lunes, 26 de septiembre de 2011

Sigue la huelga verde

Tres días más de huelga: 4, 5 y 20 de octubre. Ese es el acuerdo alcanzado hoy por los sindicatos para continuar con las movilizaciones y las protestas contra el progresivo desmantelamiento y privatización de la enseñanza pública. A estas alturas, no voy a molestarme en volver a desmentir a quienes intentan confundir con falacias tales como la de las famosas dos horas (para ello, les remito a este otro artículo) y me limitaré a recordar que con estas huelgas no estamos pidiendo ni menos horas de trabajo ni más salario, sino condiciones dignas para nuestros alumnos: condiciones que se traducen en cuestiones tan cotidianas -y necesarias- como un número suficiente de profesores por centro, unas ratios razonables por aula, y la recuperación de todo cuanto se les ha arrebatado (desdobles, compensatoria, refuerzos, apoyos, laboratorios, prácticas, extraescolares, orientación, biblioteca...).

La decisión de estos tres días seguro que da lugar a todo tipo de opiniones pero, más allá de qué días hubiésemos preferido cada uno de nosotros, creo que es importante mantener la cohesión, la unidad y la firmeza. El éxito de la huelga de los días 20 y 21 de septiembre -cuyo porcentaje fue, simplemente, abrumador- y el de la manifestación del día 20 -que ni siquiera la Comunidad pudo empequeñecer ni manipular ante la evidente marea verde allí congregada- ha de repetirse en estos tres días, así como en las movilizaciones ya convocadas y que paso a enumerar a continuación:

- Miércoles 28 septiembre - 18:00 h. Concentración frente la Consejería de Educación.

- Martes 4 octubre - Manifestación de Neptuno a Sol.

- Jueves 13 octubre - Cadena humana ante la Consejería de Educación.

La visibilidad, la cohesión, la unidad de la comunidad educativa ha de mantenerse tan fuerte y tan enérgica como hasta ahora, pues sabemos -por mucho que ciertos medios neoliberales jueguen a la confusión y al desprestigo- que la razón está de nuestro lado, que nos estamos jugando el futuro de la educación pública -no podemos seguir permitiendo que la Comunidad de Madrid la destroce en pro de otras ofertas que fomentan la segregación y el elitismo- y que es el mañana de nuestros alumnos -e hijos- el que está en juego. Porque a mí -como a muchos de mis compañeros- no me importa seguir dando 20 o -como este curso- hasta 21 horas -lo confieso: disfruto cada clase pese al mucho tiempo que me lleva prepararlas- pero sí me importa, por ejemplo, no poder atender de un modo mínimamente personalizado a cada uno de mis grupos de Bachillerato, compuestos por 34 o más alumnos, tan numerosos que apenas caben en el aula donde se les niega la excelencia que sí se financia para otros.

No podemos dejar que la ceguera de nuestra Comunidad -incapaz de ver el talento de nuestros alumnos... o quizá, asustada porque sí son conscientes del mismo- prive a nuestros estudiantes de una educación digna y de calidad. Una educación para la que, por supuesto, también es necesaria la autocrítica, y la autoexigencia, y cambiar muchas cosas del sistema que todos sabemos que no funcionan. Ojalá esa sea la segunda parte de esta revolución, de esta marea verde que ha arrancado a la escuela pública de su letargo. Pero para que esa renovación sea posible -y lo será si seguimos tan unidos como hasta ahora todos los sectores de la comunidad educativa- es preciso contar con los medios humanos necesarios, medios humanos que son los interinos que faltan, los funcionarios en expectativa aún sin destino adjudicado y, en definitiva, los profesionales desterrados de nuestros centros sin tener en cuenta alguna las necesidades de los mismos.


Por eso, porque estamos consiguiendo muchas cosas en este proceso, porque -al menos- hemos logrado que la educación sea un tema protagonista en un país al que este asunto -tan esencial- parecía importarle más bien poco, no podemos rendirnos ahora. Padres, alumnos y profesores tenemos una enorme responsabilidad y -todos lo sabemos- la marea verde de Madrid está siendo observada con particular atención, así que no podemos desinflarnos ahora. No, ahora menos que nunca. Hagamos que esa huelga sea otro éxito, que nuestras quejas sean visibles, que -por fin- abran una auténtica negociación. Un diálogo que no verse sobre esos suplementos salariales que nadie les ha pedido (y que, por cierto, son en sí mismos una ofensa: ¿la labor tutorial de todo un grupo de alumnos -ejercida con profesionalidad y entrega- se valora en 75€ mensuales?). Detalles así son los que obvia Aguirre cuando habla de la famosa mesa a la que no acudieron los sindicatos, detalles tan intrascendentes como que no se propuso -en ningún momento- dialogar sobre el núcleo del conflicto, sino que tan solo se optó por un zafio intento de compraventa de la dignidad de quienes no estamos dispuestos a vendernos por cifra alguna. Quienes -eso lo olvidan Figar y sus aliados- ya asumimos la bajada de sueldo conscientes de la situación que atravesamos. Del contexto en el que vivimos. Olvidan que no estamos perdiendo días de salario por un fin egoísta, que no nos mueve el ombliguismo que sí parece mover a otros -tanto como para dar datos poco veraces sobre sus sueldos, por ejemplo...-, sino que esta lucha es por un bien común, por un fin colectivo, por un ideal posible y necesario en toda sociedad democrática: la educación pública. Y por eso mismo, mientras no haya diálogo, los días de huelga seguirán siendo un éxito. No tengo duda alguna al respecto.

jueves, 22 de septiembre de 2011

Crónica de una alumna

En estos duros días de #huelgaverde, de protesta, de manifestación y, cómo no, de tristeza por los continuos insultos y ataques que estamos recibiendo quienes amamos la enseñanza pública, también estamos fortaleciendo una alianza esencial para que la educación triunfe: la establecida entre padres, profesores y alumnos, cada día más fuerte y cohesionada -paradójicamente- gracias a la brutalidad -y la ceguera- de quienes deberían saber escucharnos.

Y en este proceso, complejo y lleno de momentos realmente ingratos, resulta hermoso poder enorgullecerse de nuestros alumnos -y de nuestro trabajo-, comprobar su implicación en esta lucha y, sobre todo, ver cómo la escuela pública forma justo lo que más temen los poderes que aman el oscurantismo: ciudadanos críticos, futuros adultos capaces de pelear con autonomía por su futuro y que se niegan a ser aborregados y hacinados en aulas en condiciones indignas.

Por eso, cuando recibí ayer este e-mail de una alumna de un instituto de Getafe -a la que nunca he dado clase y que contactó conmigo a través de este mismo blog- me emocionó tanto leer lo que en él me contaba. Porque sus palabras son la crónica en primera persona de las verdaderas víctimas de estos recortes: los alumnos, víctimas del robo de esos millones de euros que se nos quitan a la pública y se regalan (no dejen de ver este esclarecedor ejemplo si tienen dudas) a la escuela privada.

