Un país donde se veta y criminaliza la defensa de la escuela pública es, sin duda, un país condenado a la oscuridad, la ignorancia y la regresión. Por eso, cuando nos bombardean con noticias sobre el mito educativo finlandés, no puedo reprimir una mueca de disgusto, ya que ese bombardeo casi siempre obvia un (minúsculo) dato esencial: el modelo finlandés se basa, en su inmensa mayoría, en la escuela pública.
Hoy, para dejar claro que vivimos en una sociedad donde la lucha por la educación se ve con malos ojos (faltaría más: incitar a pensar es toda una agresión contra el sistema), la Junta Electoral ha prohibido las camisetas verdes a los apoderados, interventores y miembros de las mesas electorales madrileñas (pueden leer la noticia completa aquí). No ha prohibido las sotanas, ni los hábitos de las monjas, por ejemplo, ni siquiera las expresiones de gozo y júbilo falangista que vivimos anoche -en plena jornada de reflexión-, pero supongo que da por hecho que los atuendos clericales no tienen matiz ni connotación ideológica alguna y son solo parte del sano folklore berlanguiano tan arraigado en nuestro país.
Sin embargo, a quienes hemos ido a votar con nuestra camiseta verde se nos ha mirado mal e incluso, en ciertos colegios -tal y como denunciaban hoy en Twitter algunos docentes y padres de alumnos- se ha intentando impedir que se ejerciese el derecho al voto por llevar un lema tan hostil y nocivo como "Escuela pública de tod@s para tod@s".
Explicar, a estas alturas, que no hay signo partidista alguno en esa camiseta es, lo sé, una pérdida de tiempo. Quien ha querido informarse de en qué consiste la marea verde, ya sabe -tiempo han tenido- que bajo esa camiseta hay gente de todas las ideologías y partidos, que en nuestros sobres de hoy van opciones muy diversas y que no estamos adscritos a ninguna sigla. En la marea verde -en nuestras movilizaciones- han estado todos los sindicatos -los más afines al gobierno de nuestra Comunidad, los más distantes al mismo- y en ellas hemos salido a la calle profesores, padres y alumnos de todo signo y condición. Una gran marea humana -y verde- de gente que, en su mayoría, no está adscrita a ningún partido ni grupo sindical, unida tan solo por una misma lucha: la defensa de la educación pública.
Hoy, en la gran fiesta de la democracia, se ve que - como en toda fiesta- había dress code, pero como en los sesudos suplementos de moda de los periódicos no lo advirtieron, ninguno lo sabíamos. Así pues, hoy sí se podía lucir una camiseta de un equipo de fútbol, o un polo con banderita de España, o una sudadera con la imagen del Che, pero no la camiseta verde. No sé si se habrán censurado también camisetas con la gastada broma de "Mis amigos han estado en Mallorca y esto es todo lo que me han traído" o si habrán puesto pegas a quienes luzcan palestinos, o polos "del caballito" y collares de perlas.
Para evitar futuras controversias, me limitaré a proponer que, en las siguientes elecciones, uniformen el atuendo -total, acabaremos votando en colegios concertados- y eviten así semejantes actos de democracia y singularidad, tan perjudiciales para el bien (sumiso) común.
En cuanto al uniforme para el voto, me inclino por la sotana, que es cómoda, adaptable y, sobre todo, está muy bien vista tanto en las mesas electorales como en el ámbito educativo. El negro, además, nos recuerda sutilmente la oscuridad del tabú que con tanto ahínco fomenta la iglesia desde sus posiciones antediluvianas. El verde, sin embargo, me temo que combina mejor con otro tipo de fe mucho más laica: la fe en la educación, en la docencia, en la colaboración de toda la sociedad para salvar un sistema educativo en profunda crisis, y desentona en exceso con el medievalismo de los nuevos-viejos tiempos en que vivimos.
