Algo de responsabilidad tendremos en ello (y asumirlo -hagamos autocrítica, por favor- no viene mal, sobre todo, para evitar que algo así se repita).

- No podemos perder de vista a la Consejería, que ya cuenta -desde hace meses- con esa huelga y que está haciendo acopio de munición para atacar cuando le convenga. De momento, la capacidad sancionadora de las directivas ya es un modo de presión sobre todos nosotros -de nuevo, la desunión- y, además, hace que medidas extremas como la dimisión en bloque de las juntas directivas actuales (¿qué haremos sin esas voces críticas?) o el incumplimiento de funciones sean poco inteligentes o aconsejables. No lo olvidemos: somos docentes, nuestro trabajo es de índole intelectual, hagamos -pues- algo que sea meditado, eficaz y que, de paso, dé ejemplo a nuestros alumnos. Eduquemos con nuestra acción reivindicativa: estemos al nivel que sabemos que podemos llegar a estar.

No sé qué saldrá de todo esto. Sí sé que espero que la siguiente asamblea no vuelva a caer en el yoísmo de la anterior, ni en la exaltación, ni en propuestas que se desencuentran obcecadas entre sí. Sé que asumiré lo que decida la mayoría -sea o no mi opción- y sé que, si eso no ocurre, si no estamos todos dispuestos a ceder por el bien común, la educación pública será el cadáver que habremos de enterrar en cuanto acabe el curso. O, si la Consejería insiste en sus medidas, incluso antes. Así que, para todos los que sabemos cuánto está en juego aquí y ahora: ánimo, acción y, por favor, unión.

sábado, 20 de agosto de 2011

Profesores bajo sospecha

Llegué al Darío huyendo del IES Espronceda, mi centro anterior. Se trataba de un instituto bastante conflictivo controlado por un ejército de dinosaurios que habían elegido aquel destino por el simple hecho de que se encontraba cerca de sus domicilios. Prácticamente nadie estaba a gusto con el tipo de alumnado que atraía el centro —en su mayoría, inmigrantes recién llegados al país que apenas hablaban castellano—, pero los miembros del claustro tampoco pretendían cambiar ni mejorar la situación de esos chicos. (...) En mi caso, aterricé en el Espronceda porque deseaba afrontar ese tipo de situaciones. Necesitaba ponerme a prueba y demostrarme que mi labor como orientadora podía ser realmente útil ante un alumnado así.

Sin embargo, mi problema jamás fueron los chicos —al revés, agradecían con enorme cariño cualquier muestra de interés por mi parte—, sino mis compañeros. En cuanto llegué allí me di de bruces con un claustro que no estaba dispuesto a permitir ninguna injerencia por parte del departamento de Orientación. Ellos no querían salvar a los chicos de su fracaso, sino perpetuarlos en él para que abandonasen el centro cuanto antes. (...) Mi trabajo, sin embargo, consistía en todo lo contrario, así que el resultado de esa enorme tensión fue un año de intenso mobbing que me hizo pedir mi actual comisión de servicio en el Darío.

Mayte T.F., orientadora del IES Rubén Darío

LA EDAD DE LA IRA (Ed. Espasa)


El anterior pasaje pertenece, como es obvio, a una novela, así que puede ser calificado de ficción. Sin embargo -como muchas otras de las historias que recorren la página de La edad de la ira- nace de un hecho más que real -y muy cercano: vivido en primera persona por una muy buena amiga orientadora- que sufrió una experiencia idéntica a la que se relata aquí. Una directiva que llevó a cabo, durante todo un curso escolar, una política de acoso y derribo contra todos los -escasos- miembros del claustro no afines a su forma de pensar y de actuar, consiguiendo no solo la salida del centro de muchos de ellos sino, en algunos casos, bajas por depresión y denuncias por mobbing que, aún hoy, siguen abiertas.

Claro que esto no es generalizable, claro que hay directivas estupendas, claro que la tarea de la directiva es compleja e ingrata, claro que no dejan de ser compañeros nuestros y que, para que todo funcione, hemos de remar en la misma dirección y no seguir dividiéndonos en grupúsculos eternamente opuestos y enemistados entre sí. Pero lo cierto es que aumentar la autoridad -ya sea de los profesores en el aula, ya de la directiva sobre los profesores- no creo que sea el modo de luchar -como se afirma en este artículo de hoy de El País- contra el fracaso escolar.