Así que hoy, como homenaje a todos los alumnos de la pública, a todos los chicos y chicas que han llenado e inundado Madrid con sus pancartas creativas, con su entusiasmo por el futuro, con su fuerza crítica y con sus camisetas verdes, publico íntegro el texto de esa carta. El relato de una alumna de 1º de Bachillerato que resume, línea por línea, la realidad que hoy aqueja a nuestras aulas. Esas de las que nuestros estudiantes son -y han de ser siempre- los verdaderos protagonistas.

CARTA ABIERTA DE UNA ALUMNA DE 1º BACHILLERATO

Estos días han circulado por internet multitud de cartas abiertas de profesores tratando de explicar que no son dos horas, que no son ellos los más perjudicados. Que somos nosotros. Me indigna ver cómo todo su esfuerzo no sirve para nada en cuanto algún político deja caer frente a los medios que son unos vagos y que sus protestas se deben a esas dos horas que no dejan de mencionar. Nos manipulan como quieren, sus medias verdades aparecen en las primeras planas de sus periódicos mientras los hechos, las cifras objetivas, quedan sepultadas bajo sus artimañas electorales.

Así que me gustaría compartir mi versión como alumna de secundaria de la escuela pública. No creo en partidos políticos ni me importa a quién le bajen el sueldo o le suban dos horas, me importa mi futuro y el de mi generación.

Hace una semana que comencé 1º de Bachillerato en un instituto de Getafe. No es una mala zona, no hay mucha pobreza y sé que debo considerarme afortunada. No puedo imaginar cómo está la situación en otros institutos de zonas más pobres aquí mismo, en Getafe. No sé si creerme las cosas que me cuentan sobre más de 40 alumnos hacinados en aulas sin material, con profesores más preocupados por salir vivos del aula que por conseguir un buen nivel.

En el mío somos 30, 37 y 33 alumnos de 1º de Bachillerato en las 3 clases. Pensábamos que habría 4 clases, porque hay cuatro opciones de Bachillerato, pero las letras puras (Griego y Latín) han sido desterradas. La profesora de Latín nos decía que estaban protegidas por ley, así que no entiendo cómo ella, junto con mis compañeros que querían estudiarlas, se han tenido que marchar del instituto.

Esta semana no hemos dado prácticamente clases útiles, mi instituto está sumido en el caos. Hemos cambiado de tutor un par de veces por los desajustes en los horarios. Al no haber clase de tutoría no hemos podido elegir delegado, el que se encarga de cerrar el aula con llave durante los recreos, por lo que debemos llevar siempre encima la mochila para evitar los robos. No hay profesores de guardia para vigilar a los alumnos que están solos cuando algún profesor falta, ni siquiera a los más pequeños, recién llegados a secundaria. Los horarios son provisionales, cualquier nuevo cambio ordenado desde la Administración trastoca las clases de todos y exige rehacer toda la organización.

Tengo tres profesores, de lengua, mates e inglés, que en realidad son "medios" profesores. Trabajarán media jornada en mi instituto y la otra media en otro, aunque el descontrol es tal que todavía no han mandado ninguno desde la Administración. Mientras tanto estamos parados durante estas tres horas, o a veces nos juntan en el aula grande a los tres bachilleratos (los 100 alumnos) con un solo profesor para que no perdamos el tiempo. Ni siquiera sabemos en qué grupo de matemáticas estaremos porque los profesores no pueden ponerse de acuerdo en qué sistema usar para dividir los grupos hasta que llegue el que falta. ¿Que tenemos peor nivel que la privada? ¿Acaso creen que en la privada se pierden tantas horas de clase por temas así, que tienen el mismo material, la misma treintena de alumnos por clase?

Los 'desdobles' de las únicas dos optativas que el instituto ha podido ofertar tienen, de nuevo, 30 alumnos por desdoble, incluida Ampliación de inglés oral. ¿Qué tal creen ustedes que funciona una clase de inglés oral con 30 alumnos? Tenemos oportunidad de hablar 1 minuto y medio cada alumno.

Me indignan las mentiras descaradas de Aguirre. Sí que ha habido recortes, lo notamos todos los alumnos, la precariedad y el descontrol generado por la falta de profesores. Todos están dando más de lo que pueden y aun así no es suficiente, no dan abasto con tanto por hacer en pleno inicio de curso escolar y tan pocos recursos.

Mis profesores no trabajan 20 horas. Nos dan 20 horas de clase y luego nos vigilan en el recreo, dan clases de apoyo, se encargan de cubrir las faltas de otros profesores, preparan las clases siguientes. Responden las dudas después de la hora de salida, se quedan ayudando a los alumnos que van peor en sus horas libres. Nos llevan a excursiones, a campeonatos de matemáticas, a concursos de poesía. Llegan los lunes a primera hora con ojeras de haberse quedado de madrugada corrigiendo. Les he visto en la manifestación hoy mismo, junto a sus alumnos, luchando por nuestro futuro. A pesar de todo el caos, las horas perdidas, la falta de material, ellos siguen siempre al pie del cañón, con su pizarra vieja y sus tizas (no todos tenemos la suerte de tener las pizarras digitales de la privada).

Estoy orgullosa de mi instituto y de mis profesores, que me han enseñado a no rendirme y a luchar por mi futuro. Gracias a la escuela pública este año pude optar al Bachillerato de Excelencia en el San Mateo (quedé entre los 50 mejores del examen para el premio extraordinario de la ESO, aunque por supuesto no gané: nadie de la zona sur ganó), pero he decidido seguir en mi instituto público sin presupuesto, que es el que ha hecho que quedase entre esos 50 mejores.

Así que no me voy a callar mientras nos arrebatan la educación pública y nos condenan a una sociedad de clases sin posibilidad de ascender. Si los ricos son los únicos con acceso a educación, los pobres siempre seguirán siendo pobres, eso aprendemos en clase de historia. Tal vez unos cuantos políticos deberían dejarse de propaganda y trapicheos y volver a la escuela a estudiar el Antiguo Régimen, las revoluciones y el movimiento obrero, antes de repetir los mismos errores del pasado.

M. L. G.

Una alumna del IES José Hierro

lunes, 19 de septiembre de 2011

Huelga verde

La marea verde, por si alguien todavía no se ha dado cuenta, no tiene etiquetas. Somos padres, profesores y alumnos que pedimos una educación pública y de calidad. Padres, profesores y alumnos que mañana estaremos -de nuevo- llenando las calles de Madrid, en la manifestación convocada de Neptuno a Sevilla a las 18:30 h. Padres, profesores y alumnos que nos negamos a que recorten el futuro de nuestros alumnos. De toda una generación excelente a la que condenan, sin embargo, al hacinamiento y la mediocridad (su concepto de excelencia tiene que ver con la segregación, no con la convivencia ni el crecimiento personal).

