El pasado 26 de julio se celebró una asamblea por la Educación Pública en el IES San Isidro de Madrid. La sala, a rebosar, daba cuenta de hasta qué punto nos importa a todos la grave situación e la educación pública (no solo en nuestra Comunidad, sino también en otras donde, como es el caso de Galicia, ya se ha convocado una huelga en firme para septiembre). En su momento, di cuenta en Twitter de cuanto allí pasaban mediante el tag #profes26j, así que esta vez me van a permitir que no haga un resumen objetivo (pueden encontrarlo fácilmente en El País, donde dieron cumplida cuenta de lo allí tratado), sino que manifieste -humildemente- mi opinión. La opinión -totalmente subjetiva- de un profesor cualquiera de Secundaria, sin pretender representar con ella a ningún grupo o colectivo. Y lo advierto porque, seguramente, muchas de las afirmaciones que haré en este post no serán del gusto de todos (ni, quizá, demasiado populares) pero necesito y deseo expresarlas con toda la franqueza posible. Allá vamos.
En primer lugar, me gustaría felicitar por su claridad y sensatez a José Luis Pazos, presidente de la FAPA Giner de los Ríos, que tuvo -bajo mi punto de vista- la mejor intervención de la tarde. Y fue la mejor porque fue tan clara y tan crítica como poco exaltada, recordando que las familias están tan crispadas y preocupadas como los docentes y que, por eso mismo, debemos sumarnos todos a la lucha. Según sus propias palabras, “estas instrucciones no atacan al profesorado, sino que atacan a la comunidad educativa en su conjunto” y, por eso mismo, estamos ante “una lucha de toda la comunidad educativa”. Esa unidad, según su opinión, requiere que “vayamos juntos en los acuerdos que tomemos”, incluyendo una posible huelga que -y me ciño a sus palabras- “para que sea compartida y apoyada por las familias tiene que ser compatible con las necesidades de las familias y, especialmente, con los derechos del alumnado”.
Hubo quien reaccionó protestando contra ese "apoyo condicionado" que se prestaba a nuestras movilizaciones y, por supuesto, sonaron muchas voces a favor de una huelga indefinida a partir de septiembre. Los ánimos están caldeados y todos sentimos el ataque como propio, pues las medidas afectan no solo a nuestro trabajo, sino a algo mucho más amplio y trascendente: a la educación pública, un pilar de la sociedad que ha costado mucho cimentar y que ahora mismo, al igual que ocurre con la sanidad, está en riesgo. Peligro de extinción ante el que hemos de luchar juntos y unidos, con todas las armas que están en nuestro alcance.
En ese sentido, podemos argumentar que es preferible que los alumnos pierdan unos días de clase a que pierdan cualquier esperanza de futuro, pues -por culpa de estas medidas- ya no recibirán una formación que les permita alcanzarlo. La lucha -el fin último- requiere fórmulas extremas, sí, pero también es cierto que no podemos batallar solos y que, en última instancia, los alumnos y sus familias no pueden ser las víctimas de nuestra guerra. Ellos no son nuestros enemigos, son -y lo están demostrando- nuestros aliados. Al respecto, José Luis Pazos también se quejó de que los padres "habían sido alejados de la vida en los centros", crítica que no sentó demasiado bien (curioso: se nos llena la boca con el 15M y su supuesta ola reivindicativa, pero cuando alguien nos dice una verdad dolorosa, lo rechazamos) y pidió que les dejáramos ayudarnos así como volver a entrar en los centros y cooperar con nuestra labor. "Es imposible cambiar la educación pública solo en seis meses" sentenció y dio, de nuevo, en la diana.
Personalmente, y tras tres horas y media de asamblea con intervenciones -a menudo- demasiado extensas (¿por qué contamos todos nuestra experiencias yoístas una y otra vez, si para eso tenemos foros virtuales? ¿por qué se dieron tan pocas ideas concretas? ¿por qué falto el espíritu de acción -mucho más concreto y eficaz- de la asamblea en el Beatriz Galindo?) solo llegué a las siguientes conclusiones:
1. Estamos, pese a la diversidad de ideas y opiniones, todos unidos. Las medidas de la Comunidad de Madrid son un ataque sin precedentes contra la educación pública. La actuación ha de ser inmediata y contudente y todos -más allá de etiquetas políticas- estamos concienciados de ello y dispuestos -espero- a acatar las decisiones que tome la mayoría. De lo contrario, será imposible que se nos oiga.
2. La huelga es el gran punto a debatir en la siguiente asamblea (31 de agosto, 12 h, sede de CCOO) y no es un tema en el que haya consenso. Por mi parte, creo que ha de ser una huelga meditada, consensuada y compartida con las familias. La Comunidad cuenta ya con ella -por supuesto- así que, para que resulte eficaz, no podemos darle más balas en nuestra contra. Ha de ser una huelga racional y significativa y, para ello, necesitamos a los medios: lo que más teme el PP madrileño es lo mucho que deterioran su imagen, máxime en este ambiente de posible adelanto electoral.