Es triste comprobar que siempre se repiten las mismas (fallidas) recetas: por un lado, la cantidad (cuantas más horas tengan, más aprenderán, piensan algunos) y por otro, el control y la sanción (convirtiendo al profesor, desde el principio, en sospechoso de ser sancionado). Resulta curioso que se hable de mejorar la imagen social de los docentes (se supone que ese es uno de los objetivos del famoso -y, de momento- mal y poco diseñado PrIR) y, a la vez, esa imagen se deteriore con medidas que parecen decir a la sociedad que es necesario "atarnos en corto" para que no sigamos desmandándonos. Como prueba el pasaje novelístico que abre este artículo, soy más que crítico conmigo y con mi gremio -siempre he renegado, en todo trabajo, del corporativismo-, pero al igual que pido que se depuren las responsabilidades de quien no cumple, también exijo que los profesores no vivamos siempre bajo eterna sospecha de negligencia, dejadez e incumplimiento.

Al respecto de esta nueva medida sobre la autoridad de las directivas, solo me gustaría hacer algunas reflexiones:

- En primer lugar, creo que la creciente autonomía de los centros es muy peligrosa. Ya se ha propuesto que cada instituto decida tanto sobre la realización de las tutorías como sobre el 35% de los contenidos que se impartirán a sus alumnos, lo que permitirá que haya un abismo -aún mayor, si cabe- entre unos centros y otros. No contentos con la fractura de niveles que ya ha favorecido el sistema bilingüe (de cuyos pros y contras habría que hacer todo un post independiente, este no da para ello), ahora se anima a los centros a que decidan -como si de una suerte de Reinos de Taifas educativos se tratase- a que impartan lo que consideren oportuno. En vez de controlar la realización -a veces inexistente- de adaptaciones curriculares, en vez de reducir grupos, en vez de fomentar la atención a la diversidad, se tira la toalla y se asume que cada centro "dé lo que pueda", como si hubiera alumnos que no merecieran más lucha y con los que nuestro conformismo haya de ser total.

- En segundo lugar, permitir que las directivas sean las que sancionen hará que esos cargos se conviertan en grupos de presión y aumentará -cómo no- la fractura entre ellos y el resto del claustro. En este sentido, es una medida muy oportuna en un contexto de crisis como el actual. Saben que cuanto menos unidos estemos en la lucha prevista para septiembre, será más fácil derrotarnos, así que nada mejor que comenzar a situarnos en trincheras diferentes para que ese camino sea mucho más abordable.

- Además, ya contamos con un órgano de control y sanción: la Inspección educativa. Evidentemente, su funcionamiento deja mucho que desear, no siempre por parte de quienes la integran -sería tan poco justo generalizar su labor como hacerlo con los docentes o con los directores de los centros- sino por una burocracia agotadora que acaba dejando en nada la mitad de sus gestiones. En mi centro, este curso, hemos vivido dos situaciones muy complicadas (una la viví directamente como parte implicada, pues afectó gravemente a los alumnos de mi tutoría) y nadie -ni claustro, ni padres, ni alumnos, ni la directiva, ni la inspección: pese a estar todos unidos- hemos podido conseguir que se tomaran unas medidas que resultaban urgentes y necesarias. Sí que falta reacción, claro, pero una reacción externa, objetiva y, sobre todo, no condicionada desde dentro. Convertir a los directores en jueces -estando claramente involucrados en cuanta decisión al respecto toma- genera un evidente conflicto de intereses y favorece situaciones de mobbing en aquellos centros donde la directiva no es, precisamente, ejemplar (y de esos, como en todo, también conocemos todos unos cuantos).

- Por otro lado, es curioso que esta medida llegue justo cuando ciertas Comunidades -como Madrid- están proponiendo que las directivas de los centros se externalicen (siguiente paso, de momento solo hipotético, en su plan de progresiva privatización). Si, como se propuso en las últimas asambleas, las directivas más críticas dimiten en masa ante los recortes, la Consejería puede colocar allí a más afines suyos, así que les hacemos un favor inmenso que nunca podrán agradecernos lo bastante. Es preciso, pues, que seamos cautos, prudentes y astutos y que, además, apoyemos a esas directivas -que también son muchas, por supuesto- que hacen oír su voz crítica y que -ahora más que nunca- son esenciales para el futuro de la educación pública.

Siempre tuve mis dudas -y las sigo teniendo- sobre la ley que nos convertía a los profesores en autoridad pública. Y no porque no sea consciente de que se dan situaciones complicadas -yo mismo fui insultado por un padre en mi primer mes en un instituto público..., otro de los "hechos reales" que se cuentan en la novela- sino porque me inquietan enormemente los abusos de poder que de ello pueden producirse. Creo que es preciso poder sancionar, claro; poder actuar, por supuesto; poder exigir, desde luego...; pero desde una autoridad que juzgue con objetividad y a la que se le pongan facilidades -no trabas burocráticas- para que ese juicio sea posible.