Por eso, mañana, haré huelga. Y por eso, porque esta ha de ser una huelga activa y compartida, estaré -en la calle- con la comisión de información de mi instituto, tratando de hablar con la gente del barrio, con quien quiera acercarse y preguntar por lo que está pasando, por los motivos que nos han llevado a convocar esta huelga que, ojalá -por el bien de todos-, termine pronto. Una huelga que solo pretende que nos escuchen, por una vez, a quienes somos y formamos la comunidad educativa. Una huelga que exige que no sigan arruinando -desmantelando- la educación pública.

Y si alguien todavía tiene más preguntas al respecto, aquí dejo la última entrevista que me han hecho (esta vez, en la revista Magisterio) a propósito de esta #mareaverde que está inundando, al fin, las calles de Madrid. Hagamos, con fuerza y entre todos, que esta (necesaria) marea siga subiendo...

sábado, 17 de septiembre de 2011

Ítaca

Empecé a escribir porque una maestra -de la escuela pública, por supuesto- me regaló un cuaderno -pequeño, de cuadrícula y con tapas amarillas- para que lo llenara con los versos que anotaba en los márgenes de mis libros cuando me aburría en clase y en los que solo ella -con esa mirada atenta de los profesores de verdad- había reparado.

Seguí escribiendo, un poco más tarde, porque en mi instituto -público, claro- otra profesora me dijo que cierto relato que había terminado sin demasiada fe en mí mismo (Treinta y cuatro, se llamaba) merecía la pena y debía presentarlo a algún certamen. Seguí su consejo y, con el mismo cuento, gané dos concursos un mismo 23 de abril. No recuerdo ni siquiera en qué consistía el premio, pero sí la felicidad que sentí al firmar cada una de las fotocopias de ese relato que me pidieron mis compañeros de clase de aquel entonces. Ni en la Feria del Libro de este año, a la que acudí con La edad de la ira, sentí tanta emoción.

Después, empecé a hacer teatro porque esa misma profesora -siempre en la pública- empezó a llevarnos a sus chicos de 2º BUP (algo así como el actual 4º ESO) a salas alternativas madrileñas. Y así, de repente, conocí Triángulo y la Cuarta Pared, así como los textos de Ernesto Caballero o de Juan Mayorga. Supongo que por eso formamos un grupo de teatro escolar. Un grupo que siguió evolucionando y se mantuvo en los años de universidad. Un grupo para el que yo empecé a escribir nuestros propios textos y que, años más tarde, sería mi propia compañía. Un grupo al que llamamos Armando no me llama y que, por aquel entonces, no tenía ni idea de cuántos estrenos y cuántas salas estaban por venir. De todos los que nos quedan todavía...

Recuerdo perfectamente los años de instituto. Un centro de nueva creación donde, durante el primer trimestre del primer año, ni siquiera teníamos un espacio físico real. El VIII, lo llamaban, y nos daban clase en un centro "prestado" al que acudíamos por las tardes. Todo un trimestre saliendo a las nueve y a las diez de la noche de allí hasta que inauguraron -al fin- el centro real, un instituto que -en claro homenaje a Homero y a Kavafis- pasó a llamarse Ítaca.

Como es obvio -yo mismo lo escribí en El sexo que sucede, una de las obras que más veces he representado con mi grupo...- "los nombres sí que importan". Por eso, tan a menudo, vuelvo mi mente allí, porque en esa Ítaca -en ese grupo de profesores entregados y llenos de ganas de aportarnos cosas a sus alumnos- se encuentra gran parte -seguramente, lo mejor- de lo que hoy soy.

Ahora, cada vez que voy a una presentación de un nuevo libro, o a una entrevista, o a cualquier evento similar, me siento de nuevo un quinceañero, porque noto junto a mí la fe de quienes entonces me alentaron a escribir, a crear, a pelear por dar a conocer una voz que nunca estuve seguro de que nadie quisiera realmente escuchar. Y, por supuesto, cuando siento miedo ante un nuevo estreno, o cuando me impone respeto (¡mucho!) el público que espera a que les presente el último texto publicado, pienso -con un segundo me basta- en las cubiertas amarillas de aquel cuaderno que llené de poesías con infames rimas consonantes y siento que estoy a salvo, refugiado por el cariño y los ánimos de quienes vieron mi verdadero yo antes de que yo mismo supiera que existía.

Por eso, supongo, no concibo la educación si no es personalizada, atenta, individualizada. Por eso ayer salí triste al comprobar que doy clase de Literatura a dos bachilleratos de 34 alumnos cada uno. Porque quiero oírles, leerles, conocerles. Porque no soporto ver cómo colocan -haciendo slalom- la última fila de mesas de maneras inverosímiles para poder ver la pizarra. Porque me pregunto cómo voy a poder aplicar con ellos mi método de trabajo -basado en el debate, en las exposiciones orales, en la presentación de ensayos y trabajos de creación personales...-, porque creo que ellos también se merecen que les conozca, que les anime, que sepa si necesitan algún cuaderno (del color que sea) con el que sentirse más seguros para afrontar la nueva etapa que se les avecina.

Y no son las horas de más -en mi caso, este año doy 21 horas lectivas y no recuerdo haberme quejado por eso-, sino la ausencia de los compañeros -interinos en la calle, funcionarios que este año aún siguen en sus casas- que harían posible que esos dos bachilleratos no tuvieran 34, sino 20. Compañeros que permitirían que existiera la excelencia de la que hablan no en un solo instituto -qué despilfarro, cuánta segregación inútil- sino en todos. Porque yo tengo 68 alumnos excelentes -me han bastado un par de sesiones para adivinarlo- hacinados en aulas donde apenas caben físicamente y en las que resulta poco menos que imposible hacerles ver -y sentir- esa excelencia.

Así que, en mi caso, he tomado ya tres decisiones. La primera es que, por supuesto, iré a la huelga de la semana que viene. Porque no podemos permitir que este deterioro educativo siga su curso. Porque nuestros alumnos merecen condiciones dignas. Porque no podemos admitir la involución (lo siento, pero el argumento de que en otros tiempos éramos 40 en clase es tan aberrante como exigir que cambiemos los ordenadores por los pizarrines). Porque amo mi trabajo y quiero desempeñarlo con autoexigencia, sí, pero también con dignidad.

La segunda es que, a pesar de la huelga, me esforzaré por conocer a esos 68 alumnos -sin contar a los que tengo en la ESO, con los que haré el mismo esfuerzo, por supuesto- y por transmitirles mi asignatura con toda la pasión que sea posible, por mucho que la Consejería de Educación intente impedirlo con sus salvajes recortes.

