domingo, 7 de noviembre de 2010

No, claro que no funciona

Jueves. En la clase justo antes del recreo. Un grupo de segundo de la ESO corre alrededor del instituto en lo que, supuestamente, es una sesión de Educación Física. Nadie parece controlarles -o, en caso de hacerlo, ejerce dicho control a una distancia prudencial-, así que los chicos comienzan a relajarse y sustituyen la carrera por el paseo, y al paseo le suman la charla, el chiste, el mp3, alguna llamada de móvil o, por qué no, un buen toque de bocina a las bicicletas que están aparcadas junto al muro donde estoy dando clase ahora mismo.

La sucesión de los alumnos -que contemplo mientras intento hacer un examen a mis alumnos de Bachillerato- me recuerda a alguna escena de esas screwball comedies que tanto me gustan, de modo que cada vez es más surrealista la actitud y los gadgets de los chavales, cada vez más ajenos a que se encuentran -siempre supuestamente- en una clase más. Y en medio de ese maratón que pareciera un gag de Muchachada Nui, aparece un chaval con ganas de llamar la atención que decide, secundado por otros dos amigos, gritar un gigantesco Heil, Hitler! a pleno pulmón.

Sus secuaces le ríen la gracia y yo finjo no escucharlo, pretendiendo que es solo uno de esos gritos provocadores que mis alumnos lanzan de vez en cuando y que no tienen fondo alguno detrás. Pero las vueltas se suceden y, justo después del nuevo bocinazo de otro de sus compañeros de clase, el mismo chico vuelve a gritar, esta vez, con más fuerza aún su Heil, Hitler! anterior.

El grito se repite durante un par de vueltas más y cada vez me resulta menos comprensible. Me pregunto si debo intervenir, pero sé que poner en duda la autoridad de un compañero mientras da su clase se considera poco menos que un ataque personal, así que me trago las palabras y me limito a procesar el desconcierto y la tristeza que esta situación -una mera anécdota, supongo- me provoca. Que el chico del Heil, Hitler! sea negro solo añade un punto más de absurdo a la situación y me pregunto si -en sus años de primaria y de secundaria- nadie le habrá hablado de lo que esa consigna supone, de lo que trae detrás, de lo peligrosas que son sus secuelas y de cómo esa estela, lamentablemente, sigue todavía viva en nuestra sociedad.

Quizá la anécdota me parecería menos triste si no acabara de vivir un episodio de homofobia tan solo unos minutos antes en uno de los pasillos de ese mismo centro escolar. O si no hubiera escuchado un comentario racista en el metro justo antes de bajarme en mi parada. Quizá la anécdota me habría parecido una chiquillada si no me pareciera tan peligrosa y si no viera tantos signos de radicalización -adulta y adolescente- a mi alrededor. En este Madrid tan moderno y tan siglo XXI. Un Madrid que, me temo, está lleno de aristas oscuras y áridas que aprovechan las grietas de la crisis para emerger de las tinieblas donde habíamos creído sepultarlas.

Lo que resulta evidente -pienso mientras la ronda de chavales aburridos se sigue sucediendo alrededor de mi instituto- es que este sistema, definitivamente, no funciona. No, no funciona si a la quinta vuelta son ya cinco -no uno- los chavales que gritan ese mismo Heil, Hitler! No funciona si los demás que lo escuchan no muestran desagrado sino tan solo complicidad. No funciona si todos acaban riendo la gracia y aportando su particular granito de arena con nuevos toques de bocina con los que coronar como el nuevo Führer del patio a ese chico de trece años que no sabe el horror que encierran las dos palabras que pronuncia con tanta intensidad.