Un juicio en el que, una vez más, nos ceñimos siempre a papeles y a formularios, en vez de a testimonios, realidades cotidianas e inspecciones del trabajo real. Sobre todo porque, y en esto creo que muchos compañeros estaremos de acuerdo, en los claustros todos sabemos -enseguida- quién es esa minoría que no cumple. Lástima que, en vez de fortalecer un sistema ya existente y de perseguir a esos pocos, se prefiera siempre considerar sospechosos a todos los demás y crear nuevos instrumentos de sanción y presión que no solo no van a frenar el fracaso escolar (¡qué ingenuidad la de quien piensa así!) sino que empeorarán -notablemente- la convivencia en nuestros centros. Y si no, al tiempo...

jueves, 18 de agosto de 2011

Así fue mi #17A

Sabía que, esta mañana, la prensa nos sorprendería con análisis sectarios y radicalizados. Sabía que las redes sociales arderían en llamas y en odio. Sabía que lo que pasó ayer sería contado incluso por quienes no estuvieron allí y, sin embargo, creen que conocen lo que sucedió. Es curioso, porque yo, que formé parte de esa manifestación laica, solo tengo constancia -real y autobiográfica- de una parte de lo acontecido. Una visión -la mía, la de lo que pude ver- que no me permite completar el mosaico.

Por eso, y aunque en un principio no quería hacerlo -estoy cansado de ver tanto odio, tanta falta de respeto, tanto ataque radicalizado y tan pocas ganas de escuchar-, al final he pensado que quizá no esté de más que cuente mi versión. Insisto: mi versión, aun a riesgo de que esa versión no satisfaga a ninguno de los dos sectores, porque no creo que lo de ayer se pueda simplificar ni, mucho menos, generalizar. A cambio, un único favor: si alguno de los lectores de este blog, también estuvisteis allí, contad por favor qué otras cosas visteis o dejadnos el enlace donde poder leerlo.

Por lo demás, esta fue -narrada a modo de escueta y aséptica enumeración- mi experiencia:

Foto 1
- Llego a Tirso de Molina a las 19 h. Tal y como se ve en la fotografía 1, la plaza está llena de gentes de todas las edades. Pancartas, camisetas, lemas..., nada distinto a cualquier otra marcha de protesta.

- La manifestación tarda en arrancar. Debe empezar a las 19.30 h., pero seguimos detenidos en Tirso sin poder movernos.

- Tras más de un cuarto de hora, gracias a Twitter conecto con dos amigos que también están en la marcha. Al parecer, unos peregrinos norteamericanos se han arrodillado justo frente a la marcha en Jacinto Benavente. La policía interviene para pedirles que se retiren.

- Cansado de no avanzar, atajo con mis amigos y conseguimos llegar a Carretas. Ahora podemos ver, aunque muy de lejos, que lo que nos detiene es algo que está sucediendo en Sol.

- Avanzamos para esquivar, de paso, un incómodo artefacto de Leo Bassi que, pese a que me pueda gustar su labor como provocador y artista, me parece una presencia inoportuna (y oportunista) hoy y aquí. Su pancarta- performance además (en la que opone a Hessel con Ratzinger) no me representa para nada y, mucho menos, justifica por qué he venido.

- Nos damos -al fin- de bruces con el problema: la marcha no avanza porque en Sol hay una contramanifestación ilegal de peregrinos. Nadie se explica cómo es posible que la Delegación del Gobierno haya permitido que unos grupos de peregrinos -claramente organizados- se interpongan en el recorrido de la manifestación. Sol forma parte del recorrido oficial aprobado y acordado, así que debía haber sido protegido durante esas horas para evitar que sucediese lo que iba a ocurrir poco después.

- La policía forma un tímido -y desganado- cordón entre peregrinos y manifestantes, pero los ánimos se exaltan en una minoría de ambos grupos. La mayoría de la marcha no responde a la provocación y continúa andando una vez que conseguimos que los peregrinos nos dejen pasar hasta que llegamos a Alcalá y, de ahí, a Canalejasy la calle Cruz.

- En Alcalá, las lecheras de la policía cortan el paso y desvían a los manifestantes hacia Canalejas. Hay un momento de cierta confusión y la actitud policial es, en general, hosca desde el principio. En un momento, volvemos a estar todos parados y nadie parece saber por qué. Me acerco a preguntar a uno de los policías si sucede algo y obtengo como respuesta un hosco "No sé" a la vez que, dibujando un semicírculo en el aire con su porra, me invita a alejarme. Es cierto que el número de asistentes (elevadísimo) no pone fácil controlar la situación y pudo generar estrés policial, pero también se percibe que, desde el primer momento, los manifestantes estamos siendo vistos más como enemigos que como ciudadanos.

- En Sol, entretanto, además de los gritos de los peregrinos, un tipo desnudo simula sodomizar al pobre oso del madroño. Después, en Benavente, un peregrino borracho finge lo mismo con la estatua del barrendero que se encuentra allí. En ambos casos, se trata de dos sujetos aislados con idéntico e innecesario mal gusto que en nada representan a los grupos de los que forman parte, por mucho que el absurdo momento del oso haya aparecido hoy, convertido poco menos que en símbolo de la marcha, en casi todos los medios de derechas.