Y la tercera es que, para evitar que -como ayer- me inunde la tristeza o el desánimo, meteré desde hoy ese viejo cuaderno amarillo en mi mochila. Y así, cada vez que las fuerzas amenacen con fallarme, volveré la mirada hacia mi particular Ítaca, hacia los años en los que -en ese instituto de Alcorcón, que en breve celebrará sus primeros 25 años- empecé a ser quien hoy soy. Y pensaré que, como decía Kavafis, esa Ítaca no es una, sino un plural inmenso. Un plural de Ítacas en el que cabemos todos los que creemos en la pública. Todos los que defendemos la educación. Todos los que, en definitiva, solo queremos que nuestros alumnos tengan una isla propia a la que acudir.

domingo, 11 de septiembre de 2011

Motivos para el 14S

Si te importa -de verdad- la educación.

Si crees que todo el mundo merece recibir la mejor formación posible.

Si opinas que es necesario atender a la diversidad y a la singularidad de los alumnos.

Si piensas que las clases de Secundaria no deben albergar a más de 30 estudiantes.

Si te parece que dejar la tutoría a libre albedrío de los centros es una aberración educativa que perjudica a los alumnos y a sus familias.

Si te preocupa que 3000 madrileños más engrosen las listas del paro.

Si te inquieta que se supriman refuerzos, desdobles, orientadores, compensatoria y todos los apoyos que los alumnos con más dificultades necesitan para sacar lo mejor de sí mismos.

Si te enfada que desaparezcan los laboratorios, las prácticas, las actividades extraescolares o el horario de biblioteca por falta de personal para atenderla.

Si no entiendes que se apoye la educación privada desgravando 90 millones de euros a quienes llevan allí a sus hijos y, a cambio, se recorten 80 millones de euros en la pública.

Si te enfada que se destinen más de 100 millones de euros a campañas de autopromoción de la Comunidad de Madrid en lugar de apostar por la calidad educativa.

Si no comprendes por qué Madrid es una de las Comunidades que menos dinero invierte por alumno.

Si piensas que todos tenemos derecho a recibir la mejor de las educaciones.

Si tu idea de excelencia no consiste en segregar, escindir y favorecer solo a unos pocos.

Si no crees en una sociedad que perpetúa en el fracaso escolar a quien no puede pagarse una formación mejor.

Si defiendes la educación pública como uno de los pilares esenciales de cualquier sociedad democrática.

Si sabes que la educación no es gasto, sino inversión.

Si no estás de acuerdo con que recorten el porvenir de tus hijos. De tus alumnos. O el tuyo propio.

Si piensas que el futuro de un país sin una educación pública fuerte es desolador, oscuro y negro.

Entonces -solo entonces-, súmate a nosotros, ven a la manifestación del 14S y tíñelo de verde.

viernes, 9 de septiembre de 2011

Primeras consecuencias

Ayer, tras enterarme gracias a las irresponsables -y gravísimas- declaraciones de la inefable Lucía Figar (nuestra Consejera de Educación) de que los manifestantes por la educación pública éramos todos "liberados sindicales y agresores de peregrinos" (¿...?), también conocí -de primera mano- algunas de las primeras consecuencias de los recortes en mi instituto.

De momento, somos -definitivamente- diez profesores menos que hace dos cursos y ocho menos que el año anterior. Esto ha supuesto que los docentes tuviéramos que elegir entre mantener las tutorías o suprimirlas e intentar conseguir algún desdoble. Hasta la fecha, ambas situaciones eran posible, de modo que, además de atender a los chicos en una hora de tutoría semanal, podíamos dividir en dos subgrupos las clases que lo necesitaban para impartir asignaturas como Lengua, Matemáticas o Inglés. Este curso, sin embargo, tras votar -por abrumadora mayoría- a favor de mantener las -imprescindibles tutorías: pueden leer en este artículo que publiqué en El País por qué son algo irrenunciable en la ESO- hemos de asumir la supresión de la mayoría de los desdobles con los que hemos podido ayudar a los chicos en los cursos anteriores. En mi departamento (Lengua), por ejemplo, solo un grupo podrá ser desdoblado. Todos los demás -ni en 1º, ni en 3º, ni en 4º de la ESO- permiten esa posibilidad y, por supuesto, aumentará notablemente la ratio por aula.

Tampoco habrá profesor o profesora de Compensatoria, de manera que los alumnos con más problemas no dispondrán de esa ayuda extra tan necesaria. Para colmo, la presencia de un único orientador -en este caso, orientadora- en los centros de Secundaria hace que su labor sea poco menos que titánica (¿un solo profesional para atender a TODOS los alumnos?) y me recuerda claramente a la situación que traté de denunciar con el personaje de Mayte en La edad de la ira. Lamentablemente, esa situación supuestamente de ficción se ha convertido este curso en cruel y tristísima realidad.

Asimismo, y aunque el nuestro sea un centro bilingüe, la directora nos anunció que no podrán mantener los desdobles en inglés, ni siquiera a costa de que ella misma -que pertenece a ese departamento- imparta un número de horas lectivas muy superior a la exigida a alguien que ocupe su cargo. También desaparece la semana de exámenes de Bachillerato o, al menos, habrá que replantearse cómo va a llevarse a cabo en adelante. En esa semana, los chicos tenían todos los exámenes finales en cuatro días en los que no recibían clases, para que pudieran concentrarse en sus pruebas. Ahora, sin embargo, no tenemos profesores suficientes para cubrir ese sistema -que supone modificar el horario de diversos docentes durante una semana por evaluación- así que lo más probable es que esa fórmula desaparezca, de modo que los perjudicados -una vez más- sean nuestros alumnos.

Y es que, diga lo que diga la Consejería, las víctimas del conflicto no son solo los 748 funcionarios que a día de hoy siguen sin destino, ni los 3000 interinos -grandísimos compañeros ninguneados por la Comunidad de Madrid- que están injustamente en la calle, ni los docentes que sí tenemos centro y vemos cómo nuestras condiciones laborales se deterioran a pasos agigantados. No, las grandes víctimas de todo esto son -y eso nos entristece y apena profundamente a quienes nos importa la educación- nuestros alumnos, a quienes se les intenta negar una educación digna y, con ello, un futuro mejor.

Por supuesto, tampoco está nada claro cómo se podrán hacer los horarios, ni cómo se cubrirán las guardias, ni quién atenderá la biblioteca, ni... En mi caso, impartiré 21 horas lectivas, así que tendré que hacer malabares (¿cómo?) para mantener a flote la revista del centro y el grupo de teatro, dos actividades que hacía por las tardes de forma no remunerada y que no querría suspender por la implicación que muchos alumnos tienen en ellas. Sin embargo, la realidad me hace dudar sobre su continuidad, pues habré de asumir no solo esa ingente carga lectiva, sino también todas las tareas que los compañeros que faltan ya no harán y que deberemos repartir entre quienes estemos allí.