Hoy, para dejar claro que vivimos en una sociedad donde la lucha por la educación se ve con malos ojos (faltaría más: incitar a pensar es toda una agresión contra el sistema), la Junta Electoral ha prohibido las camisetas verdes a los apoderados, interventores y miembros de las mesas electorales madrileñas (pueden leer la noticia completa aquí). No ha prohibido las sotanas, ni los hábitos de las monjas, por ejemplo, ni siquiera las expresiones de gozo y júbilo falangista que vivimos anoche -en plena jornada de reflexión-, pero supongo que da por hecho que los atuendos clericales no tienen matiz ni connotación ideológica alguna y son solo parte del sano folklore berlanguiano tan arraigado en nuestro país.
Sin embargo, a quienes hemos ido a votar con nuestra camiseta verde se nos ha mirado mal e incluso, en ciertos colegios -tal y como denunciaban hoy en Twitter algunos docentes y padres de alumnos- se ha intentando impedir que se ejerciese el derecho al voto por llevar un lema tan hostil y nocivo como "Escuela pública de tod@s para tod@s".
Explicar, a estas alturas, que no hay signo partidista alguno en esa camiseta es, lo sé, una pérdida de tiempo. Quien ha querido informarse de en qué consiste la marea verde, ya sabe -tiempo han tenido- que bajo esa camiseta hay gente de todas las ideologías y partidos, que en nuestros sobres de hoy van opciones muy diversas y que no estamos adscritos a ninguna sigla. En la marea verde -en nuestras movilizaciones- han estado todos los sindicatos -los más afines al gobierno de nuestra Comunidad, los más distantes al mismo- y en ellas hemos salido a la calle profesores, padres y alumnos de todo signo y condición. Una gran marea humana -y verde- de gente que, en su mayoría, no está adscrita a ningún partido ni grupo sindical, unida tan solo por una misma lucha: la defensa de la educación pública.
Hoy, en la gran fiesta de la democracia, se ve que - como en toda fiesta- había dress code, pero como en los sesudos suplementos de moda de los periódicos no lo advirtieron, ninguno lo sabíamos. Así pues, hoy sí se podía lucir una camiseta de un equipo de fútbol, o un polo con banderita de España, o una sudadera con la imagen del Che, pero no la camiseta verde. No sé si se habrán censurado también camisetas con la gastada broma de "Mis amigos han estado en Mallorca y esto es todo lo que me han traído" o si habrán puesto pegas a quienes luzcan palestinos, o polos "del caballito" y collares de perlas.
Para evitar futuras controversias, me limitaré a proponer que, en las siguientes elecciones, uniformen el atuendo -total, acabaremos votando en colegios concertados- y eviten así semejantes actos de democracia y singularidad, tan perjudiciales para el bien (sumiso) común.
En cuanto al uniforme para el voto, me inclino por la sotana, que es cómoda, adaptable y, sobre todo, está muy bien vista tanto en las mesas electorales como en el ámbito educativo. El negro, además, nos recuerda sutilmente la oscuridad del tabú que con tanto ahínco fomenta la iglesia desde sus posiciones antediluvianas. El verde, sin embargo, me temo que combina mejor con otro tipo de fe mucho más laica: la fe en la educación, en la docencia, en la colaboración de toda la sociedad para salvar un sistema educativo en profunda crisis, y desentona en exceso con el medievalismo de los nuevos-viejos tiempos en que vivimos.
Muy bien expresado!! Por que demonios hay colegios concertados (privados financiados por el estado)? Si no hubiera, habria mas dinero para el publico. Disculpa mi ortografia-tampoco tengo enye - soy britanica, residente en Espana desde antes de la muerte de Franco, asi que se como es el Fascismo tambien!! Y no quiero repetir la experiencia gracias.
ResponderEliminarA mí y a mi madre nos han tenido como 10 minutos al lado de los policías los cuales también nos han parado y no me dejaban votar por ir con la camiseta. Después de los 10 minutos al lado de la policía cual delincuentes y después de que los apoderados del Psoe e Iu le suplicasen al jefe de mesa que me dejasen votar, he podido,pero no sin antes que otro apoderado del PP me llamase SINVERGÜENZA.
ResponderEliminar¿Sivergüenza? ¿Serán cínicos? Si han sido ellos los que han hecho un a interpretación torticera de las instrucciones de la Junta electoral central.
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