domingo, 24 de octubre de 2010

Cero en evaluación

Desde hace unos años, en los institutos se ha implantado una actividad absolutamente inútil de esas que, sin embargo, adoran nuestras autoridades -y no digamos ya en la CAM- porque permiten rellenar papeles, informes y otros tantos documentos de nula utilidad pero que, sin embargo, son motor de irrenunciable gozo para todos los amantes de la burocracia.

La actividad recibe el curioso nombre de Evaluación Cero y, supongo, el cero viene dado no tanto por el hecho de ser la evaluación que antecede a la primera, sino -sobre todo- por tratarse de una bella metáfora que resume, de modo preciso y matemático, los resultados que en ella se obtienen. Exactamente: cero. En teoría, gracias a ella se pretende evaluar los conocimientos que traen consigo nuestros alumnos, aunque esto jamás consiga dar fruto válido alguno. A este hecho contribuyen, entre otros, factores como los siguientes:

1. Boletinitis
Dícese de una enfermedad o manía muy extendida consistente en facilitar a los padres boletines de y por todo. De esta manera, en muchos institutos -el mío, sin ir más lejos- se entrega a las familias un boletín de calificaciones con los resultados de la evaluación cero, en los que se dan situaciones entre hilarantes y lamentables. Ejemplos:
- Alumnos que obtienen una nota sobre conocimientos previos en materias que jamás han cursado (como el alemán de 1º de la ESO)
- Alumnos que se examinan sobre materias que aprobaron con buena nota dos años atrás y que, por supuesto, ya han olvidado, convirtiendo aquellos sietes, ochos y nueves en doses, treses y cuatros.
- Alumnos que, horror, son humanos y, por tanto, olvidan durante el verano gran parte de los datos estudiados el curso anterior, de modo que el mismo profesor que los aprobó en junio los suspende en septiembre.
La entrega del boletín, por tanto, consigue crear una entrañable conmoción en alumnos -a los que les desmotivamos nada más empezar el curso: debe ser estupendo que te suspendan antes de empezar- y padres -que corren a ver al tutor para preguntar por las notas de sus hijos. El inicio del año escolar se convierte, así, en un festival inolvidable de sandeces que nos afectan a todos por igual.

2. Morbomanía
Patología docente que consiste en interesarse de manera del todo inadecuada en la vida de los alumnos, no tanto por la ayuda que se les pueda ofrecer, como por la diversión que nos ofrece asistir a nuestro propio Gran Hermano en una junta de evaluación. De este modo, la evaluación cero se convierte en el primer episodio del reality que es, a su modo, todo instituto, dando pie a aquellas tramas que ciertos individuos seguirán con especial atención a lo largo del curso. Hay quien lo justifica desde planteamientos pedagógicos, pero lamentablemente los que más preguntan, rumorean, cotillean y divulgan son los que, luego, menos colaboran o cooperan. Ellos, con asistir a la vida como espectadores ya tienen suficiente.

3. Claustrofobia
No, no es la aversión al claustro (que, ejem, también podría...), sino el temor de ciertos miembros del equipo docente a quedarse encerrados con sus compañeros durante más minutos de los estrictamente necesarios durante cualquier actividad que se celebre fuera de su horario lectivo. Este miedo absolutamente incontrolable impide que las juntas de evaluación se alarguen más de lo necesario, de modo que se evita profundizar demasiado en los alumnos problemáticos y, por supuesto, se obvia -directamente- a todos los demás. Esta aversión impide que la junta de la evaluación cero permita conocer a los alumnos, de manera que se convierte en un mero ritual donde se aportan comentarios inanes, rumores varios y calificaciones injustificadas.

Hay más factores, desde luego, así que hagan -si lo desean- su propia lista. En cualquier caso, ahora que ya hemos perdido un mes de curso con la evaluación cero, ¿nos permitirán comenzar -de verdad- a dar clase? Lo dudo: la burocracia es como los ataques de la CAM a la enseñanza pública: eterna e infinita.

3 comentarios:

David dijo...

ya veo q en todas partes es igual la evaluación nula, digo la evaluación certo patatero.



David

coxis dijo...

Lo mejor es cuando tienes en tu clase, por ejemplo a un deficiente visual o auditivo y no te dicen absolutamente nada, tú te pones a dar tu clase tan tranquilo y es el propio alumno o los compañeros de clase los que te informan mientras que tú te quedas con pokerface delante de los críos

y uno se pregunta, ¿y para esto tanta reunión? con lo fácil que es dejar una nota en el casillero con un listado de alumnos que necesiten algún tipo de atención especial, en lugar de hacer cotilleo (que sí, desgraciadamente ocurre)

Fernando J. López dijo...

Totalmente de acuerdo contigo, Coxis. Imposible resumirlo mejor...