- La marcha avanza por la calle Cruz con normalidad (foto 2) , sigue hasta Benavente y después, a Tirso otra vez. Nos detenemos un rato en Benavente porque esperamos a una amiga que llega de su casa justo en ese momento.

Foto 2
- Mi amiga, que acaba de bajarse en Sol, llega perpleja a Benavente. Al salir del metro ha sido abucheada y le han coreado "Esa mochila la he pagado yo". Ella, sorprendida y con buen tono, se ha limitado a contestar que no, que el bolso es suyo y, los manifestantes, al darse cuenta de su error, se callan. Los que gritan son, de nuevo, una minoría, pero su presencia allí y su increpación a los peregrinos me parece tan poco defendible como la provocación de los peregrinos a quienes íbamos en la marcha.

- Abandonamos Tirso y, de nuevo vía Twitter, nos enteramos de que un par de amigos míos están atrapados en la ratonera de Sol. Iban rezagados y, de repente, ven cómo cortan las salidas y amenaza una inminente carga policial. Uno de ellos es rápido de reflejos y, gracias a ello, los dos consiguen esquivar el cordón antes de que comience la carga.

No vi más. El resto lo he conocido -tristemente- por los vídeos, fotografías y comentarios que han llenado la red. Por mi parte, solo tengo algunas certezas. No, no es gran cosa, pero es lo único que, después de lo vivido, puedo afirmar sin caer en exageraciones:

1. Pésima labor de la Delegación de Gobierno. No desalojar la plaza y permitir esa contramanifestación ilegal -siempre la minoría exaltada dispuesta a enfangarlo todo- fue el origen del problema. La marcha laica habría circulado con normalidad si se hubiese asegurado, desde el Gobierno, que eso fuese posible. Además, el silencio de la Delegada, la nula autocrítica posterior y la segunda carga policial de hoy, me decepcionan profundamente.

2. Impresentable -pura provocación- la existencia de esa contramanifestación ilegal JMJ contra la marcha laica.

3. La actitud hostil no fue, ni mucho menos, mayoritaria. Hubo peregrinos que nos insultaron, incluso que agredieron, pero no son la mayoría de la gente de las JMJ (me niego a creerlo). Y también hubo manifestantes que increparon e insultaron (pero tampoco eran más que una minoría de los 15000 que asistimos). Hoy, los medios obvian estos detalles y se lanzan a generalizar, especialmente El Mundo, cuya cobertura y portada- es indigna de un periódico así: no representa, en nada, lo que se vivió en esa marcha.

4. La carga policial fue innecesaria, violenta y lamentable. No tengo más que decir al respecto, porque las imágenes que hemos visto, los relatos en primera persona que vamos leyendo -y los testimonios de los amigos que allí se quedaron, atrapados en Sol sin saber muy bien por qué- hablan por sí solos.

Hubo peregrinos que rompieron banderas gays, manifestantes que gritaron e increparon a gente que pasaba con sus mochilas, peregrinos que se encaraban con manifestantes, manifestantes que se encaraban con peregrinos... Los hubo, sí, pero el porcentaje era mínimo. La mayoría de los peregrinos no estaba en esa antimarcha y la mayoría de los manifestantes no insultamos a nadie (foto 4). Nos limitamos a pedir una España laica en la que podamos convivir sin dogmatismos, sin radicalismos, sin imposiciones, donde cada cual crea lo que le parezca sin que eso tenga que ser financiado por todos los demás, pero sin insultar esa fe ni esa visión del mundo y pidiendo que, a cambio, tampoco se nos insulte a quienes pensamos, vivimos o sentimos de otra manera. Pero estos días parece que preferimos la polarización a la convivencia y el insulto (basta ver algunos comentarios dejados por "anónimos" diversos en mi último post) al debate y la confrontación verbal serena, razonada, argumentada.

Por eso ahora, si alguien quiere aportar en la sección de Comentarios de este blog lo que vio y vivió me encantará escucharlo. Pero, si lo hace, que intente ser justo con los hechos y, sobre todo, que los relate sin emplear insultos para descalificar a nadie. No es preciso. Los hechos que cometen algunos ya son suficiente descalificación por sí mismos.

