Leo en una entrevista con nuestro actual e inefable ministro, el señor Wert, que la culpa del fracaso escolar la tenemos -en exclusividad- los profesores de la pública y "nuestro estatus". Siempre es agradable que alguien te quiera hacer creer que eres un privilegiado, como si el "estatus" te hubiera caído del cielo y jamás hubiera pasado proceso de oposición alguno. Por mi parte, solo puedo invitarles a quienes quieran probar dicho "estatus", a que pasen ese mismo proceso que, seguro, les depara grandes horas de júbilo, felicidad y animado jolgorio.
Pero dejando a un lado el insignificante olvido de que nuestras plazas no nos salieron con la sorpresa del roscón de Reyes -aunque haya ministerios que sí parecen seguir ese procedimiento-, me centraré en hasta qué punto me siento culpable -al menos, este curso- de cuanto fracaso escolar me rodea.
Pues sí, señor Wert, soy culpable -entre otros delitos igual de ignominiosos- de haber dado mi e-mail personal a los padres de los alumnos de mi tutoría, para que puedan ponerse en contacto conmigo y escribirme fuera de mis horas de trabajo. Soy culpable de leer sus correos, de contestarlos y hasta de haber buscado ayuda externa y profesionales en otras áreas para asesorar a esos padres que -desalmados- pretendían ayudar a sus hijos.
Soy culpable de haber atendido, en otro e-mail diferente y creado solo para ellos -rarezas que tiene uno-, a mis propios alumnos. Incluso de haber respondido dudas de alumnos que no eran de mis grupos pero que tenían situaciones que requerían algún tipo de consulta, ya fuera académica o, en otros casos, más personal. Situaciones de esas que, según su nuevo temario de Ciudadanía no se producen. Porque ya no habrá homofobia, ni bullying homofóbico, por tanto, así que -gracias por atender las demandas de los obispos, señor Wert-, esos casos tan complejos y delicados que muchos docentes conocemos no serán más que un recuerdo del pasado. O hasta una alucinación nuestra, claro está. Porque nos imaginamos que hay adolescentes que sufren en nuestras aulas cuando, como los obispos -autores de la nueva Ciudadanía- bien saben, eso jamás ha sido así. Y soy culpable, de nuevo, de haber dedicado ratos de mis tardes, de mis noches, o de mis fines de semana a contestar a lo que alumons y padres me planteaban vía e-mail. O, peor aún, de haberlo hecho hasta vía Facebook o Twitter, generando una cercanía y una comunicación que, sin duda, favorece y fomenta el fracaso escolar.
También soy culpable -es que hago examen de conciencia y esto es un no parar...- de haber creado dos buzones de correo para mis grupos de Eso y Bachillerato donde les he mandado pdf con fichas didácticas que yo mismo -desde la mismidad de mi "estatus"- he ido elaborando durante el curso. Culpable de no haberme ceñido a leer con ellos el libro de texto en clase y de haber creado materiales ad hoc adecuados a su nivel y, sobre todo, a sus necesidades. Culpable, en definitiva, de haber diseñado más de un centenar de esas fichas que, por supuesto, solo sirven para que yo mate el tiempo libre y no me aburra socializando con mis amigos, o conviviendo con mi pareja, o -peor aún- descansando.
Y, por si fuera poco, soy culpable de haber creado un grupo de teatro con 32 alumnos de niveles diversos con los que esta semana representaremos una versión que me ha tocado reescribir ya unas tres veces de Aquí no paga nadie de Darío Fo. Culpable de habernos quedado unas cuantas horas -fuera de nuestro horario: el de los alumnos y el mío- todas las semanas, de haber dedicado tardes enteras -sin cobrar ni un euro por ese trabajo extra: ¿quién no se busca -sin que nadie le obligue- tareas extras gratis en su trabajo, verdad?- a ensayar la obra, a preparar las coreografías, a fomentar la convivencia fuera y dentro del aula, a formar en valores como el trabajo en equipo o la responsabilidad y, en definitiva, a fomentar un espíritu de creación colectiva que, está claro, ha de ser digno del mayor de los oprobios.
Culpable, sí, porque mi "estatus" de funcionario -ese que me cayó del cielo, como si de un tertuliano reconvertido en ministro se tratase- no me ha impedido dejarme la piel en mis clases este curso, ni luchar por hacerlo lo mejo posible cada día -cometiendo, seguro, mil errores: ¿quién no los comete alguna vez?-, ni empatizar con mis alumnos, ni sufrir por algunas situaciones en el aula, ni tomarle cariño a los estudiantes -ya no sé ni cuántos: no dejen de aumentar la ratio, por favor, eso sí que es una gran medida educativa- que he conocido de septiembre hasta aquí.
