TOUR DE FORCE es uno de esos textos que, seguramente, nuestro estimado ministro Wert no dudaría en borrar de un plumazo. Un texto peligroso -sedicioso, casi- porque aborda el tema de la homofobia -sí, ese que han decidido que ya no hace falta mencionar en Ciudadanía- a partir de la compleja relación entre Buñuel y Lorca. Como, además, sus protagonistas aparecen retratados en su etapa joven y adolescente, se corre el riesgo de que el texto pueda conectar con los lectores más jóvenes -como he comprobado que sucede en más de un instituto donde he hablado sobre él...- y hacerles reflexionar sobre cómo la diferencia ha de interpretarse no como una barrera, sino como una fuente de riqueza personal. Nada nos hace crecer tanto como la diversidad, como la aceptación de aquello que, a veces, creemos no entender de los otros. Eso mismo fue lo que le sucedió a Buñuel con Lorca, que supo integrar todo lo que sobre poesía, sobre literatura y, en definitiva, sobre creación supo contagiarle aquel genial creador cuya forma de ser, como el propio cineasta admitió en sus memorias, le disgustaba.
Ahora, en teoría, eso ya no sucede. Ahora todos somos modernos. Y tolerantes. Y muy abiertos. Ahora, es evidente, no aparece ningún personaje de la iglesia insultando a los gays. Ni se discrimina a los homosexuales en su lugar de trabajo. Ni se hacen comentarios despectivos sobre las lesbianas. Ahora, por supuesto, no hay gente en el armario y todo el mundo ejerce, día tras día, la visibilidad. Ahora, y por eso este texto a Wert le parecería una sandez obsoleta, no hay bullying homofóbico, ni chicos y chicas que tienen problemas en clase y en su familia por su orientación sexual. Ahora, qué tontería insistir en estos temas, todo es claro, diáfano y superpositivo.
Pero yo, que debo de ser un poco escéptico, necesitaba escribir un texto como este. Un texto que fuera un homenaje a toda una generación, a un tiempo que truncó una guerra estúpida y, además, a un sentimiento que, con sus más y sus menos, impregnó a todos aquellos genios que coincidieron en el tiempo y en el espacio: la amistad. Porque las suyas fueron amistades intensas, dolorosas -¿qué amistad verdadera no lo es?- y supieron acercarse más allá de lo que les separaba, más allá de lo que parecía diferenciarles. Buñuel no habría sido quien llegó a ser sin Lorca, sin Dalí, sin sus compañeros de la Residencia y, seguramente, tampoco los demás habrían sido los mismos sin aquel jovenzuelo camorrista y ejecutor habitual de bromas pesadas que buscaba su propio lenguaje con la misma ansiedad con la que devoraba el Madrid de su juventud.
Es curioso, porque en este texto -uno de los pocos de materia histórico-literaria que he afrontado- siento que, sin embargo, hay mucho más de autobiográfico que en otras obras en las que, supuestamente, hablo de personajes y momentos más cercanos a mi propia vida. Y es así porque, en el proceso de escritura y documentación para este TOUR DE FORCE -que fue tan complejo como interesante-, descubrí que en la historia de esos jóvenes y de esa amistad se encerraban algunos de los temas que más me obsesionan. Como autor pero, sobre todo, como persona. La identidad. La amistad. La diferencia. La creación. Y sobre esos cuatro pilares escribí TOUR DE FORCE. Más tarde, la estrenamos gracias al trabajo de un generoso y magnífico actor, Elías Jiménez Bas, y a la complicidad de una productora (casi mi hada madrina) que ha sido el motor de alguna de mis mayores osadías teatrales, Ainhoa Amestoy. Solo unos meses después, la editorial Antígona -un sello independiente lleno de gente joven con un inmenso talento y un inagotable amor por el teatro- apostaba por publicarla y, más aún, por acercarla a las aulas con una guía didáctica donde, además del evidente recorrido por la generación del 27, planteamos un viaje mucho más necesario: un viaje por la educación en valores como el respeto, la tolerancia o la integración.