Por mi parte, nada más. Solo un sentimiento de tristeza ante un país que, esta semana, no me parecía del siglo XXI, sino del más oscuro Medievo. Un país donde echo de menos más palabras y menos odio. Más ideas y menos violencia.

sábado, 13 de agosto de 2011

Quiero una escuela laica


Desde esta semana, mi instituto (público y, por tanto, laico) será albergue de peregrinos de la JMJC -perdonen, pero lo de JMJ me parece un hurto léxico, puesto que no se trata de toda la J(uventud), sino solo de la J(uventud) C(atólica), por mucho que los vergonzantes carteles que han colgado en la misma sede de la Consejería de Educación madrileña (vide supra) haciendo apología de dicha visita insistan en los contrario. La conversión de mi centro escolar en un improvisado motel ha sido, por supuesto, forzosa, ya que la Comunidad de Madrid no dio opción a los claustros ni directivas a opinar al respecto, sino que decidió emplearlos con un ánimo que no se puede calificar más que de déspota y cortijero. Esta decisión, cómo no, ha alterado las vacaciones de los conserjes -personal no docente al que olvidamos con lamentable frecuencia y que, sin embargo, forma parte esencial de la comunidad educativa- y les ha obligado a cancelar sus planes para estar disponibles y atender a cuanto JC (joven cristiano) se les presente en pleno agosto.

No solo no recuerdo que se hayan cedido los colegios e institutos públicos para ninguna otra causa en los años que llevo en la enseñanza (¿imaginan que fueran propuestos como albergues y residencias para jóvenes y adolescentes sin recursos que quisieran asistir al próximo Orgullo Gay 2012?), sino que ni siquiera están disponibles para los alumnos y profesores que querríamos disponer de ellos en beneficio de nuestros estudiantes. Así, por ejemplo, en mi centro solo se puede abrir dos tardes a la semana pues, según la Comunidad, no hay presupuesto para que un conserje se encuentre allí el resto de la semana (es más, este año la directiva tuvo que hacer malabares para poder llegar a junio ante la ridícula partida que se nos concedió). Esto hace que aquellos profesores que llevamos a cabo actividades extraescolares vespertinas -y, como ya se ha dicho más de una vez en este blog, voluntarias y no remuneradas- tengamos que concentrarlas en esa dos únicas tardes, sin darnos mayor disponibilidad de horarios que pudiesen beneficiar tanto a los chicos, como a sus familias y a nosotros mismos.

Está claro que el coste de mantener los centros abiertos y activos por la tarde (lo que permite integrar y motivar aún más a los alumnos, especialmente en sitios y entornos conflictivos) es mucho menos interesante para la Comunidad de Madrid que el gasto que supone regalar estos mismos centros a unos peregrinos cuyo uso de nuestras instalaciones supondrá un trabajo extra de limpieza y acondicionamiento que tampoco sabemos quién va a pagar. Es más, puede que no lo pague nadie y que se limiten a pedir un esfuerzo extra por parte del personal de limpieza (de nuevo, el olvidado personal no docente) para que el curso pueda comenzar en la fecha prevista (si es que la huelga -cada vez más previsible y, esperemos, segura- lo permite).

De todos modos, gracias a las labores privatizadoras -y al gusto por el adoctrinamiento- de nuestra Consejería de Educación, ya no tendré que preocuparme por esas actividades fuera del horario escolar que, posiblemente, ni siquiera podré realizar el curso próximo. Y no solo porque dudo que impartiendo materias que no son la mía a grupos de 40 alumnos -y con un horario ampliado- pueda tener tiempo para ello, sino porque esas actividades ya no están en manos del claustro, sino que han sido cedidas -a través de un maquiavélico plan llamado Refuerza- a la organización Empieza por educar, fundación perteneciente a la secta ultraliberal Teach for America (y de la que pueden obtener más información en este aterrador enlace). Hasta ahora, los centros coordinábamos esos planes y, tal y como sucedía en el mío, no solo colaborámos profesores, sino también antiguos alumnos. Ahora, todo eso se sustituye por una externalización de los recursos que permite la incorporación de una empresa privada a los institutos públicos. Y no de una empresa cualquiera, por supuesto, sino de una organización extremista dispuesta a catequizar a nuestros alumnos -especialmente, a los más débiles (e influenciables) desde el punto de vista socioecónomico, tal y como afirman en su ideario- para convencerles de que el Tea Party es el camino de la salvación.

Y no solo estamos hablando del plan Refuerza, sino de un proyecto mucho más ambicioso que, tal y como se desprende de las (deficientes y escasamente lúcidas) declaraciones de nuestras Consejera y Viceconsejera (que no fueron dotadas con el don de la palabra), su idea es que estos estudiantes seleccionados sin haber pasado por las oposiciones que hemos vivido los demás, puedan ocupar -más adelante- puestos educativos en horario lectivo. De momento, ya hay tres centros de los llamados bilingües (no sé si se habrá sumado alguno más) en los que algunas de esas horas lectivas serán impartidas este curso por nativos irlandeses -no funcionarios ni interinos- que tampoco han pasado proceso de selección alguno y que, sin embargo, ejercerán como un miembro más del claustro. Son casos aislados, desde luego, pero se trata de excepciones graves, ilegales y, peor aún, peligrosísimas, pues sientan las bases para que esas anomalías se conviertan en algo generalizado. Así pasó con los recortes de interinos, que han ido in crescendo desde hace dos años hasta la supresión brutal de 3000 plazas este año. Por eso, supongo, me sorprendía que en las manifestaciones de estos últimos cursos fuésemos siempre tan pocos los docentes que alzábamos voces y pancartas. Al fin hemos despertado, sí, aunque haya sido tarde. Solo espero que el despertar sea activo y, sobre todo, duradero.

