martes, 25 de octubre de 2011

Tramposos y matones

No soporto ni a los tramposos ni a los matones. Quizá por eso, en mis tutorías, dos de las cuestiones que intento trabajar con mis alumnos son la honestidad y el respeto como base para la convivencia dentro y fuera del aula. El bullying (o acoso escolar) es una de las realidades que más a menudo nos encontramos los tutores de cualquier grupo y que, lamentablemente, más cuesta eliminar. Como afirmaba José Antonio Marina en la mesa que tuve la suerte de compartir con él la semana pasada en Getafe Negro, ese tipo de conflictos sí pueden resolverse siempre que la comunidad educativa trabaje en equipo y se destinen una serie de horas a fomentar la convivencia y a erradicar la violencia -del tipo que sea- de nuestras aulas. Gracias a los recortes, cómo no, estas horas no existen y, para colmo de males, se deja la única sesión de tutoría con los alumnos al libre albedrío de los centros, de modo que los adolescentes -y sus familias- son dejados a su suerte dependiendo del criterio de cada instituto.

En principio, me sorprendió -y alarmó- este profundo despropósito, pues me costaba entender que alguien que ha de velar por la calidad educativa no solo hubiese suprimido las plazas de Orientación -en nuestro instituto, por ejemplo, una sola orientadora ha de ocuparse de los casi mil alumnos del centro-, sino que, además, propusiese eliminar las tutorías, una de las herramientas fundamentales en la Educación Secundaria -y aquí remarco la siguiente mayúscula:- Obligatoria.

Si fuéramos malpensandos -que no lo somos- podríamos creer que el fin de una medida como esa era, en última instancia, deteriorar la educación pública y facilitar su progresivo desmantelamiento y privatización. Es más, incluso podríamos preguntarnos si esas formas -las de las trampas y el matonismo- no son, precisamente, las que se emplean desde la Consejería como medio de relación con los profesores. Y es que, de puro suspicaces que somos, hasta podríamos creer que su profusa tendencia a la adjetivación (salvajes, irresponsables) o al aumentativo y la creación léxica (el negociazo de las camisetas verdes) de nuestras elocuentes responsables políticas son formas de un retórico -y muy literario, que eso es de agradecer- matonismo verbal.

Podríamos, claro, si no supiésemos con cuanto esmero se despilfarra el dinero público en utilísimas campañas de "Respeta a tu profesor", aunque no se dejara claro entonces -pese al millón y pico de euros que costó: total, para socavar ese respeto unos adjetivos más tarde...- si había que respetar al profesor que se quedaba en el centro, al profesor desplazado a otro instituto, al profesor que iba a impartir una afín imposible o al profesor interino que se quedaría este año en su casa o que, en el mejor de los casos, cubriría mitades y tercios de plaza en condiciones que nada tienen que envidiar al ¿erradicado? esclavismo.

Hoy, en un nuevo guiño del destino, nuestras nóminas también podrían hacernos creer -erróneamente, por supuesto- que se emplean en ellas trampas administrativas con el único propósito de ahogar la economía de los profesores que hemos hecho huelga. Una maniobra que, si fuéramos malpensados -pero qué tontorrones que nos ponemos los docentes: parece mentira-, se parecería mucho a un acto de chantaje -cuando menos- económico.

Pero no, todos estamos convencidos de que es una pura casualidad que este mes hayan sido capaces de calcular y descontarnos los días de huelga de septiembre y de octubre -¡qué celeridad y qué eficacia la de la sección de nóminas!- mientras que -¡oh, cruel Cronos!- no les ha dado tiempo a sumarnos los famosos suplementos -¿recuerdan?- que anunciaron para ciertas tareas. Es divertido, sí, porque -además- nadie dijo en su momento que la mayoría de esos suplementos no eran novedad alguna -salvo el de los tutores- y tampoco se informó de que esa no era, bajo ningún concepto, una de nuestras reivindicaciones. Yo, desde luego, no he pedido -y aquí tienen mi blog para comprobarlo- ni un euro ni una hora de menos en esta lucha. Yo lo que sigo pidiendo es un número suficiente de profesores en cada centro y, por supuesto, que se invierta en la pública el dinero necesario, en vez de tirarlo en campañas de autopromoción o en regalos fiscales a la privada.

Sea como sea, esos prometidos suplementos no han llegado en esta nómina, porque está claro que aunque yo sea tutor desde principios de septiembre, ha sido imposible sumar esa miserable cifra a mi sueldo (una cantidad, a propósito, casi insultante de puro ridícula frente a la labor que un tutor que se implica ha de hacer con sus alumnos) y, por el contrario, sí que han podido restar -de nuevo, el implacable Cronos en su arbitrario proceder- los días de huelga de septiembre y de octubre, posteriores -en ambos casos- a mi nombramiento como tutor.

