martes, 5 de julio de 2011

PISA, TIC, mentiras y cintas de vídeo

Había pensado escribir un artículo sobre la cesión -gratuita- de los colegios e institutos públicos como alojamiento para la Jornada Mundial de la Juventud (juventud cristiana, recordemos, que no todos los jóvenes estarán allí), pero el tema me parece tan indefendible y caciquil por parte de la CAM que prefiero centrarme en algo igualmente irritante pero, quizá, más práctico.

Básicamente, me apetece hablar de tres conceptos que nadie parece querer interpretar correctamente y que contribuyen -y cómo- a esa realidad cada vez más preocupante que se llama fracaso escolar. Por supuesto, no se trata de un listado ni de un análisis de sus causas, sino de tres temas de los que se habla con tanta asiduidad como superficialidad en casi todos los medios cuando sale el tema educativo, a saber: PISA, las TIC y el número de alumnos por profesor.

El primer punto, cómo no, es esa Biblia incuestionable llamada PISA, un método supuestamente objetivo, supuestamente neutro y, eso sí, internacional, que nos condena siempre a posiciones ridículas en la escala educativa. A nadie se le ocurre pensar que las pruebas que allí se practican tienen poco o nada que ver con el currículo real de nuestro sistema y, menos aún, que quizá tampoco esas pruebas sean el camino salvador para educar a nuestros alumnos.

En el caso de la comprensión y expresión escritas, por ejemplo, PISA hace prevalecer la extracción objetiva -y mecánica- de información -junto con la cansina identificación de categorías morfológicas- sobre la capacidad de interpretación e inferencia y relega a una posición casi ridícula la capacidad de creación. Así pues, todos los iluminados que consideran que solo podemos seguir el camino marcado por PISA parecen conformes con crear alumnos capaces de diferenciar determinantes y pronombres (algo que saca de sus casillas a los profesores de lengua más recalcitrantes) y de leer el nivel superficial de un texto sin ser capaces de profundizar en su contenido, ni en sus matices y, mucho menos, de elaborar sus propias respuestas. Está claro que en un mundo orwelliano esos alumnos serán mucho más prácticos y se instalarán con más facilidad -y docilidad- en las celdas de sus colmenas pero yo, personalmente, me niego a interrumpir mis clases de 3º de la ESO del curso próximo para preparar a mis alumnos en una prueba que me recuerda a la narrada en la cuarta temporada de The wire (por favor véanla) en vez de seguir trabajando con ellos en mejorar su capacidad de lectura crítica, de reinterpretación textual y, por supuesto, de expresión. Lo siento, pero seguiré esforzándome más en intentarles hacerles disfrutar con la literatura o en ayudarles a elaborar textos de diferente naturaleza, antes que obligarles a analizar un infinito y sádico número de oraciones simples o compuestas.

Por todo ello, no puedo evitar indignarme cada vez que alguien de PISA se pasa por nuestro país y, con una ligereza digna de encomio, hace juicios de valor sobre algo que, básicamente, desconoce, llegando a sentenciar -como pueden comprobar en este divertido artículo- que nuestro profesorado está muy bien pagado y considerado socialmente. No seré yo quien se queje del sueldo -no elegí este trabajo por eso, la verdad, y, ahora mismo, me considero un privilegidado frente a la situación que estamos viviendo- pero tampoco me parece justo que se llegue a ese tipo de peregrinas afirmaciones (sobre todo cuando, en mi caso y en el de muchos de mis compañeros, casi todo el trabajo extra que hacemos -y que supone muchísimas horas- es, literalmente, gratuito).

El segundo punto, cómo no, son las TIC. Porque soy el primero que las usa, que las necesita, que las demanda. El primero que no concibe empezar el curso sin su blog de aula, que no deja de preguntarse cómo integrar las redes sociales en nuestras clases. El primero que cree en la interactividad, en la motivación, en el trabajo en equipo -de profesores, de alumnos, de todos con todos-, pero tampoco me parece que demonizar el libro de texto y sacralizar el powerpoint sea la estrategia a seguir. En este sentido, es divertido sentarse a ver los vídeos promocionales de los métodos TIC de ciertas editoriales, donde se observa cómo el profesor proyecta algo infumable en la pantalla mientras los alumnos reciben -pasivos- toda la información.

El problema, lo siento, no radica en el instrumento, sino en quien lo usa. Me da igual una tiza que un puntero, un ordenador que una pizarra, un libro de texto convencional que una unidad didáctica de elaboración propia: el uso puede ser activo, creativo y motivador o pasivo, gris y anodino en ambos casos. La solución no radica solo en obligar a los chicos a estudiar con ebooks, ni en llenar las aulas de ordenadores, ni en instalar cañones carísimos para que los profesores proyectemos cuanto nos venga en gana. Todo eso es necesario, sí, pero hay que plantearse qué uso darle y la creatividad requiere autoexigencia por nuestra parte -la de los docentes-, no basta con sustituir el esquema tradicional pintado a tiza por una diapositiva de powerpoint. En eso no hay cambio ni mejora alguna, solo hemos variado el soporte, nada más.

Como ejemplo, basten la última semana de junio en diversos institutos, donde -una vez hechos los exámenes y las evaluaciones- muchos profesores optaron por convertir los centros en que trabajan en versiones escolares del Kinépolis, proyectando todo tipo de filmes e incluso -en algunos casos- obligando a los chicos a ver la misma película en más de una asignatura diferente. Surrealista, sí, pero real...

