lunes, 21 de marzo de 2011

¿Bandos?

A la defensiva. Así es como nos relacionamos quienes participamos en esta tarea que hemos convenido en llamar educación. Profesores que reciben, reticentes, a los padres (para qué vendrán, por qué son tan pesados, qué demonios quieren, por qué tengo que enseñarles ese examen...). Padres que analizan, escépticos, a los profesores (no tiene ni idea, qué sabrá, no conoce a mi hijo, son todos unos vagos...). Alumnos que, olvidados de unos y otros, nos miran con comprensible ironía a ambos bandos. Y es que, como si se tratara de una guerra, cada uno de nosotros nos ubicamos en una trinchera diferente, en vez de comprender que cuanto más cooperemos y nos escuchemos, mejores resultados se obtendrán.

En este blog, por ejemplo, hay más de un ejemplo -entre los comentarios- de esa postura a la defensiva que nos impide la autocrítica tanto a los docentes como a ciertos padres. Para algunos de los primeros, aquí se hace una crítica excesiva del profesorado, pues consideran que se trata de un gremio que, en su mayoría, cumple mucho y bien. Nunca he cuantificado quién hace su labor y quién la incumple (sería absurdo intentar hacerlo), pero sí quiero dar testimonio crítico -subjetivo, desde luego- de cuanto me parece mal, de cuanto veo a diario, de cuanto sufro en mi día a día en las aulas, donde jamás he tenido un solo problema con un alumno y, sin embargo, sí he tenido unos cuantos con ciertos profesores. Un día a día en el que hay muchas cosas que no funcionan y sobre las que no quiero echar tierra, pues jamás creí -ni creeré- en el corporativismo.

Sin embargo, también hay padres que, en otros de los comentarios publicados en este blog (y, por favor, sigan haciéndolo: hablemos e intercambiemos ideas, cuantas más, mejor), ven en mí esa actitud corporativista en aquellos posts donde la crítica no va dirigida al desempeño de la labor docente, sino a los obstáculos que se nos ponen desde fuera por parte de las instituciones, de sus recortes y, sobre todo, de su desidia en materia educativa. Por eso, por ejemplo, me niego a las pruebas CDI o a los rankings de ciertas Comunidades Autónomas o a cuanta valoración superficial se haga de una cuestión que merece un estudio tan profundo y serio como la calidad de enseñanza, tema que no se resuelve con pruebas superficiales ni, mucho menos, con un listado elaborado mediante correcciones con plantillas y baremos tramposos. Que supervisen mi labor, por supuesto, pero que lo hagan desde presupuestos educativos rigurosos y, sobre todo, que tenga alguna finalidad, como -para variar- premiar lo que se haga bien (que algo habrá, digo yo), además de sancionar, desde luego, lo que se haga mal.

En definitiva, todo lo que no sea una crítica unánime hacia el otro bando, se vive como un ataque, en vez de tomar conciencia de que quizá debamos todos situarnos en un mismo frente común y asumir la parte de responsabilidad que nos corresponda. Yo, por mi parte, intento hacer un análisis diario de mi labor, para ser consciente de aquello que no hago bien -que es mucho-, o que podría hacer mejor, o que me supera por el motivo que sea, con el afán de remediarlo en la medida que sea posible. A veces ese fallo es solo culpa mía, a veces tiene que ver con un factor ajeno, a veces es una suma compleja de discernir.

Nunca me han gustado las películas ni las novelas de buenos y malos, quizá porque me parecen terriblemente falsas, como todo lo que es maniqueísta. De eso habla este blog, de eso habla mi novela, de eso hablo en cuanto escribo, de que la vida no es blanca ni negra, la vida transcurre entre sombras mucho más difusas, donde todo está conectado con todo, donde no podemos seguir cayendo en ese eterno vicio de echar la culpa -solo y exclusivamente- a los demás.