Seguro que, como leí ayer en un cartel en la caseta de la librería Berkana, TOUR DE FORCE es uno de los libros que Wert estaría encantado de vetar. O hasta de quemar, cual émulo de la sobrina y el ama en la hoguera cervantina. Pero, por suerte, siempre habrá profesores que lean textos así con sus alumnos. Que, más allá de lo que nos digan u obliguen a decir, sigamos trabajando por valores y derechos universales en nuestras aulas. Profesores que nos reímos cuando la caverna nos acusa de "adoctrinar", porque confunden su proselitismo de la ranciedad con la defensa de conceptos incuestionables, como la libertad o el respeto.
Por eso hoy estaré en la Feria del Libro (caseta 156, de 19 a 21, por si alguien quiere hacerme compañía...) con mi chapa verde por la escuela pública. Y con un bolígrafo tan verde como mis sentimientos en estos tiempos de oscurantismo y agresión continua contra la educación de todos, contra el colectivo LGTB, contra todo lo que se opone al intento de retroceso que pretenden perpetrar quienes ostentan el poder. Y es que TOUR DE FORCE habla, precisamente, de cómo nos forman y construyen los años de nuestra adolescencia: el dónde estudiamos, el con quién compartimos esas aulas... Y si he acabado siendo profesor, y novelista, y dramaturgo, y hasta director teatral, si he terminado empezando a ser quien ahora soy es porque tuve la suerte de compartir esos años, esas aulas y esos pasillos con grandes compañeros y magníficos profesores de la escuela pública. Esa que, está claro, no le gusta nada al señor Wert. Y es una lástima, porque a quienes trabajamos allí día a día, está claro que nos encanta.
Espero que no pienses ni que soy un pelota, pesado o que te tengo sobrevalorado. Tu estilo de escritura es, simplemente increíble, a pesar de no haber leido todo lo que me habría gustado, la verdad es que comparado con autores "Best-sellers", esos libros que se venden a miles, la escritura es de principiante.
ResponderEliminarEsto ya te lo comentaré con mas calma, pero leer entradas tuyas, una novela tuya (La Edad de la Ira)y el haber compartido alguna charla contigo (menos de las que me habría gustado, y espero que haya unas futuras) me ha abierto los ojos a un nuevo -e increible- mundo de la Literatura, haciendo incluso que llegue a apreciarla tanto o más de lo que jamás habría pensado.
Razón te sobra, la escuela pública es algo indispensable en nuestra sociedad ya que educa a los jóvenes -entre los que me incluyo obviamente- para pensar por ellos mismos, no importa el origen social ni el capital que se tenga, salen jóvenes formados -muy formados- que son capaces por ellos mismos de hacer pensamientos críticos y de juzgar por ellos mismos, jovenes con personalidad.
Insisto en que te lo comentaré con más calma, pero este año el haber compartido esto contigo -y por otras muchas cosas- ha sido increible. Prometo entrada en cuanto pueda ;)
Un saludo Fernando, y una vez mas gracias por tu aceptación referente a mi persona, por lo menos en el campo de conocido =)
Tiene muy buena pinta, abrá que leerlo.
ResponderEliminarEn todo caso será al revés, el que se la juega hoy es quien no comparte estos puntos de vista,inmediatamente en la picota, entérate porque parece que no vives en este mundo.
ResponderEliminarSois vosotros los nuevos inquisidores.
Yo creo que tienes, Fernando, muchísima razón. En la feria del libro vimos una grandísima muestra de apoyo a los homosexuales frente a las discriminaciones del sr Wert, por parte de la librería Berkana...
ResponderEliminarAdemás la inmensa mayoría de las casetas tenían muestras de apoyo a la escuela pública.
En fin, un excelente texto el de hoy. Por favor, sigue así.