Está escrito con rotulador en su mochila. Un rótulo que la recorre en todas direcciones. Paty & Ali 4ever. Así, sin más letras ni más retórica. Con la seguridad que solo se tiene a su edad, cuando todo es mucho más blanco y más negro. Más evidente y más apasionado. Cuando la realidad se resume en que o se es amigo para siempre o no se es, porque los términos medios no existen. O si existen, no son satisfactorios.
No dejo de mirar esa mochila mientras retomo la lección de ayer. Algo sobre la deixis y sus formas de expresión en castellano. Pero la única deixis que llama mi atención es esa. Esta mochila. Esta promesa. Esta seguridad de que lo verdadero no se rompe. Ni se altera. Ni se cambia. Lo verdadero lo es aquí y ahora. Ahora y siempre. ¿No era eso la deixis?
Deixis y fe ciega en un 4ever que, atravesada cierta edad, ya se sabe mucho más precario. Un 4ever cuya semántica a menudo es incompatible con la amistad. Aunque no lo parezca. Supongo que por eso, entre otras razones, los adolescentes nos dan tanta envidia. Y disfrazamos los celos de preocupación social. De alarmismo cívico. Entonces es cuando hablamos de macrobotellones o de la generación ni-ni (¿la suya o la nuestra?) o de todos esos tópicos eternos desde que el mundo es mundo. Hablamos cargados de bilis, porque hemos olvidado que entonces nosotros también creíamos que existía ese 4ever, que no había traiciones, ni vacíos, ni mentiras. Que los amigos jamás te fallaban y que todo era sincero y cristalino. Altruista. Necesario.
Vuelvo a la deixis y enumero conceptos seguramente inútiles mientras en mi cabeza -bajo mi piel- estallan todos todos los 4ever que no fueron. Todas las traiciones lejanas y presentes. Deixis y escepticismo que intento anular dejándome arrastrar por las miradas que se cruzan en clase. Miradas de amistad. De compañerismo. De curiosidad. De primeros amores. De besos apresurados en el pasillo. De bromas privadas entre clase y clase. De complicidad. De cercanía... Miradas de un mundo común, el suyo, ese en el que a veces nos dejan colarnos como meros espectadores que apenas consiguen entender nada. Así que, para liberar la adolescencia que sé que habita en mí, me paseo incesantemente entre las mesas, con el afán de regresar -gracias a ellos, a cuanto me aportan- a esa parcela de la existencia donde todavía no hay hueco para las traiciones ni las hipocresías, donde todo es real, donde cada amigo es un 4ever que excede cualquier tipo de deixis. Porque su ahora es un siempre. Y eso, entre pupitres y mochilas, es bueno volver a recordarlo.
6 comentarios:
Me pregunto dónde ha estado usted durante toda mi educación secundaria. Aquí tiene una seguidora nueva.
Gracias, Carolina. Y por su comentario, creo que le interesaría el tema de mi novela... ¿Se anima a leerla y me da su opinión? ;-) Bienvenida al blog
Aisss qué mala es la envidia!!! Comprendo perfectamente lo que dices. Ese 4ever ya no se vuelve a repetir.
Creo que los profes "vocacionales" intentamos acercarnos a su mundo; queremos entender sus códigos, sus valores y sus necesidades.
¿Nos quedó algo en el tintero que no dijimos en su momento?
Los F4E (Friends for Ever) de mis aulas desprenden miedo. Huelen la realidad adulta y la rechazan. Se esconden en su "sociedad secreta", lejos de los reproches y de los desprecios de cátedra.
Algo falla en las aulas.
Hermoso y emocionante comentario, Vicent. Me ha encantado... Gracias por compartirlo... Abrazos de otro "vocacional" como tú :-)
Sí que es emocionante!
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