Esto, en cualquier caso, no es más que el principio. Las consecuencias de este ataque contra la educación pública se irán viendo -y agudizando- en cuanto empiece el curso. De ahí que el lunes por la mañana, alumnos y profesores de mi centro vayamos a trabajar en la elaboración de pancartas y carteles en defensa de la escuela pública. Que los padres y profesores nos reunamos ese mismo lunes por la tarde en asamblea para analizar los recortes. Y que yo siga con mi "tour mediático" intentando explicar -ya he perdido la cuenta...- por qué los #profesoresinEsperanza nos hemos sumado con padres y alumnos en esta #mareaverde por la educación pública. Por si alguien aún tiene dudas de ese porqué, dejo aquí el podcast de mi entrevista en RNE, con Toni Garrido y Elvira Lindo, así como el enlace de la que compartí con Ángel Gabilondo en el especial sobre educación de Hora 25 (a partir del minuto 33).

Si son padres, si son alumnos, si son profesores o si, simplemente, son ciudadanos a quienes les parece que la educación pública es un pilar esencial en cualquier sociedad democrática, ayúdennos a seguir difundiendo estos datos. Reales, concretos, singulares... Y, lamentablemente, atroces.








Entrevista en RNE (Asuntos Propios) con Toni Garrido y Elvira Lindo (Desde el minuto 25)

miércoles, 7 de septiembre de 2011

Alcalá 32

Ha sido, sobre todo, emocionante: la concentración más masiva del profesorado y la comunidad educativa desde hace años. Y eso que, como no podía ser menos, también se palpaba la tristeza en el ánimo de muchos, pero -a cambio de ese comprensible desgarro- hemos comprobado que el ataque contra la educación pública nos ha unido a profesores, padres y alumnos como pocas veces se había logrado. Un revulsivo que, a buen seguro, vendrá bien para limar asperezas, hacer autocrítica, tender puentes y tratar de sacar a flote un sistema educativo que otros quieren perpetuar en el fracaso. Y peor aún, desmantelarlo hasta que la educación sea privilegio -elitista y privatizado- de unos pocos.


Familias completas, docentes de toda suerte de generaciones, alumnos -qué extraordinario resulta verles protagonizar, con su vehemencia y su espíritu crítico, estas protestas- y, por supuesto, también otros ciudadanos que -simplemente- querían sumarse a la reivindicación a favor de uno de los pilares básicos de toda sociedad democrática. Hay quien insiste -con ignorancia y/o afán de sabotaje- en que esto es una movilización política, quien se empeña en ver siglas donde solo había un verde intenso y heterogéno, un verde bajo el que nos hemos reunido gentes de todo tipo de tendencias y orientaciones políticas, un verde bajo el que se han borrado siglas y donde quienes más estamos dando la cara en todo tipo de medios no pertenecemos a partido ni sindicato alguno. Por eso, porque nuestro movimiento es una lucha sin siglas, una guerra por algo que nos pertenece a todos, hay quien se empeña en desvirtuar su sentido. Sin ningún éxito, por supuesto.


Esta tarde no había ni rastro de esa negatividad en la concentración, en esa #mareaverde de #Alcalá32 (las dos etiquetas con las que hemos llenado de imágenes y consignas las pantallas de Twitter). Por eso, aunque todo cuanto estamos viviendo sea doloroso y cruel, no podemos caer en el desánimo, no podemos permitir que la tristeza y la desilusión que intentan imponernos puedan con nuestras ganas de plantar cara, de decir que no al desmantelamiento progresivo de la educación pública. Por ello, habrá que ir anotando ya la siguiente fecha y el próximo evento confirmado: la manifestación del 14 de septiembre.


Y espero -de veras que lo espero- que esta revolución también sirva para sacarnos a los profesores del letargo en el que hemos vivido los últimos años, un letargo que requiere una reacción profunda a medio y largo plazo, buscando soluciones entre todos para frenar las elevadas tasas de fracaso y abandono escolar. Porque es obvio que el sistema, tal y como está planteado, no funciona. Y sin embargo, también es obvio que hace años -no muchos, por cierto- sí lo hizo. Habrá que reflexionar, sacar conclusiones y, por supuesto, mantener la conexión padres-alumnos-profesores que se está fortaleciendo en estos días. Pero, para poder hacer todo eso, necesitamos una Administración que nos apoye, que nos defienda (sin carteles: preferimos los hechos), una Administración que invierta en la enseñanza y que sepa escuchar -por una vez- a quienes vivimos su realidad a pie de aula.


De momento, y sin caer en triunfalismos -éramos muchos, sí, pero debemos ser aún MUCHOS más-, tenemos que estar satisfechos del éxito de la concentración. De la implicación de todos en ella. De la sensación de energía y fuerza que se transmitía esta tarde en la calle Alcalá. Una energía y una fuerza que debemos mantener por nuestros compañeros interinos, por nuestros alumnos de Secundaria y Bachillerato, por nuestros colegas funcionarios sin destino, por todos los que asumiremos una carga laboral imposible de cubrir sin los compañeros ausentes y, en definitiva, por el bien de la pública.

Gracias, a quienes habéis estado ahí, por hacer posible este comienzo. Y ahora, sigamos.

Con nombre propio


En mi instituto faltan nueve profesores. Nueve profesionales de los que parte se suman a los más de tres mil interinos que ya no tienen trabajo y, otra parte, a los más de mil funcionarios con plaza a los que nadie les ha asignado aún un destino. A cambio, la Consejería nos promete a quienes sí nos quedaremos alguna que otra (humillante) limosna -supongo que con intenciones de acallar una voz que es cada día más fuerte- como los 75 euros mensuales con los que, dicen, remunerarán las tutorías.

No deja de ser irónico que, tras acusarnos de irresponsables, insolidarios y egoístas, ahora pretendan solucionar el conflicto a base de dinero, ignorando que no estamos peleando por ello, sino por la dignidad y la calidad de la enseñanza pública. Una dignidad que, por supuesto, necesita tanto de esos insustituibles profesionales como de las tutorías, dejadas al libre albedrío de los centros en un ejercicio de absoluta irresponsabilidad educativa (¿cómo se puede desproteger a los alumnos y a sus familias de esa manera?), tutorías cuya supresión resulta incomprensible -no supone ahorro alguno- y que exigen una implicación muy difícil de recompensar económicamente, por mucho que ciertas voces -véase a la ínclita pensadora de las peras y las manzanas- se sumen al discurso de lo vagos que somos los docentes.