Pero, como es obvio, todo esto es fruto del azar, de la casualidad, de los hados que nos oprimen y que, por alguna conjura extraña, prefieren ahogar a quienes hacemos la huelga verde para demostrarnos que la verdad se esconde tras las ponderadas y meditadas palabras de Ana Mato -tan justa en su valoración de la educación andaluza- o tras las amables declaraciones de González Pons para los votantes de opciones políticas que él respeta desde términos tan positivos como "idiotas" o similares. Lástima que haya gente obtusa que lo malinterpretamos todo, gente que se para a buscarle tres pies al gato -o a la nómina- y que se piensa que hay algún tipo de coacción tramposa y ruin tras estas actitudes. Gente que esperaba que eso de "súmate al cambio" incluiría una suma legal y honesta en sus nóminas de fin de mes cuando, es obvio, aquí lo que hay que sumar son los merecidos palos a los irresponsables del negociazo de las camisetas.

Gente que, como yo -como tantos compañeros-, malgasta su tiempo reuniendo a los padres de su tutoría por la tarde -fuera de su horario-, dándoles su e-mail personal por si surge algún problema serio, trabajando séptimas horas con un grupo de teatro cuya existencia no importa más que a los alumnos que lo forman o pasando una tarde-noche entera -como la de hoy- organizando y leyendo los artículos que le envían los chicos para la revista de su centro. Está claro que, ante tanta desfachatez, merecemos que los hados nos castiguen con esta aritmética tan casual y, por culpa del caprichoso azar, tan mezquina y ruin. Faltaría más.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Sigue haciendo lo que consideras que debes hacer. A mucha honra y con poca pela. Parece que no todas las DATs están siendo igual de eficientes en lo de descontar. Jamás me creí lo de los complementos y hasta que no lo vea no lo creeré. Pero, por cierto ¡yo no quiero complementos quiero tiempo para hacer mi trabajo en condiciones!. Si sigo tragando estaré comportándome como aquel funcionario que decía: yo sólo obedezco órdenes.

Carmen dijo...

No sé cómo encuentras tiempo, Fernando, para mantener actualizado este blog. Créeme que me cuesta entenderlo. No estoy en activo debido a una jubilación por invalidez permanente ya desde hace algunos años, y juro que por aquel entonces no me llegaban las horas del día para el trabajo, mis hijos, la casa y lo demás (el marido no, que al final tuve que "prescindir" de él). Voy viendo cómo están evolucionando las cosas y si ya de aquella estaban mal en el terreno educativo, ahora ni sé cómo calificarlo.

Sin embargo, si me lo permites, quisiera comentar el caso del instituto en el que tuve que matricular a mi hijo pequeño al trasladarme a la ciudad. No había plazas en ninguno, excepto ese en el que nadie quería que estudiasen sus hijos, y al que iban a parar los chicos que expulsaban de los demás. No puedes imaginar la grata sorpresa que me he ido llevando en estos años, y en éste en particular, al ver la dedicación, el interés y el magnífico trabajo que los docentes realizan allí. Puedo decir que estoy orgullosa y contenta de tener ahí a mi hijo, aunque el 90% de la gente no me crea: es el mejor instituto, y con diferencia, de todos los que conozco (y no son pocos). Mi hermana y mis amigas llevan a sus hijos a centros privados o concertados; no tienen ni idea de la realidad hasta que están tan empantanados que no saben por dónde salir.

Ánimo, Fernando: el tiempo siempre termina por poner las cosas en su lugar, y con gente como vosotros y como los profesores de mi hijo estoy segura de que nuestros hijos, alumnos de centros públicos, no tendrán nada que envidiar a los demás, sino todo lo contrario.

Un saludo cordial.

Biquiños.

Carmen

Anónimo dijo...

Desde que mi hija entro nueva en el centro, sigo tu blog, es una forma de estar al día de todo lo que esta ocurriendo en la enseñanza publica e ir involucrándome poco a poco en vuestra lucha, pero sobre todo me he atrevido a escribir en el blog para agradecerte todo el esfuerzo que estas haciendo por los chicos y decirte que los miedos que tenia por el cambio de centro de mi hija se están disipando enormemente, después de oírte hablar en la tutoría me siento mucho mas tranquila, y prometo no saturar tu e-mail.
Gracias

Anónimo dijo...

Se me olvidaba enhorabuena por Tour de Force, me ha gustado mucho, iré a verla