3. El concepto de huelga indefinida me parece irrealizable y poco hábil. En primer lugar, no creo que ayude a sumar padres y alumnos a nuestra causa y, sobre todo, no lo veo factible. Teniendo en cuenta que apenas el 50% de los asistentes a la asamblea del 26 fue capaz de quedarse allí durante las tres horas que duró (normal, muchos tenían compromisos familiares y personales), ¿lo serán de soportar una huelga indefinida (contando con esos mismos compromisos y obligaciones)? Llevo ya unos años en esto y, en las últimas convocatorias, siempre hemos sido muy pocos profesores -un porcentaje entre triste y ridículo- los que nos hemos manifestado contra recortes que ya anunciaban lo que este curso tan solo se confirma. No podemos volver a iniciar una acción con seguimiento escaso que solo nos desgaste, desuna y debilite. El puñetazo en la mesa ha de ser firme, pero también unánime. Y cuantos más puños golpeen esa mesa, mucho mejor.
4. Se mezclaron, en ciertas intervenciones, las demandas de esa asamblea con el movimiento 15M. Personalmente, no me parece ni oportuno ni inteligente mezclar ambas cosas. Cuantos más motivos -externos- de desunión incluyamos en la protesta, más nos disgregaremos. Claro que hay puntos coincidentes, pero no todos los que estamos luchando contra las medidas de la Comunidad de Madrid creemos en el ideario del 15M ni nos indentificamos plenamente con los indignados. Tampoco me parece que nuestras asambleas educativas sean el foro para debatir eso (igual que otros que estamos implicados en diversas causas -como pueda ser la causa LGTB en mi caso- no las sumamos a ese debate). Debemos centrarnos, unirnos y delimitar objetivos. No viene al caso polemizar -como pasó en cierto momento de la asamblea- sobre el "no les votes" , ya se esté a favor o en contra de esa idea, por ejemplo. Ciñámonos a lo que nos une y a lo que require nuestra actuación: la escuela pública.
5. Sigue faltando información y sigue siendo esencial la labor en cuanta red social podamos manejar. No podemos pretender que la sociedad nos escuche si nos quedamos en cómo va a cambiar nuestro horario. Lamentablemente, no somos los únicos que han visto deterioradas sus condiciones de trabajo, así que eso no nos hará ganar apoyos, solo permitirá desvirtuar nuestra queja y fomentar la idea -muy asentada- de lo vagos que somos. Hay que comunicar lo que está sucediendo desde el punto de vista del alumno -que es el verdadero protagonista-, hay que explicar que el hecho de que haya más de 1000 funcionarios sin centro asignado y 3000 interinos sin trabajo impedirá que los institutos puedan atender a los chicos. Hay que hacer ver que la supresión de la hora de tutoría creará enormes problemas de convivencia en las aulas. Hay que hacer entender que el salvaje recorte de profesores por centro -que permite esos despidos y esas no asignaciones- es tan grave que impide empezar el curso, pues se hacinarán 40 estudiantes por clase y no habrá refuerzos, desdobles, compensatoria, extraescolares... y, en definitiva, todo lo que necesitamos tener para frenar las altísimas tasas de fracaso y abandono escolar que padecemos.
6. La lucha de todos, como dijeron varios compañeros, debe unir sectores. Intantil, primaria, secundaria, Artes escénicas y musicales, EOI... Nos empeñamos en poner barreras (directores vs. claustro, interinos vs. funcionarios, primaria vs. secundaria, enseñanza obligatoria vs. no obligatoria...) y cuanto antes nos demos cuenta de que estamos todos en el mismo barco, mucho mejor.
7. Falta autocrítica. Me resultó lamentable escuchar como cierta representante sindical decía que "aunque haya quien no hiciera la tutoría, hay que decir que se hacía. No nos tiremos piedras". Lo siento, pero sin autocrítica nunca tendremos credibilidad. Rechazo, de pleno, el corporativismo -en este y en cualquier gremio- y exijo que se cumplan las obligaciones con seriedad, igual que exijo que se nos recompense por ello. Quiero que me devuelvan la tutoría porque es un instrumento pedagógico imprescindible, pedro también quiero que esto sirva para que todos nos planteemos qué estábamos haciendo mal y cómo hemos de solventarlo. Y no, no me parece peligroso que se nos oiga algún mea culpa de vez en cuando, porque eso nos hace más honestos, porque estamos educando y debemos de dar ejemplo con nuestra sinceridad y con nuestra lucha, porque quienes nos implicamos en esto -y somos muchos: la mayoría, seguramente- estamos hartos de tener que dar la cara por la minoría que tanto se esfuerza en desprestigiarnos al resto. Y sí, claro que hemos echado a los padres de los centros, igual que hay padres que acuden a los mismos buscando en nosotros a un enemigo y no a un aliado. Todos tenemos que reflexionar y aprender a trabajar en equipo.
Todos -profesores, padres, alumnos y medios- debemos asumir cuanto antes nuestra responsabilidad y cohesionarnos contra un enemigo común, un enemigo hostil, fuerte y poderoso cuyo fin último es privatizar un derecho de todos: la educación pública.