Quizá porque los recortes de este año, además de salvajes, tienen nombre propio en todos los centros; quizá porque los padres y los alumnos se han sumado a nosotros e incluso han tomado, en algunos casos, la iniciativa; o, quizá porque lo que nos estamos jugando va más allá de una simple reivindicación gremial, ayer -en la asamblea que se celebró en mi instituto- no fue difícil ponernos de acuerdo. Todos sentíamos de la misma manera. Todos respirábamos la misma rabia y, al mismo tiempo, idéntica ilusión. Porque lo hermoso de este movimiento -por algo lo hemos teñido de verde- es que no luchamos desde el derrotismo, sino desde la fe en la enseñanza, en la educación, en la escuela pública. Y si hay algo que tenemos claro es que la educación pública no solo es el recurso -imprescindible y necesario- para que toda familia pueda dar a sus hijos una buena educación, sino que la educación pública ha de ser -de nuevo: porque hubo un momento en que lo fue- la mejor de las educaciones posibles.

En ese sentido, le agradezco muchísimo a la Consejera de Educación, a nuestra Presidenta y hasta a la autora del símil LGTB-frutal, que hayan levantado en armas a padres, alumnos y docentes, porque con ello han conseguido despertar la (necesaria y, a veces, olvidada) autocrítica, así como las ganas de renovación de mi colectivo, hoy dispuesto a que la educación vuelva a ocupar un lugar importante en la sociedad, recuperando para ello la cohesión entre familias y profesores. La campaña de desprestigio de la Comunidad de Madrid ha sido tan torpe y falaz que cada nueva palabra ha contribuido, aún más, a que creciera esa marea verde que esta tarde llenará la concentración en Alcalá 32.

Una marea verde donde todos llevaremos con nosotros un sinfín de nombres propios que le dan sentido a esta lucha: nombres de profesores interinos que no tienen trabajo este año, nombres de profesores funcionarios que siguen esperando un lugar de destino y, cómo no, nombres de todos los alumnos que sabemos que se verán perjudicados por esta sinrazón, por este recorte salvaje, por este ataque contra el que ha de ser pilar de toda sociedad democrática. Por ellos, por esos alumnos -que, como ya escribí en La edad de la ira, son la única fe inamovible que tengo dentro de este sistema- iremos hoy a esa concentración. Y por ellos, también, perderemos días de sueldo en las huelgas, y llenaremos Madrid de acciones de protesta, y -si hace falta- volveremos a levantar adoquines para comprobar si quedan rastros de aquel -hoy tan lejano- mar.

Y, en el proceso, no crean que nos conformaremos con un canto victimista, ni con un autohomenaje compasivo, sino que haremos autocrítica de aquello que podamos mejorar, de todo lo que nos haga más fuertes, más creíbles, más presentes y, sobre todo, más visibles. En esta crisis -en este ataque contra lo público- el trabajo codo con codo entre docentes, padres y alumnos permitirá ese autoanálisis y, más aún, hará que todos recuperemos el lugar que merecemos en la escuela pública, uniendo -con fuerza- a la comunidad educativa. De modo que los centros renueven sus energías y que el verde de esta marea sirva no solo para oponerse a quienes pretenden desmantelarnos, sino también para fortalecer los principios que nos sostienen.

Ayer, al mirar la unanimidad del claustro de mi centro (compuesto -como en cualquier otro instituto público- por profesores de todo tipo de partidos e ideologías), me sentí orgulloso de formar parte de ellos. De los más veteranos, que hicieron un análisis duro y claro de cómo ha sido el deterioro educativo en las últimas décadas. De los más jóvenes, cargados de razones e ideas para cambiarlo todo (o, al menos, para intentarlo). De todos los compañeros que, ayer, se convirtieron en una sola voz, en un sinfín de propuestas, en una mirada triste cuando los nombres -de colegas y alumnos- vienen a nuestra mente, pero también ilusionada cuando la acción -verde y rotunda- se alza como instrumento y como defensa.

Esta tarde, en la concentración, pensaré en esos nombres. En J., un estudiante de 3ºESO que este año ya no tendrá profesor alguno de compensatoria que le sirva de apoyo. En T., una interina excelente que ayudó a ciertos alumnos en un grave problema tutorial. En M., un alumno que me marcó y con quien aprendí lo importante -y lo compleja- que es la labor tutorial. O en R., que tras años de interinidad sacó su oposición y, sin embargo, este año no tiene centro en el que trabajar. Y así, en cada lema, pensaré en un rostro. En una identidad. Porque los 80 millones que se han recortado en la pública -frente a los 600 millones que la Comunidad madrileña ha invertido estos dos años en autopublicidad- se traducen en profesionales en el paro, docentes sin medios y alumnos sin futuro. Un futuro por el que lucharemos, con todas nuestras fuerzas en esta marea verde por la educación pública. Porque les pertenece.

domingo, 4 de septiembre de 2011

Marea verde


La de hoy está siendo, sin duda, una jornada intensa. Un domingo en el que muchos nos hemos lanzado a la calle para teñirla de verde, ese verde que se ha convertido -desde hace ya meses- en el símbolo de una lucha de todos: la defensa por una educación pública digna y de calidad. Una educación pública que ciertos políticos intentan socavar en un acto de -si somos ingenuos- puro cortoplacismo o de -si somos realistas- afán por privatizar lo que es público y convertir en accesible solo para unos pocos lo que ha de ser de todos.

Así que, esta mañana, a las 11 h. nos hemos reunido muchos profesores en Vitruvio, 11, apoyar con nuestra presencia a los compañeros que permanecen encerrados allí desde este viernes (¡ánimo y gracias a toda la gente de @encierroJPD!). Y lo mejor es que no solo éramos docentes, sino también padres, madres, familias completas y más de un presidente y de una presidenta de diversas AMPAS.

Acudieron los medios, algunos con intenciones de tergiversar lo que se decía, otros por puro afán informativo. Y, de repente, el color verde ha vuelto a colarse en los telediarios de las tres -La 1, Cuatro, la Sexta...- y se han oído las voces que -más allá de cualquier otro color político que no sea este verde de la escuela pública- clamamos contra el destrozo de la educación. Contra la agonía que -si nos cruzamos de brazos- seguirá viviendo -y sufriendo- todo lo público.

Entre otros pequeños -o grandes- logros, los tuiteros hemos conseguido que el lema #encierroVitruvio se convirtiera en "trend topic" (perdonen el anglicismo, que luego mis detractores -que van siendo cada vez más, me temo- ya se encargarán de criticar). Y esto, aunque parezca una simple anécdota, no lo es en absoluto. La visibilidad -ya sea en la red, ya en la calle- no es jamás algo nimio, sino un arma eficaz y necesaria. Y en eso tendrán que disculpar que aluda a otro de mis luchas cotidianas, pero llevo muchos años trabajando en temas de igualdad del colectivo LGTB como para no insistir en la importancia de la visibilidad a la hora de concienciar, movilizar y conseguir unos objetivos claros y no siempre sencillos.

