Entre las muchas -e intensas- experiencias que estoy viviendo con la publicación de Cuando fuimos dos, una que ocupa un lugar muy destacado en esa lista es haber compartido una cena más que especial -por la fecha, por la compañía, por su significado- con los impulsores y adalides de ÑAQUE, Cristina y Fernando. Era de prever que dos personas que fundan una editorial como Ñaque, pionera en la difusión del teatro español contemporáneo tenían que ser, sin duda, gentes extraordinarias. Lo que no podía prever era que en ellos, además de a dos grandes editores, iba a encontrar a dos buenos amigos.
Y es que su labor editorial no solo ha sido ejemplar en la publicación de textos de autores actuales -Mayorga, Pedrero, Ortiz de Gondra, Amestoy, Cabal, Alonso de Santos...-, sino también en la creación de una biblioteca de pedagogía teatral de la que, además, Fernando Bercebal es un magnífico autor. Mucho antes de tener la suerte de conocerles ya usaba sus manuales como unos de mis recursos didácticos en la clase de teatro de 3º de la ESO. Por eso, como pueden comprobar en esta foto, tengo su libro Un taller de drama plagado de post-its y anotaciones que, curso tras curso, no dejan de ampliarse, pues no solo aporta excelentes ejercicios que llevar a cabo en el aula, sino que cada uno de ellos permite imaginar otros muchos más y adaptarlos al alumnado que tengamos en nuestras aulas.
Ahora, esa necesaria bibliografía pedagógica -son muchos los colegas que me preguntan dónde encontrar recursos útiles para sus clases de teatro en Secundaria- se ve ampliada con un nuevo título: Los límites del círculo. De momento, me he limitado a una primera lectura -Fernando escribe con tanta claridad y pasión que sus textos son siempre muy amenos- y en breve comenzaré -post-its en mano- la segunda. En cada capítulo hay todo un arsenal de herramientas para que esos límites del círculo se puedan romper en pro de la expresión que es, en el fondo, uno de los objetivos primordiales del teatro.
Ninguno de los dos libros es apto para quienes entienden el arte dramático como un lenguaje elitista y lejano, para quienes prefieren presumir de referencia y miran con condescencia el teatro cotidiano y directo, el hecho teatral desnudo e inmediato. No, si son de esos que se sientan en el patio de butacas a juzgar y nunca a disfrutar con el trabajo ajeno, mejor busquen otras lecturas con un poso snob que, en este caso, no van a encontrar.
Ahora bien, no dejen de leer ambos textos si lo que quieren es encontrar herramientas para despertar la pasión por el teatro en sus alumnos, para trabajar con ellos el espacio, el movimiento, la expresión oral. Si lo que desean es poder convertir el teatro en un instrumento útil para esos adolescentes que, además de aprender, pasarán un buen rato -se lo aseguro- en sus clases. A mí, y lo digo con unos cuantos años de experiencia como dramaturgo y como director teatral, las propuestas pedagógicas de Fernando -que es un pionero en esta materia- siempre me han ayudado mucho. Y, por supuesto, lo siguen haciendo.
Cuando uno lee algo sobre si mismo, y con esta contundencia no puede sino resoplar, reflexionar y responder... ahora me toca sostener con realidades lo que han dicho de mí con palabras. Gracias tocayo -y sin duda amigo-, no por los halagos, sino por obligarme a reforzar mis principios y por seguir rompiendo y agrandando mis límtes!!!
ResponderEliminarPues sí, ahora que está tan jodido todo para los de siempre claro, el teatro es una buena forma de denuncia y de respiro.
ResponderEliminarthank you
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