En cualquier caso, tampoco es nueva esta presencia en nuestros centros de profesores que no han pasado por un proceso de oposición, garantía -por cierto- no solo de que se dispone de los conocimientos necesarios sobre la materia, sino también de que existirá heterogeneidad ideológica en los claustros, pues los de la educación pública están formados por docentes de tendencias y creencias de lo más diverso, profesores a los que solo nos une un proceso de selección sin control ideológico alguno (como sí ocurre en la concertada). No, la presencia de profesores ajenos a ese proceso selectivo sucede también con los profesores de religión, materia que debería estar -de una vez- fuera de nuestras aulas y que ningún partido -ni siquiera de izquierdas- se atreve a afrontar con valentía y sentido común. Mientras alguien cae en la cuenta de que las aulas públicas no pueden ser lugares de catequización (para ello ya tienen las iglesias y, cómo no, los colegios concertados, también financiados -qué curioso- con dinero público), los claustros de la enseñanza pública siguen teniendo en sus filas a docentes elegidos a dedo por la propia Iglesia y que, por supuesto, han de respetar todas sus normas, por obsoletas que resulten (recuerden, si no, el caso de Resurrección Galera, profesora de religión despedida por vivir con un hombre divorciado, algo que contravenía -según ellos- la recta moral cristiana).

Así pues, los horarios de nuestros alumnos suman una o dos horas -depende del curso- de formación religiosa (no hablamos aquí de cultura, ni de iconografía, ni de historia de las religiones: esa materia -enfocada no solo desde el cristianismo- sí podría ser útil si fuera evaluable y plural), hecho que genera -a su vez- la creación de otras optativas absurdas y no evaluables para que los estudiantes que no quieran hacer religión puedan perder el tiempo en sus respectivas aulas. Así, nacieron engendros como la MAE, en la que supuestamente se enseñan técnicas de estudio y que, en realidad, solo consiste en evitar que los chicos armen una bronca monumental al saber que están ante una materia que no tiene nota ni validez académica alguna (un modo estupendo de desautorizar al profesor que la imparte). Dos horas que, en vez de emplearse para difundir las ideas (morales y éticas) de la iglesia católica en un aula pública (¿nos parecería igualmente correcto que se hiciese apología del uso del burka en esas sesiones, por ejemplo?), podrían ser muy bien empleadas en Música, o en Plástica, o en Educación Física, o en cualquiera de esas materias que tienen un horario ridículo y que, mientras no se potencien, nos aseguran seguir siendo un país tan provinciano y paleto -vean los datos de audiencia de Sálvame para comprobarlo- ahora lo somos.

Supongo que nos faltó un auténtico siglo XVIII, una verdadera Ilustración -la nuestra fue superficial y tardía, pese a alguna voz brillante a la que, por supuesto, se intentó acallar- que nos permitiera caminar hacia un laicismo real y necesario. Un laicismo que no tiene nada que ver con atacar a la religión -por mucho que Rouco y sus afines, el Papa incluido, se empeñen en ello con sus voces siempre beligerantes y crispadas-, sino con respetar cualquier tipo de fe y exigir, a un tiempo, que no se imponga ni interfiera en cuestiones que nada tienen que ver con las creencias individuales. El laicismo no pretende atacar a nadie, pero sí exige una separación iglesia-Estado real y necesaria, una separación que seguirá siendo solo hipotética mientras la religión siga presente en nuestras aulas.

La cesión de nuestros colegios e institutos a la JMJC no es más que otra nueva prueba de ello. Empieza por albergar. Empieza por utilizar los centros públicos como a ti te convenga. Empieza por catequizar manteniendo la religión en nuestras aulas. Y, por supuesto, empieza por educar (bajo una férrea bandera ideológica, por ejempo, la del Tea Party) y por privatizar (deprisa y, cuanto más, mejor). Ese es el triste -y único- credo de nuestra Consejería. Un credo que, de momento, imponen a su antojo y que, ojalá, podamos detener... Aún estamos a tiempo.

lunes, 8 de agosto de 2011

Alicia en el país de las falsedades

Tenía pensado cerrar el blog hasta finales de agosto, pero la desfachatez de Alicia Delibes (Viceconsejera de Educación) en sus últimas declaraciones me obliga a reabrirlo para matizar algunas de las falsedades lanzadas con todo descaro y absoluto desprecio hacia docentes, alumnos y familias. Tal y como pueden ver en este vídeo, la Viceconsejera pide "responsabilidad" a los docentes", considera las cifras de las pruebas de 3º de la ESO como "casi terroríficas" y afirma -con una nula capacidad de oratoria, por cierto- lo siguiente:

“[Los profesores] no tienen absolutamente razón tal y cual es la situación económica del país para organizar movilizaciones y dejar a los niños sin clase porque tienen que trabajar unos funcionarios que tienen el sueldo asegurao.”