Por eso, supongo, me ha desanimado un poco que faltaran en la concentración muchos de mis compañeros. Ya fueran funcionarios con plaza, ya algunos de los más de 1000 funcionarios en expectativa y -a fecha de hoy- aún sin destino, ya cientos de los 3000 interinos que no podrán trabajar con nosotros este año. Éramos muchos, sí, pero no tantos como debemos ser. No tantos como es preciso que seamos si queremos que se nos escuche.

Hay quien insiste en que es preciso hacer huelgas salvajes, o tomar medidas radicales, o emprender acciones más dañinas. Yo, honestamente, creo que no hay daño mayor para nuestra -cerrada- Consejería que seguir siendo visibles para que la sociedad sepa, en realidad, en qué consiste el modelo educativo -privatizador y elitista- que defienden. No hay mayor daño -y más aún, en unos meses de tensión preelectoral- que seguir sumando fuerzas para demostrar que esta no es una lucha solo de los profesores sino, como ha quedado patente hoy en Vitruvio, de toda la comunidad educativa.

Pero para que todo eso surta efecto, para que los medios sigan haciéndose eco de nuestras demandas, para que nuestra voz se siga escuchando con fuerza en defensa de la dignidad de nuestras aulas y del futuro de nuestros alumnos, hemos de ser muchos no solo en la red -ya sea en Twitter, ya en Facebook, ya en un blog...- sino, sobre todo, en las calles. Llenándolas de verde. De consignas que, como las de hoy, recuerden que no se puede seguir recortando en la escuela pública mientras se apuesta, de forma obscena de puro obvio, por la privada y por la concertada religiosa.

Durante un momento sentí, lo confieso, una cierta inquietud ante las ausencias. Pero, por otro lado, un compañero -¡cuánta gente estupenda estoy conociendo en esta larga lucha!- me ha convencido de que todo esto es un largo proceso, de que la impaciencia no conduce a nada, de que estamos siendo muchos más de los que hemos sido en todos estos últimos años. Y gracias a esas palabras he pensado que sí, que lo de hoy es un importante paso más, otra batalla en una guerra muy complicada donde, sin embargo, cada vez sumamos más apoyos y alianzas.

Por eso hoy escribo este post, para dar las gracias a quienes habéis estado -a las 11, a las 18, a cualquier hora- allí. Y, sobre todo, para pedir que nadie falte a la concentración del miércoles 7 a las 18 h. frente a la Consejería de Educación (c/ Alcalá 32). Porque esa tarde la asistencia ha de ser masiva. Descomunal. Abrumadora. Esa tarde ha de ser de todos los que creemos en la educación pública. Da igual quiénes seamos. Profesores, padres, alumnos... En definitiva, ciudadanos.



sábado, 3 de septiembre de 2011

Desprestigio e irresponsabilidad

La desunión y el desprestigio. Dos armas fáciles -tan peligrosas como irresponsables- y muy eficaces en tiempos de crisis. Esos son los instrumentos que la Consejería de Educación está empleando contra sus profesores en un acto de cinismo que nos hace recordar aquella -vana y derrochadora- campaña del "Apoya a tus profesores" como un carísimo (1'8 millones de euros, nada menos) ejercicio de humor negro.

Es irresponsable que nuestra Presidenta afirme ante las cámaras televisivas que trabajamos solo 18 horas y que aumentar esa cifra a 20 es lo menos que podemos hacer para no agraviar comparativamente al resto de los madrileños. Es irresponsable que solo corrija esa falaz cifra a través de su cuenta de Twitter, jamás en un medio masivo como los empleados para el desprestigio de nuestro colectivo. Es irresponsable que los medios -no todos, pero sí la mayoría- sigan presentando esas famosas dos horas como el núcleo del conflicto. Y es irresponsable, en definitiva, que se convierta en chivo expiatorio a un colectivo -el del profesorado de la pública- que resulta un blanco fácil para la ira de quien, lamentablemente, no goza de una posición laboral estable.

En ese continuo libelo contra los docentes -que tan rápidas adhesiones consigue desde una posición acrítica-, se obvian datos insignificantes, nimios, apenas perceptibles, como los siguientes:

- se silencia que la mayoría de los profesores madrileños ya teníamos horarios con 19, 20 y hasta 21 horas lectivas durante los dos cursos pasados (en mi caso, por ejemplo, en 2010-11 tuve 19 horas lectivas dentro de las 37,50 h de mi horario oficial: repito, solo del oficial), pues éramos conscientes de los recortes y fue preciso hacer esas ampliaciones poder mantener los desdobles y grupos flexibles, imprescindibles en Secundaria;

- se omite el hecho de que la mayoría de asociaciones de padres -así como la FAPA (Federación de la Comunidad de Madrid de Asociaciones de Padres de Alumnos)- se han sumado en numerosos comunicados a nuestras reivindicaciones y las apoyan sin fisuras, pues son conscientes de que esta no es una pelea de gremio, sino una lucha por el sistema educativo público, por su necesaria pervivencia y su (ahora arrebatada) dignidad;

- se pasa por alto que no solo se está contribuyendo a un aumento del paro en nuestra Comunidad, gracias a los 3000 interinos que ya no trabajarán este año, sino que, además, se deja sin centro a otros 1000 funcionarios -con plaza- que no saben si impartirán clase o no durante este curso (tal y como informaba hoy, al fin, El País), a pesar de que los institutos siguen bajo mínimos y en los claustros resulta imposible comenzar las clases sin abarrotar las aulas;

- se silencia que la crisis y la protesta de padres y profesores se agravó e intensificó cuando se suprimieron las tutorías -curiosamente, solo en la pública-, algo que supone más trabajo para el docente y que, sin embargo, exigimos quienes creemos de veras en la educación, quienes sabemos de su importancia para la convivencia y el éxito escolar, quienes somos conscientes de la cantidad de problemas (son adolescentes, ¿lo recuerdan?) que se pueden llegar a afrontar en un aula de Secundaria;

- se calla la realidad de que, para ser un colectivo tan egoísta e insolidario, esta es una movilización en la que no hemos incluido una sola reivindicación salarial: no estamos pidiendo que se mejoren nuestras condiciones (es más, hemos rechazado las migajas que nos propone la Consejería). No estamos peleando por mantener privilegio alguno, estamos diciendo que podemos asumir esas horas de más si nuestros compañeros -esos 3000 interinos, esos 1000 funcionarios en expectativa- ocupan sus lugares en las aulas y nos ayudan en nuestra tarea educativa por el bien de nuestros alumnos;

- se oculta que la protesta no nace de un sentimiento corporativista -pueden ojear muchos posts de este blog para hacerse una idea de hasta qué punto detesto, en cualquier ámbito, el gremialismo- sino de la necesidad de reivindicar la calidad y la dignidad de la educación pública, a la que se le han recortado 80 millones de euros mientras se entregaban -vía regalo fiscal- 90 millones de euros a la privada;