Y ahora aún tengo por delante unas cuantas semanas -hasta que acabe junio- para seguir equivocándome y colaborando desde mi inmerecido "estatus", como bien dice usted, querido ministro, en el aumento del fracaso escolar. Porque está claro que la implicación y el entusiasmo que ponemos muchos profesores, padres y alumnos de la pública es lo que puede hacer -y hará- fracasar los planes de nuestro ministerio, tan deseoso de privatizar cuanto se pueda y de controlar -pura ideología, no se engañen- la (si no lo evitamos antes) ex-escuela pública.
Realmente impresentable lo de este señor que tenemos como ministro de educación, me hace estar avergonzada del país y del gobierno. Por más que lo intento, no puedo imaginarme unas burradas y una cara dura más grande, una maldad mayor... y los pasos atrás tan grandes que estamos dando, uno detrás de otro. Yo ya no tengo palabras para él o su discurso, de verdad.
ResponderEliminarMenos mal que de vez en cuando encontramos maestros comprometidos con su profesión, personas que hacen examen de conciencia a menudo y que tratan de mejorar siempre, que ponen por delante sus principios al sueldo, que siempre siempre siempre están ahí para resolver dudas y echar una mano. Menos mal que siempre podemos encontrar en personas como tú un resquicio de esperanza.
Voy a reactivar mi blog, después de este horrible curso, y después de ver cómo ha deteriorado en 1 año ¡tan sólo en un año! esto tan fundamental, básico y necesario que es la educación pública.
Espero que tu trabajo siga sirviendo tanto como siempre. La verdad es que lo necesitamos. Nosotros, los que sabemos apreciarlo y admiramos tu tesón y esfuerzo constante, estamos profundamente agradecidos.
Sigue siendo culpable, la historia juzgará a cada uno y lo colocará donde merece
ResponderEliminarA mí también me avergüenza que algunos utilicen a los alumnos como excusa para sus fines corporativos y estén como plañideras por unas horas lectivas más y unos ajustes más que obligados porque este país es una ruina por los excesos de todos (principalmente de los que más chillan y les jalean, esos que además les bajaron el sueldo), ya que la "calidad" de la Enseñanza es solamente "presunta" desde hace demasiado tiempo y nadie protestaba, qué curioso.
ResponderEliminarAdemás, el ministro no ha dicho eso, de modo que va a ser también que hay muchos problemas de comprensión lectora y de todo tipo.
Eso sí, felicito a los de las camisetas verdes por su excelente visión "de mercado", aunque luego lo pongan a parir.
Y ánimo, que de todo se sale, aunque muchos se empeñen en que esto se acabe de hundir.
Siempre he pensado que mi vocación es la docencia. La vida me ha llevado por otros caminos, pero finalmente he vuelto a centrarme en sueño y lucho por conseguirlo. A pesar de todo lo que está ocurriendo, me alegra ver que sigue habiendo docentes que luchan por lo que creen. Docentes como tu sois mi inspiración para seguir luchando por conseguir lo que quiero. Docentes como los que yo tuve en la enseñanza pública. Gracias a ti y a ellos.
ResponderEliminarSoy profesor. Comprendo, admiro, siento y comparto todo lo que dices. Ánimo, fuerza y enhorabuena por explicarlo tan bien. Y por el blog.
ResponderEliminarHola tocayo, hace tiempo que no te comento nada, aunque sigo leyèndote. Coincido en prácticamente todos los puntos contigo. Lo que me pregunto siempre es: ¿Por qué los padres no se dan cuenta de todo lo que este "Wertgüenza" esta haciendo? y también me pregunto: ¿Qué podemos hacer para mantener alto el ánimo de nuestros estudiantes? Por que yo me harto de decirle a quien me quiere escuchar que aunque dejen a la pública tocada y hundida con los profes no podrán, porque la escuela la hacemos nosotros día a día. Pero claro al ritmo que vamos no se si podremos aguantar este desgaste. No ya de recorte de dinero en salario, sino de recorte de compañeros, de dignidad, de perspectivas de futuro... Y encima nadie se mueve fuera de nuestro entorno inmediato!
ResponderEliminarBuena entrada, como es norma de la casa :)