Dejando a un lado la estructura asintáctica de su discurso (¿cómo es posible que una viceconsejera de educación tenga semejante nivel de expresión oral?), nos centraremos su contenido:

1. Los profesores no nos quejamos solo de ese aumento de 2 horas lectivas sino, sobre todo, del recorte de más de 5000 docentes (3000 interinos, más de 1000 funcionarios con plaza pero sin destino y los casi 2000 puestos ya recortados en el curso anterior). Muchos de nosotros estaríamos dispuestos a asumir ese aumento de horas si se respeta el cupo de profesores por centro, de modo que los alumnos no se hacinen en las aulas y se puedan hacer desdobles, grupos flexibles, refuerzos... El recorte actual no solo abarratorá las clases e impedirá todo tipo de atención a la diversidad, sino que también nos obligará a la mayoría de los docentes a impartir materias para las que no estamos cualificados, pues tendremos que cubrir los huecos que dejan los profesores suprimidos. ¿Qué formación recibirán los alumnos con semejante panorama?

2. Las movilizaciones no son solo una protesta de los docentes, sino de toda la comunidad educativa. Por primera vez en años hemos alzado la voz a un tiempo los profesores, los alumnos y sus padres, hartos de la pésima gestión de la Consejería de Educación madrileña, cuyo único fin es deteriorar la educación pública y acelerar su progresiva privatización.

3. El aumento de dos horas lectivas está dentro de la ley, sí, pero en ella se considera que solo podrá llevarse a cabo "excepcionalmente". En este sentido, es bueno recordar que 2 horas lectivas más a la semana suponen asumir un grupo más (30 alumnos el curso anterior y 40 o más, en este), de modo que el tiempo real de trabajo ha de multiplicarse por las horas que llevará preparar esa asignatura, corregir los trabajos y exámenes de esos alumnos y otras minucias que, aunque a Alicia le parezcan inimaginables, son más que reales y necesarias. Quizá por eso, la señora Delibes no entiende que nuestro horario legal es de 37'5 horas a la semana, mientras que el real -ya sin el aumento de este año- excede, con mucho, ese límite (y en horas tan voluntaristas -en muchos casos-, como no remuneradas).

4. Las medidas sobre las tutorías son tan irresponsables como erráticas y confusas. Por un lado, se tranquiliza a los concertados, asegurándoles que podrán mantenerla tal y como ya estaba. Por otro, se dice a los públicos que esa hora deja de ser lectiva para ser sustituida por una sobredosis de lengua, inglés o matemáticas (creyendo que la cantidad es sinónimo de calidad). Desde el momento en que la tutoría sale del horario lectivo y se convierte en, poco menos, que una decisión personal de centros y profesores, los alumnos quedan indefensos y desatendidos, pues no habrá tiempo real en el horario para afrontar la labor tutorial (por no hablar de la supresión de orientadores en los centros, figuras esenciales en este terreno). Así pues, las órdenes de la Consejería no solo denotan una ignorancia absoluta de la vida en un instituto, sino que no aclaran en modo alguno cómo será posible llevar a cabo el trabajo tutorial en un horario que no deja hueco presencial alguno para esa tarea. Y lo más lamentable es que crean que con afirmar que "será un trabajo remunerado" callarán nuestras quejas. No, señora Delibes, no estamos peleando por unas migajas de su infinita caridad (el Papa, a quien se han cedido gratuita e irresponsablemente nuestros colegios e institutos como alojamiento para sus huestes juveniles, ya se lo agradecerá, supongo), estamos peleando por los 3000 puestos de trabajo que se pierden este año, por las aulas abarratadas, por los alumnos desatendidos, por el deterioro de la educación pública, por tantas cuestiones y tan importantes que hacen que su propuesta de 25€ por sesión tutorial no solo sea ridícula, sino -peor aún- insultante. Quizá para ustedes todo se resuelva a golpe de talón o de cheque, pero para quienes creemos en la educación el problema es demasiado hondo como para que sus propuestas no resulten tan inútiles como humillantes.