Por último, hemos dejado para el final el tema de la ratio y del número de alumnos por profesor. Como leía el otro día en el Tweet de un colega, no podemos refugiarnos en el victimismo, sino que debemos pelear siempre por la calidad de la enseñanza que damos a nuestros alumnos. Coincido plenamente con él, desde luego, pero tampoco podemos olvidar la gravedad de los recortes que se están infligiendo contra la educación pública. El año que viene habrá muchos más alumnos y, sin embargo, se han reducido las plazas docentes. Esto, por tanto, perjudicará a la atención a la diversidad (¿cómo individualizarles cuando son tantos?), a la labor tutorial, a las horas extras que hacemos -gratis- muchos de nosotros (¿me dará el tiempo si tengo que aumentar mis clases y en esas clases, además, ahora debo corregir y leer un número mayor de trabajos) y, por ende, a esa pretendida excelencia de la que hablaba Esperanza Aguirre en su demagógica y atolondrada propuesta. Puede que en ese IES-oasis que ha creado consigan algo (básicamente, aislar a sus alumnos e impedirles todo posible enriquecimiento personal), pero gracias a sus recortes, los demás IES no podremos soñar ni de lejos con una excelencia que sí podríamos lograr con menos alumnos por aula, con más profesores, con condiciones laborales dignas y con medidas que favorezcan a nuestros alumnos.

Y es que, en este sentido, tampoco creo haber pedido que restituyan el sueldo que me bajaron como funcionario, ni he hecho aquí -o fuera de este blog- protesta alguna por ello. Asumí esa medida -pese a lo que tiene de ataque contra los derechos del trabajador, no lo olvidemos- pensando en que era necesaria para el bien común, un mal menor para salvaguardar otros servicios y necesidades que son de todos, como la educación y la sanidad. Ante eso, me parecía egoísta -por mi parte, al menos- protestar. Por eso, supongo, me duele doblemente ver como la educación es pisoteada y vapuleada -pese a los sacrificios que se nos exigen a todos, en especial, a los trabajadores-, porque no se dan cuenta de que cuestiones como la del número de alumnos no son una reivindicación del profesor, sino del alumno, de sus padres, de toda una sociedad que necesita que formemos y preparemos a unos jóvenes que están a punto de salir al mundo laboral en el peor de los contextos posibles. Lamentablemente, estas quejas caen, siempre, en saco roto. Así nos va.

7 comentarios:

Alberto G. (@albertogp123) dijo...

Estoy tan de acuerdo con todo que no puedo pasar por alto el artículo sin comentarte mi total aprobación a cada una de las palabras del post. Y, por supuestísimo, aparte de las ingentes cantidades de dinero gastadas en equipos informáticos, hace falta mucho más. Hace falta menor ratio por aula, hace falta que profesores apoltronados en sus puestos no deshagan lo que hacen otros o, incluso, lo menosprecien, hace falta más inversión necesaria y no de cara a la galería... hacen falta muchas cosas.
Un saludo y espero que nuestras reflexiones sirvan de algo, aunque mucha esperanza, la verdad, no tengo.

Unknown dijo...

Como profesor que este año cambia de centro de forma forzosa debido al recorte de plantillas te diré:

Me parece correcto, a la par que equilibrado, todo lo que dices. Yo en diversas entradas de mi blog también he tocado el tema y he sido más vehemente y quizá menos profundo.

Los profesores comprometidos somos bastantes, y creo que iremos a más. Y estoy seguro que si no lo intentamos nosotros, con nuestros cada vez más precarios medios este invento de la educación de hoy en día se va al garete. No es una cuestión de TIC'S o de PDi's, es una cuestión de principios. De valores,de actitud positiva y creativa ante la enseñanza. Sin ilusión no hay aprendizaje, sin motivación no hay mejora.

En el momento que los padres de nuestros alumnos entiendan todo esto que decimos algunos profes, quizá la educación empezará a avanzar. Aunque lo haga al margen del político que sólo piensa en el electoralismo.

un saludo

Joan dijo...

Pues que un gilipollas con ordenador continúa siendo un gilipollas, aunque no se puede plantear la educación fuera de Internet.
Hay que cambiar el modo de acceso para que no se cuelen gilis ni apoltronados.
Saludos.

Joan dijo...

Me olvidaba: el contraste entre letra y fondo resulta molesto para leer (por lo menos a los de mi edad);-(
+ Saludos

Fernando J. López dijo...

Señor Boss, tiene usted toda la razón: cambio el fondo y el color de la tipografía para facilitar la lectura. Saludos y gracias a todos por vuestras opiniones

recuperar madrid dijo...

Pisa no mide lo que dices que mide.

Lo que mide se parece más a "mejorar su capacidad de lectura crítica, de reinterpretación textual" y desde luego no dedica el menor item a la cansina identificación.

Otra es que se centre en la comprensión y no en la expresión, esa crítica es cierta, pero lo que mide Pisa es relevante y lo mide de una forma adecuada.

Sobre el estudio que hace de las TIC analiza fundamentalmente la capacidad de buscar y contrastar información en la red.

Pisa es una buena herramienta para mejorar nuestro sistema educativo. Descalificarla a la ligera, un error.

Fernando J. López dijo...

Estimado/a Recuperar Madrid:
Difiero cordialmente contigo, pues conozco bien el método del que hablo, ya que he trabajado como autor tanto de materiales didácticos inspirados en la filosofía PISA como en la elaboración de pruebas y exámenes al respecto. Por eso mismo soy consciente de cómo se prima lo mecánico y lo no inferencial, a pesar de que el sistema -supuestamente- quiera atender todas las destrezas propia de la comprensión y la expresión verbal.
No se trata de desacreditar la prueba per se -pues hay elementos válidos en ella- sino de discutir su valor de fuente inagotable -y única- de verdad. Mientras sea nuestro único baremo -y se emplee para jerarquizar centros y grupos de alumnos- nos mantendremos en una miopía que poco tiene que ver con la calidad de la enseñanza que a todos nos inquieta e interesa.
Un saludo.