lunes, 10 de enero de 2011

Aprender fuera del aula

No debo de ser un gran profesor, la verdad. Esa es la conclusión a la que he llegado esta mañana, tras comprobar que mis cincuenta minutos de clase no son tan esenciales ni fundamentales ni extraordinarios como los de muchos de mis compañeros.

He podido llegar a esta idea -definitiva y radical- gracias a una discusión que cierto colega ha tenido la delicadeza de plantearme delante de un grupo de alumnos a los que ambos damos clase, intentando convencerme con argumentos de todo tipo de que llevarles esta semana al cine es una actividad nada educativa y que solo supone una irreparable pérdida de tiempo.

En realidad, es cierto que la actividad no tiene nada de cultural, pues solo me he molestado -tras escribir no sé cuántos correos y hacer no sé cuántas llamadas- en conseguir que nos faciliten una proyección matinal del último film de Icíar Bollaín, También la lluvia, con el objeto de organizar una actividad multidisciplinar con los departamentos de Literatura, Plástica, Historia y Economía, de modo que nuestros chicos analicen el film desde cada una de esas materias con un enfoque distinto. Una pérdida de tiempo, desde luego, que bien puede compararse a llevarse a los alumnos a ver un maratón de Bob esponja.

Lo que más me llama la atención es la reticencia de muchos de mis compañeros no ya a organizar este tipo de actividades -que, en efecto, requieren un tiempo y un esfuerzo extra que siempre se nos exige a los mismos- sino su oposición a que los demás las llevemos a cabo. ¿Tanto aprenden sus chicos en cada una de sus clases? ¿Tan poco les aporta lo que se viva o vea fuera de la pizarra? ¿Tan mal organizan su tiempo que no pueden adaptarse nunca a un cambio de ese estilo?

Cierto que los currículos están sobrecargados. Cierto que todos andamos presionados por el tiempo. Cierto que... ¿Pero ninguno de los que se quejan pierde un solo minuto de sus clases? ¿Ninguno cree que ir a una exposición, al teatro, al cine, a una actividad deportiva... puede ser necesario e incluso imprescindible? Honestamente, jamás me quejo cuando un compañero se lleva a mis alumnos, siempre pienso que si lo hace es porque les va a aportar algo que les vendrá bien, aunque solo sea algo tan fundamental y olvidado como la convivencia. Solo por eso, lo extraescolar ya merece la pena.

Luego viene el manido discurso de que la gente no va al cine, de que no saben comportarse en el teatro, de que no... Y ese no puede explicarse -en parte- por el hecho de que no se les ha educado para ello. Claro que no basta con una salida al cine al trimestre para formar espectadores, pero sí supone un incentivo para despertar, cuando menos, una cierta inquietud. Una futura curiosidad. No podemos exigirles que sepan ver si no les damos herramientas para ello. No podemos pedirles que acudan por gusto a un museo o a una obra de teatro si no les demostramos que es algo divertido, si no les damos instrumentos -desde nuestras materias y nuestra experiencia- para que puedan disfrutarlo.

Debe de ser que mis clases son de lo más light y carentes de contenido, pero creo que aprenden -y aprendo- mucho más en esos días en que salimos y afrontamos el aprendizaje desde fuera del aula, lejos de la pizarra. Claro que eso, obviamente, tan solo es culpa mía, que sigo empeñado en pensar que la educación debería tener algo que ver con el mundo real... Y hasta con este siglo.

6 comentarios:

  1. Yo tampoco lo entiendo, la verdad, pero siempre existe ese grupo de criticones reticentes a cualquier actividad extraescolar, por mucho que aporte la actividad y por poco o nada que sea lo que ellos han de aportar. Lo que me parece cruzar el Rubicón es plantearlo y/o discutirlo delante de los alumnos. Un detalle que solo habla de su falta de talla, no ya docente, sino personal.
    Pero cuenta, ¿qué tal los chavales?, ¿les ha gustado?

    Sinclair

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  2. El simple hecho de plantear discusiones con los estudiantes delante ya descalifica de por sí al compañero, es de manual de primer curso en la enseñanza que lo que haya que decir se dice en un departamento, sala de profesores, despacho, etecé pero nunca en un pasillo o dentro de un aula.

    Yo también llevé en una ocasión (sólo una, reconozco, y sin caras largas de compañeros) a los críos al cine y los graciosos se portaron bien y les gustó la actividad mientras que los petardos se comportaron mal (me tuve que sentar con ellos) pero hay que pensar en los primeros, al menos de vez en cuando...

    Buen martes.

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  3. Xddd Cinephilus tus historias de instituto cada día me alucinan más, de verdad es que me aterra pensar en qué tipo de profesores hay por ahí sueltos, menos mal que siempre nos queda gente como tú que desde la sombra y en silencio luchan por que la educación en este país sea algo más digna.
    Y como nota positiva te diré que el día de Reyes me llevé a mi niño primero al cine y después al teatro y ambas cosas le encantaron, claro que era cine y teatro infantil pero oye se portó como un campeón, qué orgullosa me tiene!!!

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  4. Muchas veces nos ceñimos a los contenidos impuestos de modo académico y... ¿realmente son de interés para el alumnado? ¿Les van a servir para algo en un futuro? Estupendo artículo que da que pensar sobre la educación expandida. Otro tema sería el aprendizaje no formal. El que hacemos muchos docentes en Twitter.

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  5. Yo también pensé durante un tiempo que no debía de ser una gran profesora, porque no tenía la impresión, que muchos de mis compañeros parecían tener, de que mis alumnos fueran a caer en las garras de la más profunda ignorancia por perderse alguna de mis clases. Luego me dediqué a observar y noté cosas interesantes: con demasiada frecuencia, los colegas que más se quejaban de que se llevaran a sus alumnos a una actividad extraescolar eran precisamente los que más se permitían perder el tiempo llegando tarde a clase o faltando en exceso. Curioso. Cada cual, que saque sus conclusiones. Por cierto, debo presentarme: Me llamo Beatriz Olivenza y soy profesora de Lengua y escritora (es decir, doblemente compañera de profesión). Enhorabuena por este blog lleno de entusiasmo, buenas ideas y sentido común (tan difícil de encontrar, esto último). Lo visitaré a menudo.

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  6. Coincido con todo cuanto escribes, Beatriz... Gracias por compartirlo.

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