5. La queja no solo atañe al recorte de profesores por centro, sino también a la alarmante supresión de plazas para los alumnos en FP, E.O.I., Artes musicales y escénicas... No se puede impulsar la FP sin profesores para ello. No se pueden regalar terrenos públicos para concertados mientras se niega la construcción de centros que son necesarios e imprescindibles en ciertas zonas. No se puede dejar que institutos con 600 plazas alberguen a 800 o más alumnos, tal y como sucede en muchos centros madrileños. No se puede insistir en lo mal preparados que estamos en idiomas cuando se intenta acabar -cada vez con más contundencia- con las Escuelas Oficiales de Idiomas, donde muchos aprendimos las lenguas extranjeras que hoy hablamos gracias a estupendos y entregados profesionales. Todas estas medidas -y este abandono de cuestiones tan fundamentales com la FP- potencian el fracaso escolar y el abandono de las aulas. Las consecuencias sociales -dramáticas- de fomentar ese abandono son, supongo, imaginables para todos (salvo para la señora Delibes, demasiado perdida en su farragoso y lamentable discurso).

6. Pedir "responsabilidad" a un colectivo que ya ha asumido medidas tan drásticas como la bajada salarial del curso pasado es, cuando menos, irónico. Es curioso que nadie se alzara en armas entonces, porque la mayoría asumimos ese deterioro en nuestro nivel de vida -y ese ataque, no lo olvidemos- contra nuestros derechos laborales desde una responsabilidad solidaria, aun sabiendo que es poco probable que, cuando la crisis pase, alguien se acuerde de nosotros y nos devuelva el salario anterior (el actual, por supuesto, estará aún más devaluado). Ahora, sin embargo, todos estamos dispuestos a hacer oír nuestra voz por una causa que sí que exige responsabilidad, una responsabilidad tan grande como la de defender algo esencial en nuestra sociedad: la educación pública. Lo siento, señora Delibes, pero su acusación de lo egoístas que somos, no funciona. Básicamente, porque no es verdad.

7. Llama la atención comparar el dinero que despilfarró la Comunidad de Madrid el curso pasado con la absurda campaña "Respeta a tu profe" con la actitud de desprestigio y ataque que se desprende de las (torpes) palabras de la Viceconsejera. Culpabilizarnos por "dejar sin clase a los niños" y alentar el odio social por tener "el trabajo asegurao" es una de las estrategias más lamentables e irresponsables -retomando las palabras de nuestra querida Delibes- que he visto en mucho tiempo. De vez en cuando, no estaría de más recordar que ese "futuro asegurao" no es tal y se consigue tras un proceso de oposiciones que, si tan envidiable le parece a algunos, está al alcance de cualquiera. Solo se necesitan ganas, tiempo, esfuerzo y horas de estudio. Trabajé durante años en el mundo la edición y sé bien lo que es tanto el trabajo en la empresa privada como en la enseñanza, además de haber vivido en primera persona el proceso de la oposición. Por eso, supongo, me indignan las generalizaciones que se hacen desde la ignorancia y, sobre todo, desde la falta de respeto al esfuerzo y el trabajo ajeno.

8. La solución de la Viceconsejera para frenar el fracaso escolar ("dividir por niveles") ya se llevaba a cabo en los centros... hasta este curso, claro. El año anterior ya fue complicado mantener esas divisiones en muchos institutos, donde el recorte impidió hacer agrupaciones de acuerdo con el nivel de los alumnos. Este año, obviamente, esa división es imposible. No han dejado profesores suficientes para ello, de modo que los chicos no solo no podrán ser atendidos según su nivel, sino que habrán de pelear por entender algo con 39 compañeros más con quienes muchos habrán de disputarse una posición en primera o segunda fila desde la que poder enterarse de algo. ¿Era esta la excelencia que pregonaba el PP en su campaña? Debe de ser que la señora Delibes y yo entendemos por excelencia cuestiones muy distintas.

En definitiva, la Consejería de Educación nos ha dejado ya clara cuál será su estrategia: desprestigiar a los docentes y convencer a la sociedad de que somos vagos, egoístas, irresponsables e insolidarios, porque dejamos a los niños sin clase y no arrimamos el hombro en un momento de crisis. Obviarán que, precisamente, estamos dispuestos a perder días de sueldo y a dejarnos la piel en la lucha (aquí podéis ver el calendario de movilizaciones) por eso mismo: por conseguir que la salida de la crisis sea posible gracias a una educación pública de calidad que permita a nuestros alumnos tener algún tipo de opción de futuro. Una educación que no sea excelente solo para quienes se la puedan pagar, que no perpetúe a la siguiente generación en el elitismo socioecónomico que promueve y defiende el PP madrileño. Una educación en la igualdad, en la libertad, en condiciones dignas para que las aulas sean un espacio de crecimiento, de cultura y de aprendizaje. Una educación de calidad que, con 5500 profesores menos, es del todo imposible.