Uno de los temas que pretendía abordar en La edad de la ira era la importancia del trabajo en equipo dentro del ámbito de la educación. En mis -todavía no muchos- años de experiencia, me enfada e irrita especialmente la cerrazón de todos los colectivos implicados: personal docente, personal no docente, instituciones, administración, padres y alumnos, de modo que en vez de cooperar, terminamos atacándonos unos a otros. Organismos institucionales que no escuchan a quienes estamos a pie de aula, luchando tiza en mano a favor de la formación de nuestros jóvenes; profesores incapaz de aceptar una crítica y dispuestos a tomar siempre al padre y a la madre de sus alumnos como un enemigo potencial; padres que se niegan a reconocer el trabajo del claustro y que, ni aun cuando hay logros, los ponderan; normas abusivas que no solo no premian el sobreesfuerzo, sino que casi lo castigan..., y así hasta completar una lista interminable de desencuentros que no conducen más que al abismo -siempre improductivo- de la incomunicación.
Mientras no nos demos cuenta de que esta es una tarea global, de que es necesario motivarnos -no solo a los alumnos: también a nosotros mismos-, de que se debe luchar a favor de una dirección común y buscar posiciones de encuentro y de diálogo, mientras no asumamos que el debate enriquecedor ayuda y la hostilidad solo desgasta, seguiremos en esta mediocridad que hoy nos rodea, desperdiciando -entre unos y otros- lo mejor que tenemos: el potencial -infravalorado y poco aprovechado- de esos adolescentes que, abrumados por un sistema arcaico ya desde sus propios planteamientos curriculares, se convierten en el último eslabón de una cadena donde más de un padre cabreado y de un profesor nada autoexigente se erigen en innecesarios protagonistas.
Por eso, entre otros motivos, escribí La edad de la ira desde una estructura polifónica, porque creo que la educación solo puede nacer del debate, de la pluralidad, de la tolerancia y del diálogo. Solo si suenan todas las voces y si, a la vez, se saben escuchar. Ojalá esta novela -si sigue abriéndose paso con tanta fuerza en las librerías como lo ha hecho estos primeros días de vida- consiga abrir preguntas a las que vosotros -o mejor aún, nosotros: padres, profesores y alumnos- habremos de darle respuesta. Yo, por mi parte, solo tengo montones de incertidumbres y muchas ganas de hacer y de buscar. Sé que muchos de los que leéis este blog compartís esas ganas. Y eso no solo me ilusiona, sino que -más aún- me hace sentir la necesidad de seguir escribiendo. En la pizarra, en el ordenador y en el papel.
Tan claro y cristalino como eso.
ResponderEliminarEspero que -más tarde o más temprano- consigamos entre todos rescatar esas valiosas ideas de las que hablas.
Mientras tanto seguiremos en busca de un progreso tan necesario como deseado