La educación no es tampoco un tema que admita el juicio maniqueo, así que mientras sigamos relacionándonos a la defensiva -sin oírnos, sin acercar puntos de vista, sin ver lo que hacemos mal del mismo modo que exigimos que se valore lo que hacemos bien- nos mantendremos estancados, abocados a un estadio de mediocridad donde la hostilidad podrá, inevitable y férrea, sobre el diálogo. Y es que, aunque acusemos de ellos a nuestros adolescentes, su ira -como la que da título a mi novela- es mucho más comprensible que la de los adultos que, supuestamente, les educamos y a los que debería sonrojarnos la escasa capacidad que parecemos demostrar a la hora de entendernos.

4 comentarios:

Arual dijo...

Los bandos siempre son malos, hay enfrentamiento si hay bandos, en la educación entre profesores y padres, pero también entre los propios padres, los que defienden una forma de criar a los hijos y los que lo ven de manera distinta, y estos enfrentamientos no conducen a nada. Si nos diéramos cuenta que colaborando podemos avanzar otro gallo nos cantaría... De todos modos tu blog reinvindica a diario esa colaboración, de ahí que me encante leerlo!

Anónimo dijo...

Hola, muy buenas!
Solo quería decir, como alumno de bachillerato, que durante mi etapa educativa he visto mil casos de los citados en el blog. Y creo que, en la mayoría de los casos, el mayor perjudicado es el alumno. Los alumnos problemáticos no suelen ser ayudados a mejorar, sino simplemente son apartados de la clase mediante un trato diferente, o siendo puestos en evidencia delante del resto de alumnos (cuando, en mi opinión, la mayor parte de las veces precisamente lo que buscan y necesitan es más atención). En los casos en los que el profesor se preocupa por el alumno, en muchas ocasiones la comunicación con los padres es muy superficial, y muchos de estos padres o tutores se limitan a escuchar, castigar y continuar. O a veces ni eso. He visto casos de padres que defienden a ultranza a sus hijos, rebajando las quejas de los profesores a la típica frase de "le tienen manía".
Por no hablar del modo de dar las clases. La mayoria de los profesores se limitan a soltar la parrafada, explicar un poco por encima a los alumnos y esperar a que suene el timbre. Desde mi perspectiva, creo sinceramente que lo único que consiguen con este sistema educativo son máquinas de tomar apuntes y memorizar, pasando el temario por encima sin quedarse ni darle tiempo tiempo a disfrutar practicamente nada de lo que estudian.
Creo también que si realmente el sistema educativo estuviese pensado para la comprensión del alumno, sería muy diferente. Para mí, la educación secundaria es una simple preparación general para, posteriormente en la universidad, especializarte en un ámbito de trabajo en concreto y ser un inútil en el resto.
Sin embargo y por suerte hay excepciones.
Espero que tu seas una de ellas, un abrazo

Sinclair dijo...

Una labor fundamental del tutor (otra más...) es implicar a los padres en la tarea y evitar que los bandos se apoderen de la dinámica. El problema es cuando se da el caso de que el tutor es el menos conciliador del claustro y está enfadado con el equipo directivo porque "le ha caído el 3º A", pongamos. Como dices, a todos los elementos activos del proceso educativo nos perjudican mucho este tipo de situaciones

Maria dijo...

Mi hijo en 2º de la Eso tuvo un "profesor", y lo entrecomillo de forma ironica, que se limitaba a hacer los ejercicios en la pizarra para que lo copiaran los alumnos, sin explicacion alguna de como se hacian dichos ejercicios. Pese a nuestras protestas, llegando incluso al inspector de educación, nada conseguimos, el curso se pasó sin tomar ninguna medida que solucionara esto por parte de las autoridades educativas causando un gran perjuicio a los alummnos de esa clase que hasta entonces habian sido brillantes.
Por supuesto ni el profesor ni el centro tenian la culpa de dicha situación, primero se trató de culpar a los alumnos, cuando habían sido ellos los que nos pusieron sobreaviso a los padres de lo que estaba pasando.
Y como los padres no consentimos que como siempre se llevaran la culpa los alumnos, a la gran conclusión que llegó el inspector de educación fué que la responsablidad era de los padres por no haber intervenido antes. Cuando empezamos a quejarnos en el mes de octubre. Pueden suponer como fue la prueba CDI de matematicas de estos chicos en 3º