Afortunadamente, antes del sexto grito sonó el timbre del recreo. Y al menos, durante veinte minutos, pude encerrarme a solas en el departamento, fingir que no existía el mundo exterior en torno a mí y convencerme de que este trabajo sí que tiene sentido. Aunque a veces no sepa bien cuál es. Ni si vale la pena seguir buscándoselo.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo encontré una esvástica dibujada en la pizarra en uno de mis 3º de ESO y te aseguro que no pasó desapercibida. Después de dos sediones de tutoría bastante duras y una charla con dos padres, no volvió a aparecer. Lo que no comprendo es la actitud de tu compañero, es muy extraño, parece como si no estuviese allí... ¿Seguro que era una clase de E. Física? Igual era una guardia de esas en que sacan a los chavales al patio. En algunos centros en que he estado lo hacen y para mi gusto es una técnica desastrosa en que se suceden este tipo de cosas.
No obstante, creo que fuiste muy prudente, probablemente no tenga trascendencia ni para el propio chaval, y el encargado de la situación ante su impotencia para pararla hubiera cargado contra ti.
Estoy de acuerdo en que el ambiente se está radicalizando, aunque no tengo muy claro que sea por la crisis. A mí me sorprendió mucho cuando lo vi en la pizarra (era 2007), pensaba que todo eso estaba superadísimo. En los setenta, ochenta o noventa hubiera sido impensable oír o ver algo así, estaba todo muy reciente. Quizás el olvido sea lo más dañino de todo.
Mucho ánimo y besos

Sinclair

coxis dijo...

hay una ignorancia preocupante sobre la historia reciente, al menos nosotros veíamos en la tele películas de guerra donde los nazis eran los malos o nuestros padres nos llevaban a ver "En busca del arca perdida", será porque ahora sólo se estudia la geografía y la historia de la comunidad autónoma donde vive el estudiante...

...lo peor es que hay una cantidad de críos que están encantados de ser unos ignorantes, yo hoy estoy muy desencantado porque me han dado una mañana frustrante...

Fernando J. López dijo...

No, Sinclair, me temo que no era una guardia..., sino una clase. Ya te daré más detalles en persona. Y coincido contigo -una vez más- en la importancia de esa labor tutorial que, desde luego, algo cala. Me niego a creer que nada sirva de nada...

Siento el desencanto del día, Coxis, la verdad es que hay mañanas en las que cuesta asumir este trabajo con cierta distancia (y no digamos ya con entusiasmo). Ánimo con el resto de la semana, seguro que hay mañanas mejores esperándonos ;-)

coxis dijo...

lo fácil es pensar "menos que tengo que corregir" pero cuando dejas una semana de plazo para que te entreguen una redacción con dos temas distintos para elegir uno y esta mañana de 20 recoges sólo 4 es que el curso es poco prometedor...

Anónimo dijo...

Triste cuando menos... Y aún lo es más al recordar un episodio que presencié hace escasos días:
En una fiesta, un chaval de unos 17- 18 años, en medio de su grupo de amigos, profiere, orgulloso y con sorna: "¿Tú que pasa que no comes porque no sabes cómo lo hacen los que no son salvajes?" Por supuesto todo el corrillo rie. El afectado (amigo de todos ellos), de origen ecuatoriano, esboza una sonrisa... UNA SONRISA??!! Claro que fue una de las más falsas que he visto.
Expongo este ejemplo sólo para reflexionar sobe cómo es posible que siga habiendo este tipo de comentarios hacia gente que ya está integrada en nuestra sociedad, cómo el virus del racismo parece empezar a extenderse desde esos chistes aparentemente inofensivos y graciosos entre una sociedad que ha olvidado, si es que algún día lo supo, el mal que dicho virus ha causado.

Pero por otro lado, coincido en que estamos a tiempo.

Anónimo dijo...

Eso me pregunto yo todos los días, respecto a mi generación y las siguientes. La historia por lo que veo poco sirve, o nada. Pero una observación en cuanto a lo de la complicidad de los compañeros (si no he entendido mal). Por experiencia propia cuando expresas tu aberración ante ese acto, aseguro que las consecuencias son peores, que si callas y pasas, o lanzas una sonrisa, que también en la mayoría de los casos expresa un ``pobre imbécil´´(con perdón de la expresión. Precisamente por lo que cuentas, es una tontería producto de la inmadurez y la ignorancia, y que un compañero le recrimine solo aumenta la idea absurda que tenga de ese pensamiento, y es peor.
Por otra parte, reconozco que muchos de sus compañeros tampoco saben de la importancia que puede tener ese hecho, y no creo que sea un problema suyo, si no más bien del título de este magnífico blog. Enhorabuena!