- se disfraza la crisis educativa con proyectos autobombásticos, como el bilingüismo (¿cómo se trabajará ese bilingüismo, por cierto, en centros sin posibilidad de crear grupos de conversación?) o la excelencia (reservada a un único centro en toda la Comunidad y negada, de plano, a todos los demás alumnos de nuestra región) y se tapa así la supresión de refuerzos, desdobles, grupos flexibles y figuras tan necesarias como las de los orientadores y los profesores de Compensatoria (en mi centro, por ejemplo, no habrá ninguno en este curso), cuya labor con los alumnos con más problemas es, simplemente, insustituible;

- se aleja del debate el recorte de plazas para alumnos en FP y en Escuelas de Idiomas, algo que convierte a ambas enseñanzas en un futuro reducto exclusivo solo para aquellos que puedan pagárselas en la educación privada;

- se obvia que el profesorado sufrió y aceptó un recorte salarial -como todos los funcionarios- el curso anterior y que, si bien hemos contribuido a pagar la crisis (ajena) con una parte importante de nuestras nóminas, no recordamos -por contra- haber recibido beneficio alguno en tiempos de bonanza;

- se oculta que Madrid es una de las Comunidades que menos invierte por alumno y se insiste en que se busca la excelencia aunque se fomente, de facto, la mediocridad.

En síntesis, desde la Comunidad y su Consejería, se nos presenta a los docentes como el enemigo y se busca una catarsis rápida de las iras ajenas, haciendo alusión a nuestro -impopular- estatus de funcionarios -sin explicar jamás el proceso de años de estudio y las renuncias que eso conlleva, por cierto- y convirtiéndonos en privilegiados que se quejan de puro vicio. Y de puro vagos.

Es irónico que, para ser tan vagos y tan egoístas, nuestras demandas -en caso de ser atendidas- no vayan a servir para mejorar nuestras condiciones laborales. Por ejemplo, en mi caso, que soy funcionario con una plaza fija y destino laboral asegurado, veré cómo disminuye mi sueldo por cada día de huelga para, en caso de ser escuchados, acabar trabajando las mismas horas y por el mismo sueldo. Pero estoy dispuesto a perder cada euro que sea necesario para que mis compañeros recuperen sus puestos de trabajo y mis alumnos tengan la educación que se merecen, en aulas con ratios adecuadas, en centros con profesores suficientes, en un sistema educativo público que ha costado mucho crear y que ahora, ante los ataques salvajes de la Consejería, es momento de defender.

jueves, 1 de septiembre de 2011

No son dos horas

Es admirable lo bien que funcionara la maquinaria propagandística de quienes ostentan el poder. Una maquinaria que ha convencido, en apenas unas horas, a gran parte de la opinión pública de dos hechos que son completamente falsos:

1. Se afirma que el horario actual de un profesor de Secundaria son 18 horas semanales, cuando es -en realidad- de 37,50 h. Contamos aquí -por supuesto- solo las horas legales, pero no las horas extra no remuneradas que muchos de nosotros dedicamos voluntariamente a otras tareas educativas, tales como actividades extraescolares, salidas, viajes, grupos de teatro, jornadas culturales, revistas escolares..., iniciativas que la Consejería no reconoce en modo alguno.

2. Se insiste en que nuestra protesta y la futura (posible) huelga se debe al aumento de 2 horas lectivas y se omite su verdadero móvil: el desmantelamiento de la educación pública.

Sobre esta segunda falacia, y dejando a un lado que una hora lectiva se multiplica por otras tantas horas de trabajo fuera del aula, solo haré algunas puntualizaciones (a las que seguro que mis compañeros pueden aportar muchas más...):

1. No nos quejamos por 2 horas más, pues muchos de nosotros ya dábamos 19, 20 o incluso 21 horas lectivas en cursos anteriores. Somos conscientes de la crisis (es triste tener que volver a recordar que asumimos un notable recorte salarial hace solo unos meses) y por ello mismo, muchos -por no decir todos- estamos dispuestos a asumir ese aumento de horas siempre que se respeten las plantillas y los cupos de profesores actuales. Así, por ejemplo, si en mi centro todos aumentamos 2 horas lectivas pero no se recortan los 10 profesores que han sido suprimidos, podremos hacer desdobles, grupos flexibles, clases con menos alumnos y atender, en definitiva, a nuestros chicos con la dignidad y la dedicación que merecen.

2. El motor de la protesta no es, por tanto, el aumento de horas, sino el recorte de profesores. Recorte que supone dejar en la calle a más de 3000 docentes y hacinar a los alumnos en aulas que superarán, con creces, los 30 alumnos por grupo.

3. Nuestro objetivo no son esas dos horas, nuestro objetivo es defender la enseñanza pública, que se está viendo atacada de modo salvaje y tenaz, con medidas como las siguientes (solo son un tímido extracto de lo que está ocurriendo):

- recorte de casi 100 millones de euros en la pública (la Consejería admite, al menos, 80 mill €);

- "regalo" fiscal de 90 millones de euros a la privada (a través de desgravaciones a quienes puedan pagarse allí la matrícula de sus hijos);

- supresión de las tutorías que dejan de ser hora computable para profesores y alumnos y quedan al libre albedrío del centro, con el consiguiente perjuicio de las familias más desfavorecidas;

- supresión de plazas para nuevos alumnos en FP, EOI, Artes musicales y escénicas..., convirtiendo la enseñanza profesional, de idiomas y artística en un reducto que acabará siendo exclusivo de aquellos que puedan pagarse esa formación;

- supresión de refuerzos, desdobles, orientadores y profesores de Compensatoria (en mi instituto no habrá ni uno solo este año, por ejemplo), lo que más allá de exigir que cada profesor atienda a más 30 alumnos por clase, perjudicará tanto a quienes destaquen por sus altas capacidades como a quienes tengan problemas por lo contrario: todos deberán estar en el mismo grupo al no haber profesores suficientes en el centro para dividirlos por niveles; etc.

Por supuesto, se puede estar o no de acuerdo con estos motivos. Se puede estar o no de acuerdo con nuestra huelga. Se puede estar o no de acuerdo con nuestra lucha por la educación pública. Pero, más allá de la necesaria -y sana- diversidad de opiniones en que se basa toda democracia, no se puede mentir y afirmar que nuestra protesta se hace por un motivo que no es -ni mucho menos- el que nos ha hecho unirnos a padres, alumnos y profesores -de todo tipo de ideologías- por un fin común. Un fin que, desde luego, no son esas 2 horas (¿alguien cree, de veras, que toda la comunidad educativa se levantaría en armas solo por algo así?), sino el desmantelamiento progresivo -y alarmante- de un pilar de toda sociedad: la educación pública.