miércoles, 15 de diciembre de 2010

Cal y arena

Nunca he tenido muy claro qué era lo bueno y qué lo malo. Cosas del refranero, supongo. El caso es que ayer fue un día en el que -como sucede siempre en las sesiones de evaluación- hubo un poco de todo, así que haremos una breve síntesis de los hits del martes...

Dos de cal
1. Sobre la interdisciplinariedad
A todos se nos llena la boca con frecuencia sobre lo poco que saben nuestros alumnos, sobre lo mal preparados que vienen en tal o cual materia, sobre la escasa cultura general que parecen poseer. Sea o no cierto, el caso es que tengo la sensación -absurda, seguro- de que un mayor esfuerzo interdisciplinar podría solventar ciertas lagunas. Evidentemente, lo interdisciplinar supone trabajar en equipo y, en definitiva, exige coordinarse, prepararse, reunirse, entenderse. Demasiados verbos reflexivos y demasiado esfuerzo como para que alguien se anime a ello: el autismo es una fórmula pedagógica mucho más eficaz. Sin duda.

El caso es que me ha surgido la opción de mover una actividad interdisciplinar -palabra tan difícil de teclear como de conseguir- con otro par de departamentos. Yo me encargaría de todo, tan solo necesito un sí, un de acuerdo, o un movimiento de cabeza (de arriba abajo y de abajo arriba) para ponerme con ello. Ni siquiera pido colaboración, ni trabajo conjunto, qué va, solo pido que me dejen organizarlo a mí y que, al menos, no me miren mal por plantear algo diferente.

Pues bien, la reacción no es ni siquiera un adelante, o un bueno, o un triste no me importa, no, la reacción es pedirme que no haga nada que suponga restar clases llevando a los alumnos a dicha actividad, porque está claro que en cada 50 minutos damos unas dosis imprescindibles de sabiduría y todo lo que esté fuera de esa pizarra no será jamás igualmente formativo. Faltaría más...

2. Sobre la irresponsabilidad
¿Se pueden tomar medidas drásticas contra un profesor que incumple grave y sistemáticamente su trabajo?

Quiero creer que sí, pero lo dudo. Y lo dudo cuando pueden pasar situaciones como la que viví ayer, al comprobar que mi grupo de 2º de Bachillerato -sí, esos que se juegan el paso a la universidad- no tenían la calificación de una de sus materias. La profesora responsable no había comunicado esas notas, ni mostrado los exámenes, ni introducido las calificaciones en el sistema informático donde estamos obligados a registrarlas. Refugiada en una baja -sí, pueden sospechar: yo lo hago- se limitó a enviar un e-mail a la dirección de Jefatura de Estudios que, supuestamente, estaba destinado a mí y donde figuraba un listado de notas que pretendía que tomásemos en consideración durante la evaluación de mis alumnos.

Como estoy cansado del corporativismo y de otras milongas que no sirven más que para seguir tirando piedras contra nuestro tejado, me negué a introducir esas notas -recibidas por un cauce del todo irregular y fuera de plazo- y, afortunadamente, conté con el respaldo de la directiva para ello. Lo triste es que esa profesora está afectando a muchos más alumnos (diversos grupos completos de Bachillerato) y, de momento, no hay medida contundente alguna que pueda ser tomada. Es más, este problema ya se dio en anteriores centros y ha llegado tal cual hasta hoy. Y lo que nos quede...

2. Una de arena
Esta evaluación he corregido -si cabe- aún más de lo habitual. Decidí que era preciso que mis alumnos, a los que someterán a unas pruebas ridículas y mecánicas en la Selectividad, pudiesen expresarse y ser críticos con el contenido de la materia que les imparto. ¿Se puede enseñar literatura desde la captura de datos triviales o anecdóticos? Estoy convencido de que no. Lo malo es que, tras tantos trabajos escritos, he terminado realmente agotado. Resulta difícil encontrar tiempo para leer y valorar los trabajos de tus alumnos si cada grupo de Lengua y Literatura se compone de una media de 35 alumnos gracias a los recortes de nuestra siempre querida Comunidad.

Y hoy, roto tras una semana especialmente dura, una de mis alumnas ha venido a hablar conmigo. Es una chica inteligente, creativa, interesante. Una futura arquitecta, según sus deseos, que estoy seguro de que conseguirá cuanto se proponga por méritos y por esfuerzo. Y, de repente, me sorprende diciéndome que quiere hacer también Periodismo, o Comunicación, o cualquier otra carrera donde dar rienda suelta a sus ganas de escribir, porque hasta que empezó a hacerlo en mis clases no era consciente de que tuviera talento para ello. Es más, se veía negada en ese aspecto.

En momentos como es cuando piensas que corregir sí que tiene sentido, que a veces el sobreesfuerzo que se hace rotulador en mano sí que tiene algún fin. Y, desde luego, después de esto pienso seguir pidiendo que escriban, que opinen, que comenten. Pienso seguir llegándome pilas de trabajos a casa, porque mi objetivo no es que sean productivos -que es lo que de ellos pide la Selectividad- sino que sean creativos, críticos y adultos -que es de lo que de ellos debería pedir nuestro desenfocado Bachillerato.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Tengo la misma experiencia con las actividades interdisciplinares. Una directiva llegó a decirme que si quería hacer actividades con los alumnos, lo hiciera en los días de vacaciones de Semana Santa¡!
Tu actitud ante el intento de la profesora de baja me parece muy valiente. La mayoría se hubiera limitado a cantar sus supuestas notas en la sesión (incluso yo misma). Y la verdad es que tolerar estos comportamientos es muy injusto para los alumnos y para el resto de los compañeros que sí vemos la sesión de evaluación como la oportunidad de contraste y mejora que es.
Lo de tu alumna es estupendo. Ojalá lo consiga, creo que ahora con los grados y los títulos de master es muy factible.
Ánimo y muchos besos

Sinclair

Arual dijo...

Me quedo con la nota de color de la futura periodista que tienes en clase... aunque la arquitectura tampoco está nada mal eh, jeje!!