domingo, 6 de marzo de 2011

¿Educación... desigual?

De todos modos, tampoco fue culpa suya.
No es culpa nuestra que haya tan pocos medios,
tan poco dinero y tantos intereses en cargarse
la enseñanza pública a favor de la concertada.
La edad de la ira

Estas semanas están siendo especialmente intensas. Reseñas, críticas, opiniones, ventas... Un sinfín de novedades sobre La edad de la ira que no dejan de regalarme buenos momentos, sobre todo por la estupenda recepción que está teniendo la novela tanto entre sus lectores como entre los críticos que la comentan. Enlazo aquí la opinión más reciente, publicada ayer mismo en la revista El placer de la lectura (un foro más que recomendable para el fomento de la lectura).

Esa intensidad me ha impedido escribir durante los pasados días sobre una noticia que me parece terrible y que, sin embargo, no ha causado el revuelo mediático que debería. Lamentablemente, la educación sigue siendo un tema de escaso interés informativo, salvo cuando -como se afirma en La edad de la ira- se trata de titulares morbosos y amarillistas, de los que se pueda sacar algún tipo de reportaje sangriento y digno de aparecer en shows matinales o vespertinos.

Por eso, supongo, casi nadie se ha escandalizado al saber que la Comunidad de Madrid cederá desde el curso que viene el 35% del programa de estudios a los propios centros, que serán quienes diseñen los horarios y las materias de ese tiempo escolar. En teoría, se trata de una medida para adecuar los contenidos del centro a su alumnado. En la práctica, es una medida que favorece el elitismo y la segregación, pues hará que los centros -ya previamente marcados por su división en bilingües y no bilingües- se subdividan una vez más, fomentando una heterogenidad de contenidos y materias tan arbitraria como poco deseable.

Ahora mismo, ese bilingüismo del que tanto presumen las sonrojantes campañas de la CAM (¿cuánto dinero se gastan en ellas, por cierto?) ya constituye un elemento diferenciador no solo entre los centros, sino dentro de los mismos institutos, pues gracias a la prueba de nivel de inglés se establecen grupos buenos o malos desde 1º de la ESO. No contentos con este primer nivel de segregación, ahora deciden que la educación que reciban los alumnos dependerá del centro al que acudan, al menos en un 35 % (porcentaje más que abultado), lo que fomentará que los padres eviten ciertos centros y prefieran otros. Es más, se propicia que sigan aumentando las cifras de matriculación en concertados y privados, siguiendo con otra de las líneas políticas de nuestra Comunidad en estos años. De nuevo, la Comunidad de Madrid sigue minando -sin que los medios se enteren: están muy ocupados hablando de las sandeces que tuitean ciertos famosos- la educación pública.

Resulta curioso comprobrar cómo ante los malos resultados del sistema educativo español jamás se opta por medidas que exijan la cooperación, la colaboración, el trabajo en equipo. Al revés, se prefiere fomentar aún más la división, el individualismo, la arbitrariedad. Que cada centro -no ya cada Comunidad- haga lo que le venga en gana. Que cada cual se amolde a lo que tenga y dé las clases como pueda. Se podrían dar más medios a los centros con alumnados conflictivos. Se podría hacer una reforma -necesaria y urgente- de los contenidos. Se podrían adoptar medidas que permitiesen una educación homogénea y democrática, porque todos los alumnos tienen el mismo derecho a recibir la misma educación vayan al centro al que vayan. Pero no, se prefiere optar por la vía de "hagan lo que puedan y quieran", por una invitación a "no se compliquen", por un pasotismo institucional que dará lugar a situaciones kafkianas -serían cómicas si este tema no fuera tan serio- durante el curso que viene.

En el fondo, la medida nace de una postura de abandono y de desidia: no nos vamos a esforzar por conseguir que todos los alumnos tengan las mismas oportunidades, sino que asumiremos que no pueden tenerlas y, por tanto, nos limitaremos a conseguir que se titulen cuanto antes, aunque con ello perpetuemos su imposibilidad para acceder a otro tipo de estudios o de formación. En definitiva, regalando ese 35% estamos deteriorando en idéntico porcentaje -quizá incluso en más- la función democrática de la educación, su deber de dar oportunidades a todos, de permitir que sigamos viviendo en una sociedad donde es posible el progreso, donde el determinismo no nos ahoga desde que nacemos, aunque todos seamos conscientes de lo difícil que resulta luchar contra él.

Pero lo más triste es que, ahora mismo, no sé qué me indigna más, si la medida en sí misma o el silencio y el desinterés de los medios de comunicación, especialmente de los que supuestamente defienden unas ideas de izquierdas y que jamás tienen tiempo para estos asuntos. Cuando lo tengan, ya será muy tarde. Demasiado.

4 comentarios:

  1. No sabía nada. Voy a intentar leer algo más sobre el asunto. ¿En qué materias crees que se concretará?, la optatividad era casi obligatoria hasta ahora. ¿Y lo de los horarios? No entiendo nada...

    Sinclair

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  2. Me he quedado muerta con esto... como se cubre de gloria la CAM!

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  3. Nuevamente, ¿qué proponéis entonces? ¿Igualar por debajo a todos los centros? Qué extraña aversión a cualquier tipo de competencia sana.
    Pensaba leer tu libro porque ví la referencia en el mundo ayer, pero empiezo a planteármelo seriamente, ya que en este blog no veo más que corporativismo absurdo, y críticas destructivas a toda propuesta que intente introducir competencia entre centros. Parece ser que es más importante que todos sean igual de... malos.

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  4. En primer lugar, anónimo, gracias por tu comentario. Todo debate es bueno y necesario.
    En segundo lugar, te contesto brevemente:
    1. Mi postura no puede estar más lejos del corporativismo. Soy absolutamente crítico -creo que es necesario y muy sano- con cuanto no me gusta en mi gremio. Si lees atentamente el blog, te darás cuenta de ello... Igual que sucede en La edad de la ira, donde se abordan estas cuestiones sin tapujos.
    2. No se trata de igualar por lo bajo, por supuesto que no, sino de favorecer la integración tanto de los que tienen problemas como de los que destacan. ¿Qué padres estarán dispuestos a asumir que sus hijos han de ir al "grupo malo"? Evidentemente, ninguno. Lo que hay que hacer es favorecer los apoyos, los refuerzos y todo tipo de medidas que suban el nivel, claro que sí, pero sin perjudicar a unos cuantos en pro de otros.
    3. La competencia sana no viene medida en rankings, sino en estudios serios y rigurosos. Y esos, lamentablemente, son escasos. Los listados que nos da cada año la CAM no tienen más utilidad que posicionar de modo tramposo a los centros públicos, ofreciendo a padres y alumnos una información escasamente fiable.
    Un saludo y gracias, ante todo, por tu participación

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